El primer ministro británico, Tony Blair, ha confirmado la reducción del contingente militar que tiene su país en Irak. A la decisión de Londres seguirá pronto la del Gobierno de Dinamarca, que pasará a engrosar la larga lista de países que han ido abandonando la coalición. De los 40 países que enviaron soldados a invadir Irak queda hoy una veintena. De hecho, de los 150.000 soldados extranjeros desplegados actualmente en Irak 130.000 son de EEUU. Esa desproporción se incrementará con la salida en unos meses de 5.000 soldados británicos. En todo caso, la retirada progresiva de las tropas británicas tiene una relevancia política suplementaria, dado que la invasión de Irak se cimentó sobre el eje Washington-Londres. Las revelaciones sobre las falsedades en que incurrió Blair en la crisis, y más en concreto en relación al nunca encontrado armamento de destrucción masiva de Sadam Husein, han provocado un perjuicio considerable al premier laborista. La retirada militar parcial anunciada ayer parece ser el modo elegido para recuperar imagen a ojos de la opinión pública interna. Sin embargo, la salida progresiva de aliados de EEUU de Irak tiene otras lecturas: la primera es que Bush asume cada vez más en solitario los compromisos derivados de la ocupación. O lo que es lo mismo, las consecuencias de su fracaso.