Los viernes flamencos vivieron una jornada de transición con apenas tres cuartos de entrada en la habitualmente rebosante sala de cámara del Teatro Barakaldo. Y es que el entendido público que frecuenta el recinto no las tenía todas consigo ante esta joven cantaora de voz laína.

Se denomina así en el mundo flamenco a la voz fina, con tendencia a los tonos agudos, como la que posee Gema Caballero. Esta cantante granadina (formada como cantante de acompañamiento para el baile hasta que tuvo la técnica y el ritmo suficientes para debutar como solista), es una de esas promesas a las que les falta todavía un poco del cuajo necesario para ser una verdadera cantaora. Y es que no sólo hace falta tener una bonita voz, dulce y melodiosa, como la que ella posee, o interpretar bien los quiebros o los ayeos de los diferentes palos. Es preciso ir más allá, hay que poseer el desgarro, la jondura de los auténticos flamencos. En el Barakaldo Antzokia escuchamos a una cantaora que todavía no posee verdadero rajo flamenco y tiende a darle un tono de copla o canción andaluza a todo lo que interpreta.

En su recital, la mayoría de los cantes se parecieron demasiado entre sí, aun interpretando palos tan diversos como soleares, tarantas o alegrías. En su favor podemos decir que fue generosa en el esfuerzo, entregándose por completo, y que consiguió congraciarse con el público hacia el final del recital con una soleá apolá resuelta con garra.

Habrá que seguir la evolución de esta intérprete para comprobar si con la madurez abandona los vicios adquiridos y profundiza en las esencias del cante.

Su acompañante, el joven guitarrista barcelonés, formado en Sevilla, Pedro Barragán, estuvo también discreto, logrando tonos flamencos en algunas falsetas, pero sin salirse de la tendencia, un tanto light, que caracterizó el recital.