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Martin Garitano Periodista

Los cinco puntos de la dignidad de Euskal Herria

Fidel y los barbudos bajaron de la Sierra Maestra aquel diciembre del 58 con un programa democrático de mínimos al que pusieron música el inolvidable Carlos Puebla y sus Tradicionales. Lo cantamos hasta desgañitarnos. Se titulaba «Los cinco puntos de la dignidad» y desgranaba en media docena de estrofas las demandas inaplazables de los revolucionarios que se alzaron contra la tiranía de Batista y, aquellos sí, le dieron la vuelta a la tortilla.

En estos pagos, recién fallecido Francisco Franco y con su tiranía en pleno proceso de metamorfosis, patriotas anóni- mos -aunque todos ellos bien conocidos- adaptaron nueva letra al son cubano. Lo titularon «Cinco puntos tiene KAS» y muchos recordarán, todavía en estos días, a Joselu Cereceda entonándolo en cuanto la ocasión, sin tener que propiciarlo, se lo permitiera.

Hablaban los cinco puntos de KAS de la amnistía, la que habría que arrancar si no se concediera por el poder carcelero; de la independencia, previo paso por el apeadero de la autodeterminación; del derecho de nuestra gente a conocer, emplear y transmitir el euskara; de la imperiosa necesidad de despoblar el paisaje vasco de fuerzas armadas ajenas -mejor por las buenas- y de la emancipación de la clase obrera frente a los apetitos desordenados del Capital.

Han pasado treinta años y, con el permiso de Garzón o sin él, aún resuena el peculiar son vasco. No ha perdido vigencia el programa democrático de mínimos que recogía el canto. Y la izquierda abertzale lo ha vuelto a exponer con nitidez en la propuesta que, con forma de autonomía política para el conjunto de Hego Euskal Herria, recoge el inalienable derecho a la soberanía. Inalienable, descuiden.

Lo propuesto es, además de intachable desde una concepción democrática de la política, de una concreción tal que rompe en mil pedazos el tópico que presentaba al abertzalismo de izquierdas como excesivamente idealista y poco anclado en la realidad. He ahí los cinco puntos de la dignidad de Euskal Herria.

Y a la vista de una proposición tan sólida como realista el presidente español ha venido a Gasteiz a contarnos el cuento de la buena pipa. No es eso, Zapatero, no es eso.

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