LAREDO
Laredo es uno de los lugares más frecuentados por ciudadanos vascos para pasar fines de semana y vacaciones, tanto en apartamentos de alquiler como de segunda residencia. De hecho, la localidad cántabra pasa de 14.000 a 200.000 habitantes en los meses de verano. Más del 80% de los veraneantes procede de Bizkaia.Ayer, el pueblo se vio completamente sobresaltado al conocer la tragedia. Decenas de personas se apilaron a lo largo de toda la mañana en los alrededores de la puerta 38-B de la calle Derechos Humanos, para comprobar en primera persona la magnitud del siniestro
La explosión que provocó la tragedia se produjo a causa de una fuga de gas propano que se produjo en la cocina del segundo piso del inmueble, cuya estructura no presentaba daños considerables, según los técnicos municipales. En esa vivienda reside la familia de Getxo cuyos cuatro integrantes fueron hospitalizados en Cruces con heridas graves, a consecuencia de quemaduras e inhalación de humo.
Los cinco fallecidos residían en dos viviendas del tercer piso, encima del apartamento donde se produjo la explosión. Al parecer, la persona mayor y su cuidadora al escuchar la explosión se refugiaron en la casa de sus vecinos, y es allí donde las encontraron muertas junto al matrimonio y su hija, vecinos de Bilbo.
El incendio posterior a la explosión arrasó dos plantas del edificio de viviendas. Una vez controlado el fuego, los servicios de emergencia entraron en el edificio para comprobar si el fuego estaba totalmente extinguido y fue entonces cuando se encontraron los cinco cadáveres. En un principio, se había creído que el inmueble estaba totalmente desalojado.
Sus cuerpos fueron trasladados sobre las nueve de la mañana al hospital de Valdecilla, en Santander, para efectuarles la autopsia. Los féretros fueron sacados del edificio Jai-Alai por empleados de una funeraria acompañados por agentes de la Guardia Civil.
Destrozos evidentes
La zona estaba acordonada y en sus alrededores se encontraban numerosos vecinos, algunos de ellos desalojados, y trabajadores de los medios de comunicación. Todos ellos fueron testigos de la magnitud de lo ocurrido horas antes.La fachada del edificio estaba ennegrecida por las llamas del incendio que se desató tras la explosión y se observaban destrozos en la fachada y ventanas, especialmente en el segundo piso, donde se produjo la deflagración.
El aspecto del inmueble era desolador. La fachada estaba totalmente ennegrecida, a excepción del primer piso; los cristales estaban rotos; el portal, destrozado, y los hierros de los toldos que cubren las terrazas, doblados. Por uno de estos hierros, convertido en mástil colgante, una vecina logró sacar a sus hijos de las llamas, según relató una testigo a GARA. Tal fue la fuerza de la explosión, que uno de los tendederos de ropa apareció a cuarenta metros de distancia del edificio.
El jardín interior del inmueble contenía innumerables rastros de la explosión: sillas, cojines, pelotas de tenis, baldosas o una palmera que había estado plantada a la entrada del inmueble, en la calle Derechos Humanos. También llamaba la atención la cascada de agua, proveniente de las tuberías destrozadas, que caía por el centro del portal.
