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El gobierno indio y novartis se juegan en un juicio el acceso de los países pobres a fármacos baratos

India, el único país que le ha plantado cara a la OMC, según Médicos Sin Fronteras, frente al gigante médico Novartis, último premio del Foro de Davos a la empresa internacional más irresponsable. En juego, en un tribunal indio, las patentes farmacéuticas.

Si gana Novartis, 28 millones de personas están condenadas a muerte en Africa». Con esta lapidaria frase resumió en una reciente visita a la capital bilbaina el doctor italiano Alberto Piubello, responsable de un programa de tratamiento con antirretrovirales en Camerún, la repercusión de una hipotética victoria de esta multinacional farmacéutica suiza en el litigio que le enfrenta desde ayer al Gobierno indio por la patente de un fármaco contra un tipo concreto de leucemia, Glivec. El Tribunal Supremo de la ciudad india de Chennai deberá decidir en las próximas fechas quién lleva razón, y de su decisión están pendientes no sólo los accionistas de las principales firmas farmacéuticas del mundo sino millones de personas en los países más pobres. Y no porque sufran ese tipo concreto de cáncer, sino porque una docena de fármacos más, entre ellos unos cuantos antirretrovirales, aguardan el fallo para saber si sobre ellos imperan las patentes o podrán ser copiados como genéricos y vendidos a un precio muy inferior.

Un indio paga 8.000 rupias mensuales (unos 135 euros) por su tratamiento a base del genérico de Glivec, una cantidad que contrasta con las 120.000 rupias (unos 2.000 euros) que cuesta el medicamento patentado por Novartis. Sólo en India, más de 20.000 personas toman la versión genérica de Glivec. Pero Novartis responde que a 6.500 de esos pacientes (según ella, el 99% de todos los que reciben este medicamento) se les facilita de manera gratuita.

Un enfrentamiento en los tribunales al que medio mundo mira, sobre todo el más pobre. Los acuerdos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) que regulan los derechos de propiedad, los llamados TRIPS, obligaban a los países firmantes a reconocer a partir de 2005 las patentes de los productos, incluidos los medicamentos. La potestad de las farmacéuticas para comercializar un fármaco desde que su formulación es descubierta es de 20 años, de los que la mitad transcurren entre ensayos y la otra mitad es el tiempo que tiene la industria para sacarle rendimiento económico. Pero para que un fármaco pueda ser patentado, y en consecuencia, no copiado como genérico, debe ser «nuevo, innovador y útil».

India se ha convertido desde hace años en una «fábrica» de medicamentos genéricos, vendidos por todo el mundo a un precio mucho más bajo que el oficial. Al acatar los TRIPS, ese trabajo de «fotocopia» caducaba en parte. Sin embargo, en 2004, con un nuevo Gobierno, decidió otorgar a la Oficina de Patentes india la posibilidad de dirimir si un medicamento es nuevo o no. Y así, decidió en enero que Glivec, un fármaco de la empresa Novartis, uno de los primero surgidos al amparo de la revolución genética en la medicina, no era una novedad, sino que como muchas veces hacen las farmacéuticas, estaba basado en otro medicamento parecido que la propia Novartis ya patentó en Estados cuando se iniciaron los primeros ensayos. Es decir, una mejora sobre lo ya comercializado y así esos iniciales 20 años de patente se vuelven a alargar.

Esta «jugada» del Gobierno indio es lo que le ha llevado a sentarse desde ayer en un banquillo del país, después de que Novartis recurriera judicialmente no para demostrar que Glivec es un nuevo anticancerígeno -aprobado como tal por la FDA estadounidense hace cinco años-, sino para denunciar que los acuerdos de propiedad de la OMC para nada contemplan que una oficina nacional de patentes tenga la potestad de decidir cuándo un fármaco es nuevo o no.

Las autoridades indias tienen pendientes de revisión unas 9.000 solicitudes de patentes, según estimaciones de Médicos Sin Fronteras, la mayoría de las cuales son modificaciones de medicinas antiguas que se verían afectadas por el caso.

 

Argumentos a favor y en contra

Organizaciones como Médicos Sin Fronteras, Oxfam o la Red India de Personas son Sida protagonizan desde hace semanas una campaña internacional contra el gigante suizo, para exigirle que cese en su demanda contra la leyes indias. Los argumentos de éstos son claros: El país asiático es el principal proveedor de medicinas esenciales en los países en vías de desarrollo, a los que exporta el 67% de su producción de genéricos; de ahí que estas organizaciones humanitarias adviertan de que este caso va más allá de Glivec. Si Novartis gana, podría provocar que se otorgaran más patentes y un encarecimiento de los medicamentos. La multinacional se defiende y argumenta que «las patentes salvan vidas» y que sin patentes «no habrá medicinas ni para ricos ni pobres».

En el fondo, y más allá de la sentencia final, el drama reside en que 8.000 rupias mensuales por un genérico siguen siendo muchas para un trabajador indio o de cualquier otros país empobrecido del mundo.

Joseba VIVANCO

 

dólares
costaba en el año 2000 el tratamiento de un enfermo de sida; hoy, gracias a los genéticos y la presión de la sociedad civil, sale por 136 dólares al año
India, la «farmacia" del tercer mundo

Médicos Sin Fronteras depende de India para el 80% de los medicamentos que usa en proyectos contra el sida, en los que participan 80.000 personas en más de 30 países. Es un ejemplo de lo que supone esta «farmacia" de genéricos a bajo precio para muchos países. Es por ello que la propia India no sólo se juega en este juicio seguir siendo ese referente mundial que compite con las grandes farmacéuticas o guiar a otros países como China, Sudáfrica o Brasil en esta empresa. También se dirime el futuro de su cada vez más fuerte y propia industria farmacéutica, donde hay laboratorios como Ranbaxy o Cipla. Tanto es así que han adquirido ya laboratorios europeos y planean competir, incluso, con la propia Novartis. J.V.

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