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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-12-17
Iñaki Soto - Licenciado en Filosofía
El viento y la cebada

Me ha tocado ver la película “El viento que agita la cebada” estando en Belfast. Para aquellos que no la hayan visto, la película trata sobre la guerra por la independencia liderada por el Ejército Republicano Irlandés y sobre la creación del nuevo Estado irlandés, a principios de los años 20 del siglo anterior. La película refleja los diferentes puntos de vista de aquella revolución, encarnados en los personajes de dos hermanos que luchan juntos por la independencia y se enfrentan el uno al otro una vez firmado el tratado que confirma la creación del nuevo Estado, la descolonización parcial de la isla y la partición.

Resumiendo mucho, la película muestra la brutalidad de la ocupación británica, enseña las contradicciones de la lucha por la eman- cipación ­tanto nacional como social­ y evidencia la postura desentendida e incluso abiertamente opresora que adquirió el nuevo Estado irlandés respecto a la parte del país que permanecía bajo dominio británico. Simplificando mucho, enseña cómo se puede pasar de ser un partisano nacionalista a ser un patriota capaz de oprimir y subyugar al otrora compañero.

Es una buena película que refleja desde el punto de vista del pueblo, de los militantes y no sólo de sus dirigentes, la gloria y la tragedia de aquellos días. Asimismo, explica los orígenes del conflicto que ha persistido con plena intensidad hasta hace poco en el norte de la isla.

En general, los ingleses la han despreciado por ser demasiado explícita respecto a la opresión británica. Los irlandeses del sur la han visto con sentimientos encontrados de pasividad ­como si no fuese con ellos­ y de vergüenza ­como si hubiesen descubierto que también iba con ellos­. Los republicanos del norte la han aplaudido y los unionistas han preferido no verla ­o no confesarlo­.

Todos coinciden en que remarca en exceso las diferencias ideológicas entre los dos bandos republicanos. En general, los términos del conflicto entre republicanos tenían más que ver con la territorialidad y con el anti-colonialismo que con el socialismo o la cultura, tal y como ha demostrado la evolución política desde la independencia hasta hoy día. Siendo justos, conviene decir que las sensibilidades que refleja la película existieron y existen hoy en día en el movimiento republicano. También es cierto que el compromiso respecto a la cultura y la justicia social ha sido y es más radical entre los republicanos del norte que en el resto de agentes políticos y que la película ofrece una explicación plausible al respecto.

Tal y como hemos dicho, la situación política actual de la isla es, en gran medida, consecuencia de los aciertos y los errores cometidos en aquel momento histórico. Una parte importante de ese error se ha podido corregir con el Acuerdo de Viernes Santo y sus posteriores implementaciones. La otra parte, que queda parcialmente reflejada en la película, no se refiere a lo que no se pudo conseguir en el tratado, sino a lo que se podía haber hecho después de él y no se hizo. Se refiere a la postura del Gobierno irlandés respecto a las secuelas de aquel acuerdo. En términos políticos, el tigre celta ha sido un gato acomplejado ante la opresión de sus connacionales al otro lado de la frontera.

Nuevos vientos

El Acuerdo de Viernes Santo ha traído cambios sustanciales a la política en Irlanda. En otras palabras, ha desencadenado nuevos vientos. El más importante, quizás, es que el eje de la política nacional irlandesa se mueve hacia el sur, resituado por el impulso ejercido desde el Sinn Féin. El proyecto de una Irlanda unida requiere de un cambio estratégico a nivel nacional y, hoy por hoy, el Sinn Féin es el único agente político capaz de generar ese cambio. Una Irlanda unida territorialmente requiere una Irlanda unida políticamente.

La estrategia del Sinn Féin de ir agotando fases que tengan un reflejo electoral claro le ha dado resultados que han fortalecido ese cambio estratégico. En los últimos quince años, en el norte el Sinn Féin ha pasado de tener el apoyo del 10% del electorado al 24%. En el sur, del 1% al 13%. Además, como dicen en Cabo Cañaveral, «¡y vamos subiendo!». Nuevos militantes, nuevos cuadros, nuevas generaciones que se reúnen con aquellos que han salido de la cárcel o han abandonado la clandestinidad.

Evidentemente, este proceso tiene sus riesgos y también nuevos retos. La resolución del conflicto ha destapado en el norte una sociedad desestructurada y con graves problemas sociales. La comunidad católica está mejor preparada para hacer frente a estos retos, pero no puede avanzar a menos que incluya a la otra comunidad en su proyecto. En términos ideológicos, esto requiere ahondar en los valores del republicanismo y de la izquierda y ser capaces de reflejarlos en un programa político integral.

Queda por ver cómo reaccionarán el resto de partidos a ambos lados de la frontera. El partido gobernante en el sur, el Fianna Fáil de Bertie Ahern, ve con temor el avance de las posiciones republicanas y se enfrenta a decisiones estratégicas en los próximos años. En el norte, el SDLP post-Hume se debate entre la disolución y la marginalidad. Los unionistas, liderados por el DUP de Paisley, corren el peligro de sufrir un nuevo cisma y cada vez tienen menos oportunidades de recurrir al patronazgo británico. En el fondo, todos son conscientes de que habrán de adaptarse al escenario que marca el republicanismo.

La cebada

Este artículo pretendía ser un pequeño análisis de la situación y las perspectivas actuales en Irlanda y, a su vez, un aviso a navegantes. El viento que agita nuestra cebada no es tan distinto del de la película.

Por un lado, respecto a la negociación con los estados, los conflictos que se intentan resolver parcialmente y por la vía-diseño, en términos cortoplacistas y con la falsa pretensión de ser definitivos, son abono para nuevos conflictos. Un acuerdo que no respete la voluntad popular y que no garantize la libre competencia de todos los proyectos políticos nunca podrá resolver un conflicto político.

Por otro lado, respecto al proyecto nacionalista, el problema no es tanto la lucha por hacer posible lo que hoy es considerado imposible ­en resumen, luchar por una utopía­, sino la autolimitación para llevar a cabo lo que está en nuestras manos. Ninguno de los acuerdos políticos previos obligaba, ni en Irlanda ni en Eus- kal Herria, a torturar a la gente, dejar morir una lengua, asumir fronteras artificiales, negociar y gobernar con personas vinculadas al terrorismo de estado...

Utilizando la jerga de cuando éramos críos, acatar la dominación a cambio de un poco de poder e intentar subyugar a los tuyos es, a la larga, «mear contra el viento». Asimismo, condenar a nuevas generaciones a una larga, dura y difícil historia de sufrimiento es, simple y llanamente, «una cebada». Es increíble cómo una película puede ayudar a entender mejor algo que sabemos desde críos. -


 
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