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Carta abierta a Nadie en particular

Consulté y envié unas preguntas a una página web habilitada para darnos la oportunidad de participar en el proyecto del TAV. Supongo que no tenía que haberme sorprendido al leer las respuestas

 

Helen Groome

Geógrafa

No puedo enviar esta carta a Alguien en concreto, así que lo envío a Nadie en particular. Prosiguiendo con mis intentos de poder participar activa y positivamente en la adecuación del sistema vasco de transporte a los retos del futuro (¿les complacerá a las personas promotoras de obras de dudoso interés social pero clara financiación pública este intento de adecuar mi lenguaje a la época de la participación virtual?), consulté una página web habilitada para darnos la oportunidad de participar de aquí en adelante en el proyecto TAV. De aquí en adelante, no olviden. ¡Participad! se grita ahora. Si queréis cambiar el arbusto de hoja perenne por uno caducifolio en el terraplén del kilómetro 6, ¡es tu momento! Me sentiré realizada.

Vale. Está claro que el momento está diseñado para las personas con bienes directamente afectados por el TAV, su momento de intentar salvar algo, minimizar el daño (pero que se abstengan, por favor, de pedir, a la vez, que se paralice esta obra). Aun así, siendo una eterna optimista, opté por enviar unas preguntas al correo electrónico indicado en dicha página web. Supongo que no tenía que haberme sorprendido por el disgusto espiritual que sufrí tras leer las respuestas. Una en particular brillaba por la ausencia de contenido pertinente. Lógicamente yo había preguntado qué interés podría tener el TAV para una vecina de Karrantza e ilógicamente la respuesta vino a decir que «Cualquier persona estará de acuerdo en que es importante tener un buen aeropuerto, aunque tal vez nunca viaje en avión».

Resulta evidente la falta de reflexión habida al formular esta aseveración, reflexión que debería acompañar a una respuesta de... pues no se indicaba quién escribió el correo electrónico que recibí, pero supongo que alguien del o contra- tado/subcontratado por el Gobierno Vasco. Independientemente de ese insignificante detalle, yo me pregunto si real- mente es «importante tener un buen aeropuerto» en el contexto de un pequeño territorio con ya suficientes, quizá demasiados, aeropuertos. ¿Sabe Don/ Doña Nadie si aquella persona que «tal vez nunca viaje en avión» representa, tal vez, a la mayoría de la población?

¿Podría esa persona que nunca viaja en avión quizá preferir una inversión pública en planificación territorial y sectorial que dé prioridad a la satisfacción de las necesidades socio-ambientales y económicas locales de la mayoría de la pobla- ción, de manera que simplemente desaparecen necesidades infraestructurales de determinadas características, aunque quizá así no quedase dinero público para las obras «macro», «súper» o «hiper» que tienden a beneficiar principalmente a una minoría? Esa persona quizá le recordaría que, tal vez, la población que no viaja nunca en avión contribuye mucho mejor a la lucha contra el cambio climático que la minoría que quiere un buen aeropuerto aunque a costa de fastidiar a la mayoría.

Y, por si acaso lo han olvidado, mi pregunta era sobre el TAV.


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