En el segundo pase contemplamos los momentos más intensos y comprometidos. Comenzó con una versión bordada del «God bless the child» de Billie Holliday, donde Itxaso ajustó con verdadero acierto las características de este tempo lento y dramático a la tesitura de su voz. Poco después, sin embargo, puso de relieve sus limitaciones en los agudos de la balada «The Peacocks», que hizo célebre Stan Getz, si bien, previamente nos había cautivado con la deliciosa pará- bola acerca de la felicidad que es «Benino edo Benito», de Muguruza, cantada con singular brío. Tema en el que Oleaga deslumbró con sus percusiones, demostrando cuán seguro y espectacular puede mostrarse este joven veterano.

De ahí al final, disfrutamos un repertorio ya conocido (en el que algunos echamos en falta algunos de sus temas en euskera) hecho a la medida de la vocalista para destacar su especial estilo de frasear, forjado de manera intuitiva, su melodioso timbre de voz y el encanto, tan particular, que lo adorna.