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Cuando el dedo señala la luna...

Floren Aoiz

Escritor

El necio se queda mirando al dedo. Es, creo, un proverbio oriental, pero bien sirve para resumir muchas de las reacciones a la propuesta hecha pública este miércoles por la comisión negociadora de la izquierda abertzale.

Hay quien ha pretendido dar la bienvenida a la izquierda abertzale al campo del pragmatismo, en un patético intento de subirse a la ola para lograr una referencialidad que la realidad política les niega. Otros han dicho que se plantea la anexión de Navarra a la CAV y se ha llegado a afirmar que la palabra autonomía aparece por primera vez en el discurso de la izquierda abertzale. Incluso algunos se han permitido el lujo de decir que para este viaje no hacían falta alforjas, porque el traído y llevado Plan Ibarretxe es mucho mejor. Para otros, más de lo mismo (caramelito sin azúcar, decía la Cadena Ser atribuyendo la expresión al Gobierno español), una propuesta-trampa (Mayor Oreja ha hecho escuela) y hasta hemos escuchado hablar de las muertes que se podían haber evitado si la izquierda abertzale hubiera asumido estas posiciones en la transición.

No está de más decir algunas cosillas sobre estas infamias-necedades-distorsiones. Si el PNV hubiera seguido los consejos de Manuel Irujo en los años 30 y no hubiera aceptado jamás un estatuto «vasco» sin Navarra, ahora estaríamos en otro escenario político. En su caso mejor no hablar de consecuencias del conflicto y responsabilidades políticas. También merece la pena señalar que la propuesta de la izquierda abertzale ha provocado un gran impacto porque da de lleno en el meollo del conflicto, afronta sus nudos y pone sobre la mesa un escenario democrático sin imposiciones. El esfuerzo realizado para facilitar que otros agentes políticos y sociales puedan hacer suya la propuesta ha podido pasar desapercibido para los que miran el dedo, pero todo indica que puede ser eficaz y posibilitar nuevos pasos adelante hacia una solución política del conflicto. Poco que ver con el Plan Ibarretxe, expresión de una fallida operación política para colocar al PNV en el justo medio entre los dos «extremos» del españolismo y la izquierda abertzale, endosando a ésta la factura del fracaso de Lizarra-Garazi, operación que se derrumbó en el mismo momento en el que el Parlamento de Gasteiz lo aprobó.

¿Por qué no dejarse de pamplinas y, por una vez, mirar directamente a la luna?

 

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