Los espectáculos musicales con marionetas han demostrado ser un efectivo método para introducir a los niños en las complejidades de la música clásica. En el Festival de Marionetas de Tolosa se puede ver cada año alguna producción de este tipo, y los resultados, tanto artísticos como pedagógicos, siempre suelen ser óptimos. La Orquesta de Euskadi ha hecho bien, por tanto, en elegir marionetas para dar vida a la historia de Romeo y Julieta, con una música, la de Prokofiev, que, aunque preciosa, no se encuentra tampoco entre las más accesibles para los pequeños.

La parte teatral fue responsabilidad de la compañía catalana Teatro Per Poc, y la técnica escogida en esta ocasión, la de títeres gigantes. La morfología de los múñecos, construidos mediante telas ligeras y máscaras para el rostro, permitió a los actores desarrollar acciones rápidas y vibrantes, casi coreográficas, que sirvieron muy bien para escenas de lucha como la «Muerte de Mercuccio» o la «Danza de los caballeros». Pero la abstracción en el diseño de los muñecos, sin brazos ni piernas y sin apenas recursos expresivos, fue un pequeño hándicap para escenas íntimas como la de Julieta y su nodriza o la muerte de los dos amantes, en las que el plasticismo de las telas volando por los aires tenía que ser sustituido por pequeños movimientos de cariño o desesperación. Pero, pese a estos detalles, fue una puesta en escena valiente y con momentos realmente hermosos.

El peso de la parte narrativa recayó sobre la actriz Matxalen de Pedro, que creó una buena conexión con los pequeños, gracias a su actuación ligeramente histriónica y una dicción perfectamente comprensible.

A los músicos de la Orquesta de Euskadi se les vio involucrados con el proyecto y, bajo las órdenes de Pablo González, recrearon la partitura con calidad y emoción suficientes para redondear un espectáculo en general notable y, sobre todo, ameno.