Maite Soroa
Las cosas de la desintegración
Cabalga por ahí el colectivo “Defensa de la Nación Española” en el que debe participar un parlamentario alavés, del PP of course, que recuerda a Pedro el Ermitaño, aquel que con sus sermones apocalípticos embarcó a miles de incautos en una cruzada en la que les dieron más palos que cañamones dan por un euro. En “Libertad Digital”, el diario en la red de Losantos y Cía, advertían que la Constitución está pachucha porque «en los últimos años la presión de los nacionalismos periféricos ha roto sus costuras mediante la proliferación de ‘realidades nacionales’. Lo que hoy estamos viviendo es, se mire como se mire, una agonía: esta Constitución ya es sólo papel mojado». Me gusta la idea. Para explicar el desastre, sólo comparable al de 1989, dicen que «el Gobierno de Zapatero ha demostrado con los hechos que la Constitución no representa un freno para el deshilachamiento del Estado. Los partidos separatistas, que nunca han ocultado su desprecio hacia el texto constitucional, consideran que ya han sacado de él todo el provecho posible, que no ha sido poco. E incluso el Partido Popular, que había hecho bandera de la estabilidad constitucional, propone ahora medidas de reforma que, por otra parte, parecen de sentido común». Y en medio del desastre, la pregunta: «¿qué sentido tiene prolongar la vigencia de una Constitución que ya carece de vigor alguno?». Como en las películas de suspense, el autor conduce al
espectador hasta el único escenario posible: «Estamos viviendo una situación
extravagante: España quiere ser una nación democrática, pero el sistema político del Estado se asienta sobre unas estructuras que cuartean a la nación y, con ello, amenazan a la democracia, pues ésta se basa en la soberanía del pueblo español. Así pues, el orden constitucional, si desea sobrevivir, debe renovarse. Y debe hacerlo, especialmente, cerrando de una vez el Estado de las Autonomías y, de paso, reformando la ley electoral». Ya apareció el cadáver apuñalado. Falta el mayordomo: «El Estado de las Autonomías cumplió una tarea importante: dio carta de naturaleza política a la diversidad real de España, institucionalizó el carácter plural de la nación española. Hace tiempo, sin embargo, que ese objetivo se cubrió con creces. Y ahora es obvio que se ha llegado demasiado lejos, pues el marco autonómico ha dejado de ser útil para la nación y, al contrario, se ha convertido en un factor de desagregación, de conflicto entre regiones, de insolidaridad. Hay que plantear, pues, la necesidad urgente de detener el proceso de desintegración del Estado». ¡Que se tienten la ropa los autonomistas! - msoroa@gara.net
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