La principal diferencia entre las películas que hablan de la vuelta a casa de los soldados heridos durante la invasión de Irak y las que lo hicieron a propósito de la guerra de Vietnam, consiste en que entonces en Hollywood necesitaron más tiempo para abordar el tema, mientras que, en la actualidad, se rueda prácticamente sobre la marcha.

No obstante, el veterano productor y ocasional director Irwin Winkler considera que el problema concreto de los ex combatientes no ha sido suficientemente abordado y que es un realidad que ha sido ocultada a la opinión pública norteamericana. Por ello escogió un artículo periodístico sobre el abandono que sufren los veteranos para hacer la película, siempre dentro de los parámetros de lo que es la crítica patriótica al presidente Bush, máximo responsable de las consecuencias que a nivel interno acarrea la beligerante política exterior bajo su mandato.

«Regreso al infierno» recrea las vicisitudes de cuatro soldados que vuelven de Irak. Uno de ellos mujer, en representación del porcentaje que señala que una de cada siete enviados al frente lo son.

El protagonista es afroamericano, y ahí entraríamos ya en otra no menos dolorosa estadística. En concreto, es un médico destinado a una unidad que sufre una emboscada en su última misión que, para añadir mayor melodramatismo a la película, es de carácter humanitario y consiste en una entrega abortada de medicamentos y material sanitario.

Samuel L. Jackson personifica la tragedia personal de un hombre que creía que su participación en el conflicto bélico podía ser de ayuda salvando vidas, aunque los acontecimientos le vienen a demostrar que ni tan siquiera es capaz de hacer algo por sí mismo. Una vez en su país se siente incomprendido hasta por su propio hijo, un militante pacifista contrario a la intervención de los EE.UU.