«No se puede estar todo el día hablando de la extraordinaria pluralidad de ideas, o de la extraordinaria diversidad de identidades o de sentimientos de pertenencia que existen en Euskadi, y que luego no estén plasmados en este marco político y de convivencia [el resultante del acuerdo entre las fuerzas políticas]. Experiencias de acumulación de fuerzas nacionalistas [vascas] para imponer al conjunto de la sociedad sus proyectos ya hemos tenido y no nos ha llevado a ninguna parte». Lo dijo, anteayer, el secretario general del PSE, Patxi López, tras mantener un encuentro con una delegación del PNV.
Quizá se trata de ese cinismo que, dicen, resulta innato en la clase política o, tal vez, de esa rara cualidad, más bien defecto, de ver la realidad tal y como a uno le interesa. Porque si se trata de hablar de marcos políticos que no recogen la diversidad de identidades y de sentimientos de pertenencia, el líder del PSE no tendría más que citar al actualmente vigente, al emanado de la reforma del franquismo.
Interpretar las propuestas de las fuerzas abertzales como intentos de imposición al conjunto de la sociedad no deja de ser un sarcasmo en boca del dirigente de un partido que, en los últimos casi 30 años, ha defendido la instauración coercitiva de la ilegítima Constitución española.
El hecho cierto, independientemente de las palabras de este o aquel dirigente político, es que la constatación compartida ahora por casi todas las fuerzas de que hay que abrir el debate sobre el futuro del país deja en evidencia que la realidad institucional vigente no ha garantizado el mínimo democrático para el pueblo vasco, hasta el punto de que un amplio sector ha mantenido la idea, sin que se pueda considerar una boutade, de que dicha articulación jurídico-política se concibió, en realidad, para la desintegración y asimilación del proyecto nacional vasco. Resulta obvio que, si durante estas últimas décadas hubiese habido un escenario suficientemente democrático, el debate de los últimos tiempos no se estaría produciendo en los términos en que se está produciendo. Un debate surgido de la existencia de un conflicto político irresuelto.
Así es. Si hoy se habla de otro marco que plasme «la extraordinaria diversidad de identidades o de sentimientos de pertenencia», el motivo resulta claro y sencillo: el de hoy en día no lo hace. -