REBELIÓN. Manuel de Castro García 2007/3/17. Estado español.
Seguiremos matando mujeres
Pensar que, de algún modo, una fuerza o un ser superior salió de la nada para iniciar el `Big Bang' y montar todo este tinglado universal es un gesto desesperado pero que merece cierta compasión, incluso para el científico desesperado y adulto que llegó a un punto en el que, evidentemente, se ha abandonado la Razón. Pero pensar que ese ser superior escogió un punto infi- nitamente pequeño de ese Universo para crear criaturas como nosotros y dictarnos una serie de normas estrictas y severas -que no coinciden con las normas de otros grupos humanos que dicen lo mismo de otro ser superior propio- es una cuestión bien difícil de encajar no sólo con la Razón sino en cualquier adulto medianamente educado al que le hubieran contado estos cuentos por vez primera a los veinte años. Por eso estas creencias -que luego pueden derivar en otras más sectarias o minoritarias- suelen inocularse en los primeros años de vida, porque se adhieren a nuestros impulsos más íntimos e irracionales y acaban formando parte de unos códigos internos y profundos más allá de lo que, años después, nos puedan decir, además de la Razón, la propia ley y el Estado. (...)
Que me disculpe quien piense que pretendo relacionar la religión con los malos tratos a las mujeres. No es ese el objetivo de este artículo a pesar de que se podría escribir mucho sobre el depreciado y despreciado valor de lo femenino en las religiones más próximas, en las que millones de mujeres se hacen cómplices orgullosas de un patriarcado milenario. Se trata, sin embargo, de poner un ejemplo de lo difícil que es enderezar los hábitos y las creencias profundas que se han inculcado en los primeros años de vida. Sobre este aspecto tan importante no se dice gran cosa entre tanta marea de información más o menos aprovechada sobre los malos tratos de algunos hombres hacia algunas mujeres, un problema realmente gravísimo que nace en el momento en que se fomenta «lo masculino» frente a «lo femenino», como si realmente existieran unos, digamos, valores propios de género per se, casi como una herencia genética. Esta sí que es una ideología mayoritaria y el germen de posteriores acciones violentas. Y este invento cultural inspirado inicialmente por el macho cavernario es algo que también explota hoy un falso feminismo, minoritario todavía, que nada tiene que ver con aquellas mujeres valientes -y algunos pocos hombres- que se dejaron el pellejo y la vida luchando por la igualdad real. (...)