Editorial 2007/2/28. Catalunya.

El 11 de julio de 1995 las tropas serbobosnias, comandadas por el general Ratko Mladic, ocuparon Srebrenica después de que los cascos azules de Naciones Unidas se retirasen de allí. Las consecuencias de aquella cesión fueron horrorosas. (...)

Más de diez años después, el Tribunal Internacional de Justicia de la Haya ha exculpado a Serbia de genocidio durante la guerra de Bosnia, si bien no ha podido evitar caer en contradicciones flagrantes. El gobierno de Belgrado no instó a las tropas serbobosnias a cometer ningún genocidio, pero tampoco «hizo nada por evitarlo». (...)

Esta decisión pretendidamente salomónica deja un gusto de boca amargo entre las víctimas de aquel genocidio que sí fue impulsado -con una impunidad que aterra- por el régimen de Belgrado y su máximo responsable, el presidente Slobodan Milosevic, que contó con la sumisión o la complicidad absoluta de todas las instituciones serbias.

El Tribunal Internacional de Justicia depende de la ONU, también responsable, en otra instancia, del genocidio de Srebrenica. Posiblemente su decisión ha sido inspirada por la necesidad de no humillar excesivamente a Serbia, ahora que las propias Naciones Unidas han de dictaminar un futuro para la zona de Kosovo que no agradará en absoluto a Belgrado. Sea como sea, la sentencia ha sido un error más, que puede quedar como un ejemplo funesto de cara al futuro.