Las víctimas
Javier Ortiz2007/2/8. Estado español.
Un lector residente en Suiza me manda un correo electrónico para llamar mi atención sobre un libro que acaba de aparecer en Francia. Se llama «Le temps des victimes» (...) y es obra de Daniel Soulez-Larivière, abogado, y de Caroline Eliacheff, psiquiatra, ambos bastante conocidos en Francia, por lo que parece (yo no tenía el gusto).
(...) Soulez-Larivière y Eliacheff se basan en la constatación de que, a partir de los años 90, nuestras sociedades occidentales empezaron a hacer algo totalmente novedoso: convertir a las víctimas en héroes. A las víctimas de cualquier desgracia: del terrorismo, de la violencia machista, de las catástrofes naturales, de los linchamientos mediáticos... De lo que sea, con tal de que sirva para elevarlas a la categoría de víctimas. (...)
Siempre ha habido víctimas, por supuesto -constatan-. Lo nuevo es la mirada social que recae sobre ellas. Antes, la sociedad volvía la espalda a los desgraciados. (...) Ahora, en cambio, la compasión es un sentimiento muy prestigiado, que apareja la exigencia de que las víctimas sean acogidas, atendidas, protegidas por leyes especiales y respaldadas económicamente por el Estado, que puede recortar sin ningún miramiento todo tipo de gastos sociales, pero bajo ningún concepto escatimar fondos de ayuda a las víctimas.
Caroline Eliacheff cuenta (...) que en Francia existe hoy la victimología en tanto que disciplina académica. No sólo es posible estudiarla y diplomarse en ella sino que, según Eliacheff, son unos estudios muy solicitados, porque nadie que los termine tiene problemas para encontrar empleo.
Puede resultar paradójico a primera vista que algo así suceda en una sociedad que practica el culto al ganador. Pero la función que cumple la figura de la víctima es fundamental para apuntalar otro fundamento del orden actual, que no es otro que la dictadura de la emoción sobre la razón. Ayuda también a romper definitivamente las barreras entre lo privado y lo público: de ahí el creciente papel que los testimonios personales desgarradores y las escenas de dolor teóricamente privado ocupan en los informativos de las televisiones. Y de ahí también que cada vez haya más programas dedicados en exclusiva a la exhibición de los secretos de las vidas privadas de quien sea, famoso o no, para lo que es frecuente contar con la colaboración abierta de los propios protagonistas. (...)
Acabada la solidaridad, la camaradería y el compañerismo, hemos entrado en el reino de la compasión.