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Raimundo Fitero

Concursos

Una parte de la historia de la televisión está formada por concursos, y concursantes. Diez años lleva en antena «Saber y ganar», y al leerlo me ha parecido poco. Me parece que lleva mucho más tiempo ofreciendo un entretenimiento familiar activo y participativo. Yo diría que es eterno, que está desde siempre, y aunque los documentos no me dejan mentir mucho más, lo cierto es que forma parte de una factoría de concursos que, por lógica, tienen un mismo aire.

El director es Sergi Schaff, que fue el director de otros míticos concursos que han salido del centro de TVE en San Cugat, y eso se nota en muchos detalles. Los presentadores, sin ir más lejos. Tenemos a Jordi Hurtado al frente de este concurso, y es un señor que rejuvenece. Mientras el resto de los mortales vamos acumulando en nuestra faz arrugas, reflejos de nieve en el cabello, deterioro en nuestros instrumentos depredadores, él no. Él mantiene una sonrisa todavía más blanca, un pelo azabache, casi en su totalidad, y una piel tersa. Y, sobre todo, se mantiene jovial, pícaro, juguetón, pero muy integrado en el programa, y diría que es una continuidad del decorado o de la dirección, como si la simbiosis fuera absoluta, casi una electrolisis catódica.

«Cuatro» planteó hace poco un concurso de concursos. Es decir participaban ganadores de otros concursos y se dio la circunstancia de que después de varias semanas eliminándose unos a otros, los tres finalistas habían sido concursantes y ganadores durante un periodo de tiempo de «Saber y ganar». También habían sido concursantes de «Pasapalabra», dato que nos sitúa ante la sospecha de que existen profesionales, o muy aficionados a los concursos televisivos, que a base de verlos y de entrenarse logran levantarse algunos euros extras.

El concurso de «Cuatro» era de una exigencia bastante notable. La velocidad con la que contestaban los concursantes era un espectáculo. Las preguntas de amplio espectro se complicaban hasta situaciones casi inverosímiles, pero los tres fueron contestando y la competición fue un auténtico despliegue de memoria, reflejos, conocimientos y una capaci- dad mental para sobreponerse a las tensiones.

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