Decía mi abuelita que quien hace un cesto, hace un ciento. Se refería con especial incidencia a los mentirosos. Quien miente una vez, está dispuesto a mentir siempre. O al menos el que ha sido mentido tiene todo el derecho a desconfiar, a pensar que sigue mintiendo el que ha mentido. Esta operación de los servicios secretos británicos me suenan a película, a una acción preparada por ellos mismos para darse importancia y para que suba la estima y la autoestima de Blair, tan descompensado en su pigmentación facial. De paso le da una válvula de respiro a Bush y propicia que sus aliados israelitas puedan seguir haciendo terrorismo a gran escala en Líbano y en Gaza.

Como era mentira, y muy gorda, lo de las armas de destrucción masiva, ahora hacernos creer que han inventado un explosivo que es transparente y se puede transportar en el neceser es como creer que el excelentísimo señor don Baltasar Garzón va a favorecer en algo el supuesto proceso abierto para lograr la paz, o la normalización política o lo que sea. No se puede estar con la tesis de Aznar, el Gran pequeño Mentiroso, y después intentar colaborar con las supuestas buenas voluntades de ZP. No cuadra. Pues, lo otro, tampoco cuadra. Y las historias rocambolescas de las conexiones en otras partes del mundo son de pura ficción. Es decir, que no me lo creo.

Y mentiras, cerillas y cintas de vídeo es lo que se desprende de la situación en Galicia. Tras el humo, otra plaga. Cada tertuliano una hipótesis. Desde quien insinúa que son los ecologistas que queman eucaliptos, a los narcotraficantes que así despistan a las fuerzas del orden y pueden manejarse mejor, pasando por los despechados de las subcontratas. Cualquiera se siente impelido a hacer una interpretación de esta oleada criminal de incendios. Lo único cierto es que hay intereses tras cada mecha que prende, que la población anda acojonada y que se vuelve a producir una catástrofe ecológica de gran alcance de manera impune. Quien hace un incendio, puede hacer un ciento. Y la actitud de Rajoy es, de nuevo, lamentable, cavernícola, cínica. Otro que hace un ciento diario de meteduras de pata e incongruencias. -