Algo huele genial en Dinamarca
Ines INTXAUSTI, Crítica de televisión
Realysísimos amigos: Si reprodujera solamente tres de los chistes que, acerca de la monarquía española, se hicieron en uno de los episodios de «Aida», estaría en el candelabro mediático e incluso me tendría que postrar ante un juez. No digo, ya, este periódico por haberme dado cobertura... Parece haberse abierto una especie de veda que expone a los miembrillos de la Casa Real a ser tratados como si fueran británicos por parte de una prensa que hasta ahora les rendía pleitesía como intocables. Hay quien dice que todo ello lo ha propiciado la inclusión de la plebeya Letizia en la endogámica e incestuosa lista selectiva del Rex Gothorum europeo (me cuesta reconocerme como autora de estas palabras, pero, snif, en mejores garitas...). Respecto al capítulo de la teleserie que he mencionado, debo decir que recibió no sólo críticas tan dispares como numerosas, sino que alguna espada visigoda se alzó para clamar por la desaparición del programa y defender la limpia e intachable vida moral de esos monarcarcas. En Iparralde no tienen ese problema: a pesar del empeño de los legalistas por alzar al trono de Francia al biznieto del dictador y fusilador Caudillo Bahamonde, viven remansos de paz mediática, sin asuntos tan intrascendentes que en esta parte de la invisible muga se llaman del corazón. Ni siquiera los últimos reyezuelos de la jungla provocan el mínimo comentario: Bernard-Henri Levy y Arrielle Dombasle (con seudónimo Dolores Sugar Rose cada vez que se convierte en una suerte de Barbarella-Cicciolina) comparecen juntos y por separado en los espacios de más rabiosa actualidad y amarillismo televisivo, resucitados en seres rentablemente pintorescos. Algo que no puede definirse sin saltar la línea que diferencia la guerra del espectáculo televisivo.
Frente al aparato soy Monk-árquica. El muy deseable equinocio de primavera bajo la nieve me ha puesto cada tarde en el punto de mira de «Monk», en ETB. Un personaje cuyo punto de vista nunca coincide con lo previsible. Ni con lo correcto. Ni con nada que tenga que ver con la lógica. Por eso entraña mi admiración...