No podría asegurar si el deporte televisado es un ritual religioso o gastronómico. Bueno, entendiendo al canibalismo como una alternativa al jamón. Como diría aquel filósofo con compás, «depende». La Sexta retransmitió un derbi vasco. Llanto y crujir de huesos; risas y aplausos con las orejas. Hay tema de conversación: ¿qué será de nosotros si baja el Athletic? Faltan semanas de sufrimiento, posiblemente todo acabe en un inmenso susto, pero las elecciones municipales y el final de la Liga son asuntos con vidas paralelas.

Tengo al alcance de mi nuevo mando a distancia unos diez canales que llevan por delante o por detrás la palabra «sport», y el porcentaje mayor de todo cuanto me ofrecen las veinticuatro horas del día es fútbol. Con todos los colores, categorías y relatos. Las ligas europeas, las americanas, las locales. Pero el ritual es cuando se emiten en abierto, se pueden juntar amigos frente a una pantalla y al amparo de una buena jamada. Si son todos del mismo equipo estamos ante un acto religioso, sectario, si hay de ambos equipos, entonces es más gastronómico, la laica, pueden existir las discusiones, los enfrentamientos, hasta los cabreos. En todos los casos, la unión es el brindis. Y el pil pil.

¿De madrugada, de empalmada o a la hora de misa? Los coches han vuelto, en horarios intempestivos, como corresponde a los husos horarios de nuestros antípodas, y técnicamente la retransmisión fue muy buena, se usan los pinchazos a las radios internas entre pilotos y boxes y las voces de los de Tele 5 son las mismas, con la misma intensidad y mismo equilibrio. Es una buena tripleta narrativa que ayuda a disfrutar de las carreras.

¿Conseguirán los marianistas y aznaristas hacer de la manifestación gratuita un deporte olímpico? Les ha gustado. Toda la vida genética de su apellido diciendo que los rojos y separatistas solamente saben manifestarse detrás de un letrero, y ahora, tras una revelación divina que tuvo su visualización terrenal con aquellos obispos tan carpetovetónicos con gorrilla encabezando una protesta contra el gobierno, los ha convertido en campeones de las manifestaciones. Y de los discursos imbéciles. Y que me perdonen los imbéciles.