ZLa presentación en sociedad de las nuevas siglas de la izquierda abertzale han removido las aguas de la política española y ayer buena parte de los periódicos le dedicaban sesudos editoriales al asunto.

En ``El Correo Español'' los de la derechona negurítica se plantaban ante ZP: «Si ante la terquedad chantajista de ETA el Gobierno optara de nuevo por la teoría del mal menor y se aprestara a propiciar que la izquierda abertzale recupere la legalidad y el espacio institucional de que antes dispuso, incurriría en un riesgo de tal calibre que cuando menos debería calificarse de irresponsable». Mal empezamos.

El de ``El Mundo'' ya metía a la Guardia Civil en el ajo: «Es de esperar que el Gobierno ya haya dado órdenes a las fuerzas y cuerpos de Seguridad del Estado para que investiguen este posible coladero de Batasuna y, cuando tenga oportunidad, actúe con el mismo celo que está demostrando ahora. Sería lamentable que ASB acabara siendo no sólo el señuelo de Batasuna, sino también la coartada de Zapatero para demostrar su disposición a aplicar la Ley de Partidos y luego olvidarse de ella».

Y también con aviesas intenciones, en ``La Razón'' advertían que «la vuelta a la legalidad de Batasuna no depende tanto de que condenen el terrorismo y acaten la Ley de Partidos, cuanto de que el Gobierno de Zapatero haga la vista gorda e interprete la citada ley del modo más favorable a ella. A los ciudadanos les gustaría que se cumpliera la promesa de Zapatero de que `la Ley de Partidos se va a cumplir al pie de la letra'. Pero tales actos de fe en las palabras del presidente y en las acciones del Gobierno suelen terminar en frustración y con la sensación de engaño». Por eso concluía entre lamentaciones: «Todo apunta, en suma, a que si Batasuna logra su propósito no será porque acate la legalidad, sino porque el Gobierno lo permita».

Y para que nadie dude de lo que hay que hacer, ``El País'' le marcaba el paso a ZP: «Parece evidente que los dirigentes de Batasuna quieren establecer un tira y afloja, una especie de negociación sobre los límites de la legalidad, para presentar el resultado como un reconocimiento de que su ilegalización no estuvo justificada. En esto también hay un mimetismo respecto a la estrategia del IRA y el Sinn Fein. Conviene recordar que la firmeza de Londres respecto a la suspensión de la autonomía del Ulster fue decisiva para que al final se entregasen las armas».