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Estos días no están en juego sólo unas candidaturas

Con la difusión de que ASB es sólo un «señuelo" se pretende vender que su ilegalización es también un movimiento sin trascendencia dentro de un juego. Cabría pensar que el PNV prefiere que la izquierda abertzale no esté en las elecciones para tener más cargos y menos oposición, pero hay indicios para pensar que pudiera querer también que el proceso se frene

Iñaki IRIONDO

La Fiscalía General del Estado ha puesto fecha a la demanda de ilegalización de ASB. ¿Habrán pensado ya Rodríguez Zapatero, Pérez Rubalcaba y Conde Pumpido quién va a gestionar la frustración que esta decisión va a generar en una izquierda abertzale que ha llegado más lejos que nunca en su apuesta por buscar una solución democrática al conflicto? Esto no es un juego y, sin embargo, hay quien se lo toma como un entretenimiento de intrigas palaciegas. Las cartas están boca arriba. No hay ases en la manga. Pero la palabra de moda es «señuelo». Se pretende hacer ver que la ilegalización de ASB hoy es como la de Aukera Guztiak en 2005. Y nada más lejos de la realidad. Ni las condiciones son las mismas, ni el paso de la izquierda abertzale es comparable, ni aquello era un partido con vocación de futuro. Hay una estrategia clara: si se presenta ASB como «una candidatura trampa», su prohibición carece de importancia, cuando lo cierto es que puede suponer un punto de inflexión en el proceso. Y, sin embargo, el portavoz del PNV, Iñigo Urkullu frivolizó con ello hasta el punto de asegurar que «al PNV, en estos momentos, le consta o no tiene duda de que la izquierda radical tiene las suficientes siglas, sean durmientes ya inscritas o registradas, como para poder presentarse a unas cuantas elecciones». A lo que añadió que «si quiere» estará presente en las elecciones.

El PNV mantiene una oposición de palabra a la Ley de Partidos, pero en los hechos ha asumido no sólo sus contenidos sino todo su espíritu. En cuanto se conocieron los estatutos de ASB, el portavoz jeltzale en el Congreso, Josu Erkoreka, se puso en plena sintonía con el mensaje del Gobierno español. Y el propio Urkullu llamó la atención sobre la ausencia de «una condena explícita de la violencia», como destaca la página web del partido. Cabría pensar que, en el fondo, el PNV está deseando que la izquierda abertzale no esté presente en las próximas elecciones, porque ello le asegura más puestos a repartir y menos oposición que soportar. Pero, desgraciadamente, hay indicios para pensar que el PNV no sólo tiene la mira puesta en las elecciones, sino que también desea frenar un proceso que, con notable protagonismo de la izquierda abertzale, pudiera abrir un nuevo escenario para Euskal Herria. Por una parte, cree que la izquierda abertzale puede hundirse si el proceso fracasa. La frase textual de Josu Jon Imaz fue que «caería como un azucarillo». Junto a ello, es evidente que el PNV podría perder su papel hegemónico en una autonomía con cuatro territorios. Y, lo que es más importante, si este proceso llegara a buen puerto, quedaría demostrado que había una vía posible distinta a la que el PNV propugnó en el 79 y también en el periodo 2001-2004 con el Plan Ibarretxe. Lo dijo el presidente del EBB en la Moncloa el 4 de mayo, cuando insistió en exigir el fin de ETA antes de abordar acuerdos políticos «por motivos éticos y político-partidistas. Porque [lo contrario] sería tanto como reconocer que nos equivocamos en 1979».

Como se ve, estos días no están en juego sólo unas candidaturas.

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