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«Con dieciocho años, yo buscaba símbolos; hoy, en cambio, me salen al paso"

Juan antonio URBELTZ
folclorista Juan Antonio Urbeltz acaba de presentar «Danzas `morris', origen y metáfora" (Pamiela), libro en el que profundiza en la revolucionaria tesis de que las máscaras de Carnaval son metáforas a través de las cuales durante siglos, milenios incluso, la humanidad ha conjurado las plagas de insectos.

Martin ANSO | DONOSTIA

En Carnaval, la sociedad «se insectiza», afirma Urbeltz, y hace notar que en euskara existe una identidad entre mozorro (máscara) y zomorro (insecto). Lleva unos años defendiendo la tesis de que las máscaras de Carnaval y las danzas ceremoniales son «artefactos» destinados a conjurar las plagas de insectos.

Ha explicado ya su tesis en obras como «Los bailes de espadas y sus símbolos». Su nuevo libro, en el que la aplica a las danzas moriscas inglesas, ¿supone su internacionalización?

Sí, en la medida en que el pueblo vasco tiene menos presencia en el mundo que el británico. En realidad, ya en «Los bailes de espadas» citaba las danzas morris, pero el libro estaba centrado en la ezpata-dantza, y las referencias a esas danzas inglesas eran algo de apoyo, periférico. El nuevo libro, sin embargo, está centrado en las danzas morris.

Aplique brevemente por favor su tesis sobre los insectos a algunas de las manifestaciones carnavalescas más tradicionales de Euskal Herria.

Yo digo que las de Ituren y Zubieta son máscaras antiinsectiles. Fijémonos en dos de los artefactos que utilizan: isopua, la cola de caballo, y joareak, los cencerros. La función antiinsectil del primero es evidente; la de los segundos, quizá no tanto, porque la que hoy les reconocemos es la de ayudarnos a encontrar el ganado en el monte, pero yo he visto cencerros de bronce de la antigua Grecia decorados con moscas. ¿Lantz? Los zaldikos de Lantz son la representación de la plaga de langostas. Prácticamente en todas las lenguas de Europa a las langostas se las designa con nombres como caballeta o similares. El gigante Miel Otxin sería la representación del hambre que sigue a la plaga. En la maskarada suletina, la langosta, representada por zamaltzain, vuelve a ser protagonista. Estas son ideas simples; la tesis, lógicamente, va más allá.

Lleva ya años defendiéndola. ¿Qué eco ha encontrado? ¿Se siente un poco Quijote?

Aquí, en el país, ha tenido una cierta respuesta positiva, pero, en general, ha habido silencio. Lo entiendo, porque es algo absolutamente nuevo. Si nos hemos pasado la vida mirando a la derecha y, de repente, una cabeza, y sólo una, gira a la izquierda, qué le vamos a hacer. Hará falta tiempo. Yo creo que, cuando todo el mundo repite las mismas tesis y lo hace ya sin fuerza, es que están agotadas. En esa situación, una tesis nueva es enormemente creativa. La de los insectos, por ejemplo, permite realizar introspecciones en un mundo enormemente amplio de metáforas.

Da la sensación de que últimamente está recogiendo los frutos de muchos años de trabajo.

Sí. Creo que, sin desdeñar el papel que juega la suerte, la vida es, en general, como una libreta de ahorros: tanto pones, tanto tienes. A los 18 años, yo, de formación autodidacta, buscaba el significado de los símbolos. Hoy, en cambio, los símbolos me vienen a buscar, en el sentido de que veo algo y en seguida lo enlazo con otra idea.

Usted era dantzari y, como lo era, volcó su interés por los símbolos en el mundo de la danza. Si no hubiese sido dantzari, lo hubiese volcado igualmente sobre otra disciplina. ¿Esta idea es correcta?

Lo es. La danza, como cualquier otra disciplina, es una vía de conocimiento. Yo siempre he tratado de aunar teoría y práctica. He bailado y sigo bailando, pero también he querido buscar el sentido profundo de lo bailado, convencido de que también así aporto mi grano de arena a la pervivencia de uno de nuestros elementos culturales.

Un elemento que en otro tiempo fue muy significativo. Suele atribuirse a Voltaire haberse referido a los vascos como «el pueblo que baila a ambos lados del Pirineo». Hoy, sin embargo, da la sensación de que la danza vasca ha quedado estancada. Desde luego, a pesar de notables esfuerzos, algunos protagonizados por usted mismo, no ha conocido la espectacular puesta al día de otras manifestaciones de la cultura tradicional, como el bertsolarismo o la txalaparta. ¿Por qué?

Sobre todo porque la sociedad actual otorga una importancia secundaria a la danza y, por tanto, difícilmente podrá situarse en primer plano. Por lo demás, la situación es compleja. Las danzas más espectaculares son difíciles y su ejecución requiere un alto grado de preparación. Los grupos podrán mantener parte de esa tradición y eso es en sí mismo importante. Otras danzas pueden ser aprendidas y disfrutadas sin grandes esfuerzos. Eso es lo que, por ejemplo, intentamos hacer a través del programa Dantza Ganbara. Se pueden seguir organizando romerías, pero, claro, no conseguiremos evitar que la importancia que la danza ha tenido en ellas como sistema de comunicación haya decaído. A otra escala, hay que mantener las tradiciones vivas, como las de Lantz, Zubieta e Ituren, Baja Navarra, Lapurdi o las danzas del Corpus de Oñati, y, por supuesto, también hay que mantener e incluso se pueden recuperar cosas simbólicas, como, por ejemplo, la soka-dantza de un alcalde arropado por los dantzaris del pueblo. Pero, con todo, hay cosas que va a resultar difícil conservar.

¿La «crisis» que, al parecer, vive la danza es generalizable al conjunto del folclore?

Creo que sí, creo que, de alguna manera, el folclore siempre está en crisis, porque, en general, es expresión de una sociedad rural que desde el mundo urbano, dominante, ha tendido a minusvalorarse, y ello ha generado complejos de inferioridad y desape- go. Lo que tengo claro es que la gente que considere el folclore como algo propio ha de sentirse feliz con él. El folclore hay que disfrutarlo, no sufrirlo.

Usted es autor de letras de canciones, alguna tan exitosa como «Baldorba». ¿Una faceta menor de su actividad?

Sin duda. No soy poeta ni nada por el estilo. Lo que pasa es que, como cualquiera, puedo tener un golpe intuitivo y que salga algo emotivo, como «Baldorba». Parte de mi familia procede de allí. Benito Lertxundi, con quien mi mujer ha tocado el acordeón durante años, me pidió esa y alguna letra más y terminó poniéndoles música. El mérito del éxito es todo suyo, sin duda.

¿Puede adelantar qué tiene entre manos en estos momentos?

Un ensayo que quiero titular «Cromlech vasco y zorro japonés, de Oteiza a Kurosawa». Tengo intención de analizar la metáfora que hay tras el cromlech de Oteiza y enlazarla con la película «Los sueños» de Kurosawa.

¿Puede ser más explícito?

En «Los sueños», un día en el que llueve y a la vez hace sol, una madre le dice a su hijo que entre en casa, porque, con ese tiempo, los zorros celebran sus bodas y no les gusta que nadie les vea. En Euskal Herria existe exactamente la misma creencia. Todavía recuerdo que, cuando yo tenía cinco años, ante una situación de lluvia y sol, mi madre, que era de San Martín de Unx, me dijo: «A esto le llamamos el sol de los zorros». Mi padre, de Lintzoain, añadió: «Nosotros, azeri-boda». Tras esto se esconde una metáfora que debe ser antiquísima, pues Euskal Herria y Japón no han estado precisamente en contacto. Quiero indagar sobre ella.

¿Algún nuevo espectáculo?

Sí, ya hemos empezado a trabajar sobre él en Argia con los grupos con los que habitualmente colaboramos. Se titulará probablemente «Azeri-boda», aunque no será la plasmación del ensayo ni nada por el estilo. Tenemos previsto estrenarlo este mismo año, en octubre.

¿Qué relación tuvo usted con Jorge Oteiza y cómo influyó en su trabajo?

Mi mujer Marian y yo conocimos a Oteiza en 1965. Era un hombre tremendamente generoso, que siempre estaba presentando a la gente, buscando que cada uno aportase lo mejor de sí mismo, para crear así sinergias. En ese sentido, fue muy importante para mucha gente. En mi caso concreto, me ayudó a proyectar los elementos que, aún a un nivel intuitivo, empezaban a fermentar en mí. Yo le contaba en qué estaba trabajando y rápidamente se establecía una discusión. Tenía momentos verdaderamente geniales. Y, desde luego, sabía impulsar a los jóvenes.

Usted es uno de los patronos de la Fundación Oteiza directamente designados por el artista, a quienes se ha calificado como «el sector crítico», frente al «sector oficialista», constituido por los afines al Gobierno de Nafarroa. Desde su punto de vista, ¿dónde radica el problema?

Yo creo que no hay que perder de vista en ningún momento que se trata de una fundación privada. El Gobierno invierte tantos y cuantos millones en la creación de un museo. De acuerdo. Pero eso no es un regalo, una subvención o una graciosa concesión, sino un compromiso que adquiere a cambio del legado de Jorge. Porque, si nos ponemos a calcular cuánto ha aportado el Gobierno y cuánto el artista, la balanza se inclina, sin duda, del lado de éste. Sin embargo, nombran nuevos patronos, que, por importantes que sean, y lo son, no los nombró Jorge. Eso modifica la estructura de la fundación, es un abuso y una traición del presidente, don Juan Huarte, quien, además, vota con dos manos, y a lo largo de todos estos años nos ha sometido a toda una serie de imposiciones. La falta de diálogo es total, bueno, no, puede dejar que decidamos si los porteros del museo deben llevar gorra de plato o no, pero del resto, nada.

Se le nota muy, muy enfadado.

Es que yo estoy muy mal con esta gente. Hombre, yo estoy seguro de que a Jorge le hubiera gustado el museo tal y como está, porque es obra de su gran amigo Paco Saenz de Oiza y porque hubiera colmado una parte de la vanidad que todo el mundo tenemos. Pero eso es una cosa y otra muy distinta no permitir que aflore siquiera el lado heterodoxo de Jorge. El Museo y el Patronato de la Fundación deberían ser los encargados de elaborar toda una serie de programas alrededor de Jorge, sus intereses y los intereses generales de nuestra gente y del país, que es lo que él buscó.

INSECTOS
«Una tesis nueva es enormemente creativa. La de los insectos permite penetrar en un mundo muy amplio de metáforas"
REPETICION
«Cuando sobre una cuestión todo el mundo repite una y otra vez las mismas tesis y lo hace ya sin fuerza, es que éstas están agotadas"
DISFRUTAR
«La gente que considere el folclore algo propio ha de sentirse feliz con él. Porque el folclore hay que disfrutarlo, no sufrirlo"
«Lo que está sucediendo en la Fundación Oteiza es una traición"
ESPECTACULO
«Estamos trabajando en un nuevo espectáculo que se titulará `Azeri-boda' y que esperamos estrenar en octubre"

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