Zapatismo: De San Andrés a la otra campaña
Para crear un México sobre bases justas, hay que batir poderosos enemigos que sólo pueden ser enfrentados si quienes luchan por el cambio se unen y actúan coordinados
Iñigo Bilbao
Militante de Askapena
Hoy se cumplen 11 años de la firma, entre el EZLN y el Gobierno mexicano, de los Acuerdos de San Andrés, que supusieron un hito histórico en la lucha de los pueblos originarios, no sólo de Chiapas sino de todo México, ya que suponían su reconocimiento como sujetos políticos.
Hicieron falta más de diez meses de difíciles negociaciones para culminar un acuerdo. A dos años del alzamiento zapatista, se abría una ventana a la esperanza. Pero el Gobierno mexicano no cumplió su parte, y el 2 de septiembre de 1996, el EZLN suspendió el diálogo. En noviembre, la COCOPA (Comisión de Concordia y Pacificación) intentó reconducir la situación mediante una propuesta de ley que recogía la base de lo acordado en San Andrés. El EZLN aceptó. Lo mismo hizo la delegación gubernamental. Pero cuando el presidente Zedillo regresó al país, se retractó de la firma.
Podríamos resumir la estrategia zapatista en tres etapas bien diferenciadas. La «guerra convencional», que solamente duró doce días. El 12 de enero de 1994 se declaró el alto el fuego por parte del gobierno y comenzó otra etapa, la que podríamos llamar fase «negociadora». Los Acuerdos de San Andrés supusieron su punto álgido y se convirtieron en la columna vertebral de la estrategia zapatista.
El EZLN fue implementando diversas iniciativas que obligaran al gobierno a cumplir lo firmado. Durante todo este periodo, la política represiva llegó a sus mayores cotas. Pero en las elecciones presidenciales del 2000, se produjo un cambio de gran trascendencia: el PRI perdía el poder tras más de 70 años. Su lugar fue ocupado por el PAN de Vicente Fox.
En un nuevo intento de ver cumplido San Andrés, el EZLN planteó tres condiciones para volver al diálogo y anunció la «Marcha del color de la tierra» que llevaría a parte de la comandancia zapatista hasta el Congreso para defender la Ley COCOPA como forma de solucionar el conflicto. Ya podemos imaginar lo que pasó.
Efectivamente, el 25 de abril de 2001, todos los partidos políticos del Senado aprobaron una ley de reforma indígena, pero que no recogía lo acordado en San Andrés. Esta «ley de la traición» supuso el segundo «no» el del poder legislativo y de toda la clase política -incluida el PRD-, a una salida negociada al conflicto.
La negativa del tercer poder, del judicial, llegaría en septiembre de 2002, cuando la Suprema Corte de Justicia declaró improcedentes los cientos de recursos planteados contra la ley.
Podemos decir que este momento marcó la ruptura total del zapatismo con la clase política sin excepción, incluido el PRD, y el comienzo de una tercera etapa, la de la «autonomía por vía de los hechos».
La creación de las Juntas de Buen Gobierno (agosto de 2003) responde a esta nueva etapa. Poco a poco, el zapatismo ha ido creando su propia forma de organización paralela a la institucional: una red sanitaria propia, una red educativa, un sistema de administración y justicia, una planificación económica basada en las cooperativas y las tierras comunales, y una defensa, a cargo del propio EZLN. Con grandes carencias pero con enormes avances, en un contexto de guerra de baja intensidad, la autonomía en territorios zapatistas ha llegado a un nivel de desarrollo importante.
Pero esta lógica de autonomía, dentro de un México capitalista y neoliberal como el actual, tiene unos límites demasiado estrechos. De ahí la necesidad de un cambio más profundo en las estructuras de la nación. De ahí el análisis que hace la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en verano del 2005 y la iniciativa que se deriva: la Otra Campaña.
La filosofía de «La Otra» no es nueva: la unión hace la fuerza. El enemigo común de los pueblos y las personas es el capitalismo. Pero para crear un México sobre bases justas, hay que batir poderosos enemigos que sólo pueden ser enfrentados si quienes luchan por el cambio se unen y actúan coordinados. Para lograr ese amplio «frente nacional de lucha», lo primero que plantea el zapatismo es el mutuo conocimiento entre quienes están «abajo y a la izquierda». Ese fue el motivo para la gira de Marcos. El objetivo a medio plazo es articular una lucha por una asamblea constituyente que posibilite a los pueblos de México elegir una nueva constitución.
Los Acuerdos de San Andrés quedan, en apariencia, muy lejos de Euskal Herria. Pero la distancia entre los pueblos que luchan por sus derechos y libertad es siempre muy pequeña. La historia se repite: gobiernos que no cumplen lo acordado, empleo de la represión, falso discurso sobre «la necesidad del diálogo», etc...
Sólo nos queda seguir luchando; construir desde hoy, por vía de los hechos, esa Euskal Herria que nos quieren negar; desarrollar el internacionalismo solidario con luchas como la nuestra. El enemigo es muy poderoso y sólo juntos podremos vencer. Pero una mirada al mundo nos da razones para el optimismo. Cada vez somos más en la lucha por libertad y el socialismo. Y el enemigo, con sus verdugos locales, cada vez tiene más problemas para mantenernos bajo su bota.