Silencio clamoroso tras la represión
La actuación de la Ertzaintza el sábado en las calles de Bilbo, además del grave saldo represivo, dejó en el aire una serie de preguntas en torno a los motivos reales, las responsabilidades y los posibles beneficiarios que pudieran deducirse de semejante situación. Algunas de esas dudas empezaron a verse respondidas en la jornada de ayer, ya que, como no podía ser menos, las graves imágenes de las cargas policiales causaron una importante conmoción y provocaron una cascada de reacciones. Las respuestas no llegaron solamente a través de las declaraciones efectuadas públicamente, sino también, y tal vez con mayor claridad, por el más clamoroso de los silencios.
Como siempre que se trata de valorar una actuación policial, en este caso de la Ertzaintza, PSOE y PP hicieron piña en su defensa. La formación conservadora alabó la «profesionalidad» de la Policía autonómica, y también el PSE justificó la carga llegando a preguntar a la izquierda abertzale «si esperaba que los ertzainas les aplaudiesen». Pero el silencio que ayer mantuvieron tanto el Gobierno de Lakua como los dirigentes del PNV se convirtió en la declaración más evidente. Lakua no consideró necesario reunirse con urgencia ante la alarma, el pánico y las heridas que la violencia policial causaron, ni siquiera vieron la necesidad de salir públicamente a defender -no digamos criticar- una actuación de la Policía bajo su responsabilidad, que como mínimo debiera mover a la preocupación. En Bilbo hubo violencia en las calles, pero en esta ocasión ni PNV ni Lakua lo consideraron relevante.
Y ello a pesar de que la imagen ofrecida el sábado en Bilbo incide en los deseos de algunos sectores políticos, con los que ni Lakua ni PNV debieran sentirse identificados, de torpedear la posibilidad de recuperar las oportunidades de poner en marcha un proceso de paz y normalización política en Euskal Herria. Un proceso ante el que la izquierda abertzale reiteraba ayer su apoyo en una entrevista que también despertó reacciones, incluida la del presidente del Gobierno español. Una dialéctica que, plasmada en hechos, se antoja camino deseado para la sociedad vasca, en contraposición con la situación generada por la Ertzaintza ante la multitud.