Desde que Instituto de Teatro Internacional de la UNESCO declarara en 1969 el día 27 de marzo como Día Internacional del Teatro son ya 38 los años en los que esta fecha se utiliza para testimoniar en sociedad la naturaleza creadora de este patrimonio universal surgido de la propia condición humana.

Pero este día es también una jornada de reivindicación de unas condiciones dignas para ejercer la profesión, así como de evaluación de la realidad del estado de las artes escénicas. Las celebraciones que tienen lugar en todo el mundo son bien diversas, todas ellas articuladas en una misma conciencia, cada año expresada de manera propia por un dramaturgo diferente en el manifiesto que es traducido y leído en más de setenta lenguas.

Con este manifiesto se inició ayer la gala que tuvo lugar en el el Teatro Victoria Eugenia de Donostia, donde representantes de la compañía Txalo pusieron en escena la obra «Artea», de Yasmina Reza, con la que han ganado el octavo Donostia Antzerki Saria, galardón que recibieron antes de la representación. «Artea», adaptada al euskara por la compañía gracias al trabajo de Julia María, está interpretada por Ramón Agirre, Joseba Apaolaza y Asier Hormaza, y dirigida por Carlos Zabala. El jurado ha reconocido la apuesta «firme» que hace Txalo Producciones por esta lengua, ya que ofrece la pieza en versión única, así como la dirección e interpretación de los actores y la escenografía.

El equipo de Txalo Produkzioak recibió ayer una escultura de Ramón Ruiz Cabestany y 6.000 de los 9.000 euros del premio, ya que los 3.000 restantes se entregarán antes de 2009, cuando la compañía estrene en la capital guipuzcoana un nuevo montaje en euskara. La gala de ayer tarde, a la que estuvieron invitados los profesionales del sector, fue dirigida por Carlos Zabala y Fernando Bernués y presentada por los Golden Apple Quartet. La obra premiada, que fue estrenada en septiembre del año pasado en Tolosa, se ha representado ya en más de sesenta ocasiones en distintos municipios vascos. «Artea» se disputó el galardón con otros siete espectáculos dirigidos al público adulto, representados por grupos o compañías profesionales en euskara y programados en Donoostia durante 2006.

Documental e inauguración

En Bilbo, la mayoría de los actos se convocaron el lunes, aunque ayer tuvo lugar una significativa cita: se presentó el trailer del documental sobre artes escénicas que están realizando en esta ciudad profesionales como Ramón Barea y Ramón Ibarra. La película tiene por objeto recoger opiniones para hacer un diagnóstico sobre la política municipal en materia escénica llevada a cabo en los últimos años. Según anunciaron sus impulsores, el trabajo se encuentra en fase de edición, cuenta con la participación de más de sesenta profesionales del teatro y la danza y se presentará en unas semanas.

Otro acto social y cultural tuvo lugar ayer en Bilbo con motivo del Día Internacional del Teatro: en el barrio de San Francisco se inauguró la librería Yorick, especializada en temas relacionados con la escena.

Alrededor de esta celebración, además, la capital vizcaina acogió el martes un encuentro estatal de empresas del sector de las artes escénicas, en donde estuvo presente la asociación vasca ESKENA. Por la tarde se llevó a cabo una mesa redonda sobre las tendencias escénicas del futuro, con Mikel Gómez de Segura, Gerogina Cisquella y Rubén Gutiérrez. Por la noche, el Kafe Antzokia acogió una fiesta para profesionales y amigos del teatro y la danza, donde, además de leerse el manifiesto, se realizaron sketchs humorísticos.

En otros muchos teatros de Euskal Herria ayer se ofrecieron funciones especiales. En Iruñea, el Teatro Gayarre acogió dos obras teatrales con las que se cerró el ciclo «Pequeñas obras de nuevos autores». Así, se representaron «Nunca jamás», de Miguel Goikoetxeandia, y «Amsterdam», de Pedro Charro.

MENSAJE INTERNACIONAL 2007

Fué durante mis primeros años escolares cuando comenzó mi fascinación por el teatro, aquel mundo mágico que me ha cautivado desde entonces.

Los inicios fueron modestos, un encuentro casual al que consideré como una actividad extracurricular para enriquecer la mente y el espíritu. Pero fue mucho más que eso al llegar a estar seriamente involucrado como escritor, actor y director de una producción teatral. Recuerdo que fue una obra política que enfureció a las autoridades de aquella época. Todo fue embargado y el teatro clausurado frente a mis propios ojos. Pero el espíritu del teatro no pudo ser aplastado por el peso de las botas de los soldados armados. Ese espíritu buscó refugio y se alojó en lo más profundo de mí ser, haciéndome totalmente consciente del amplio poder del teatro. Fue entonces cuando la verdadera esencia del teatro me impactó del modo más profundo, llevándome a estar absolutamente convencido de lo que el teatro podía hacer en las vidas de las naciones, particularmente frente a quienes no pueden tolerar oposición o diferencias de opinión.

El poder y el espíritu del teatro se enraizaron profundamente en mi conciencia a lo largo de mis años de universidad en El Cairo. Ávidamente leía casi todo lo escrito acerca del teatro y pude ver los diversos alcances de lo que se presentaba en los escenarios. Esta conciencia se ha profundizado aún mas en los años subsiguientes mientras he tratado de seguir las últimas evoluciones en el mundo del teatro.

Estoy leyendo sobre el teatro desde los tiempos de los ancestrales griegos hasta la actualidad. He llegado a estar agudamente consciente de la magia interior que los muchos mundos del teatro tienen el poder de ejercitar. Es de esta forma que el teatro alcanza las profundidades ocultas del alma y libera los tesoros escondidos que habitan en las profundidades del espíritu humano. Ello ha fortalecido mi ya imperturbable fe en el poder del teatro, en el teatro como un instrumento de unificación a través del cual el hombre puede difundir amor y paz. El poder del teatro también permite la apertura de nuevos canales de diálogo entre diferentes razas, diferentes etnias, diferentes colores y diferentes credos. Todo esto me ha enseñado personalmente a aceptar a otros tal cual son y me ha infundido la convicción de que en el bien la humanidad se puede mantener unida y en la maldad la humanidad puede ser únicamente dividida. Es verdad que la lucha entre el bien y el mal es intrínseca a los códigos del teatro. Por último, sin embargo, prevalece el sentido común y la naturaleza humana en su conjunto se unirá en sí misma a todo lo que es bueno, puro y virtuoso.

Las guerras con las que la humanidad ha sido afligida desde tiempos ancestrales han sido siempre causadas por instintos malvados que simplemente no reconocen la belleza. El teatro valora la belleza y uno podría hasta argumentar que ninguna forma de arte es capaz de capturar la hermosura con mas fidelidad que el teatro. El Teatro es un receptáculo que abarca todas las expresiones de belleza, y aquellos que no valoran la belleza no pueden valorar la vida.

Teatro es vida. Nunca hubo un momento como el actual cuando es de nuestra incumbencia denunciar guerras fútiles y diferencias doctrinarias que frecuentemente levantan sus horrendas cabezas en ausencia de una conciencia real y responsable que las inhiba. Necesitamos terminar con escenas de violencia y matanzas al azar. Estas escenas se han convertido en sucesos cotidianos en el mundo de hoy, solamente agravados por las abismales diferencias entre la perversa opulencia y la abyecta pobreza, y enfermedades como el SIDA que han depredado muchas partes del globo y derrotado a los mejores esfuerzos para erradicarlas. Estas enfermedades son, junto con otras formas de sufrimiento por la desertificación y la sequía, calamidades provocadas por la ausencia de un diálogo auténtico que sería el camino seguro para convertir al mundo en un lugar mejor y feliz.

Gente de teatro, es casi como si hubiésemos sido abatidos por una tormenta y obnubilados por el polvo de la duda y la sospecha que se nos están acercando.

La visibilidad ha sido casi completamente eclipsada y nuestras voces estridentes pero apenas audibles en el clamor y división intentan mantenernos distantes el uno del otro. En realidad si no fuese por nuestra profundamente enraizada fe en el diálogo tan excepcionalmente manifestado por formas de arte como el teatro, habríamos sido barridos por la tormenta que no deja piedras sin voltear para dividirnos. Debemos encararlos, no para destruirlos sino para levantarnos por sobre la contaminada atmósfera abandonada en el despertar de sus tormentas. Necesitamos aunar nuestros esfuerzos y dedicarlos a comunicar nuestro mensaje y establecer lazos de amistad con aquellos en busca de hermandad entre naciones y gentes.

Nosotros somos mortales, pero el teatro es tan eterno como la vida misma.