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Raimundo Fitero

Reconstrucción

La ingenuidad te lleva a entornar los ojos cuando aparece la luz de la verdad. Un día leí una noticia, al día siguiente vi un reportaje por televisión y parte de la mitología varonil de segunda fase de estulticia se resquebrajó. Parece ser que las operaciones de glúteos entre las mujeres brasileñas se practican a millones. Esas fotografías de promoción turística dedicada a los consumidores varones europeos forman parte de un conglomerado propagandístico que engloba también la cirugía estética.

Exactamente igual que el programa que acaba de empezar a emitir Antena 3 con presentación de Teresa Viejo. Es una simple incitación al consumo quirúrgico a las soluciones drásticas para estar de acuerdo a los cánones promocionados por los medios de comunicación que además de hablar de los chismes, dan recetas mágicas y direcciones donde los nuevos chamanes convierten a alguien normal, en alguien clónico.

Me cuesta seguir estos programas de transformación, no concibo las razones, no me gustan las argumentaciones y solamente acabo entendiendo a los doctores que utilizan un lenguaje esdrújulo peor convincente, son oradores y reconstructores. La circunstancia fue que coincidían en emisión dos mujeres en reconstrucción frente a cincuenta reconstruidas y colocadas en el escaparate como guapas, bellas, mises. Y nos tocó otra vez mantener a una donostiarra con la banda de la «mujer española más guapa», como tantas veces nos repitieron. ¿Cuántas concursantes habían pasado previamente por el reconstructor? Hoy los cuerpos de los seres humanos se parecen más y más a ingenios soñados, es decir a músculos y pieles tuneadas, como si lo importante fuera mostrar una personalidad aparentemente única que se acaba convirtiendo en algo de catálogo.

Me alegro que me hagas esa pregunta: No me he reconstruido nada más que un diente, y me soporto perfectamente frente al espejo. Sin gafas, claro. Pero cada vez noto a más personas de mi entorno que admiten como algo posible en su vida el paso por el. Hace cinco años esa posibilidad no existía, hoy forma parte de los regalos de fin de curso, de las declaraciones de amor o incluso de la formación profesional.

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