Hacer el agosto con la violencia de género
Cuando todavía no hemos llegado al ecuador del mes, la violencia contra las mujeres ya ha marcado una cruel impronta en agosto. Mientras los casos de mujeres violadas en las fiestas de Baiona siguen provocando una importante reacción en los colectivos que trabajan para garantizar que, como en el resto de espacios públicos, la presencia de la mujer en las fiestas pueda darse en condiciones de igualdad y, por tanto, de seguridad, dos muertes han dejado su huella en el calendario veraniego. El pasado domingo, murió en su domicilio de Gasteiz Pilar Atxaerandio, de 75 años de edad. A dicha muerte hay que sumar la ocurrida el lunes en un hotel de la capital vizcaina. Amigos de Prisca Oyé Ondo Nfono, de 32 años de edad, denunciaron ayer mediante una concentración las connotaciones añadidas de este último crimen. Cierto es que la violencia contra las mujeres no sabe de orígenes y condiciones sociales, pero tampoco puede obviarse, entre otros factores, que las leyes de extranjería provocan una situación de indefensión añadida en el caso de los ciudadanos llegados de otros países y que esa vulnerabilidad se hace todavía más patente cuando hablamos de mujeres. Conocidas son las tramas que se encargan de arrancar a mujeres en lejanos países a cambio de falsas promesas de trabajo, y no hay semana que no salten a los medios de comunicación casos de explotación laboral y de esclavismo sexual. No hablamos, por lo tanto, de realidades que nos sean ajenas, ya que se dan entre nosotros, unas veces en los espacios oscuros de la sociedad, en otras ocasiones a la vista de todos aquellos que quieran verlas. Es evidente que para acabar con esta forma de violencia se impone abordar no una sino una auténtica batería de medidas, que se complementen entre sí y que hagan especial hincapié en la prevención. La educación en la igualdad es un imperativo que, aunque gana terreno, precisa de un más decidido empuje por parte de los poderes públicos. Los colectivos feministas, las asociaciones vecinales, los organismos que reúnen a inmigrantes, los educadores sociales... pueden aportar, algunos lo hacen ya, en la búsqueda de terapias eficaces contra la desigualdad. Y, por descontado, todos los ciudadanos pueden contribuir a que la violencia de género no haga su agosto: cada uno y cada una, en su propio círculo, puede actuar para deslegitimar las actitudes sexistas en el origen de esta lacra social. -
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