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La tarea de convertir un soplo de ingenio en un proyecto artístico palpable

Convertir una idea en un proyecto expositivo podría ser, muy a grosso modo, la definición de la labor que ejerce un comisario artístico. Rosa Olivares, Nekane Aramburu, Fito Rodríguez, Itxaso Mendiluze, Daniel Castillejo, Fernando Illana e Iñaki Larrimbe nos acercan, desde su experiencia, a esta figura artística.

Josune VELEZ DE MENDIZABAL

El periodista que escribe sobre exposiciones de arte se ve obligado, cada día más, a mencionar en su noticia la figura del comisario. El suyo es un arduo trabajo que, bajo la denominación de comisario, conservador, coordinador o curador, queda, en ocasiones, oculto ante los ojos del gran público. Acudimos a museos, salas o galerías de arte, y visitamos muestras individuales y colectivas que se agrupan bajo un título o tema. ¿Quién dispone esas obras?, ¿por qué razón?, ¿con qué motivo?, ¿cómo se gestiona la selección? Son algunas de las preguntas que nos hacemos y detrás de las cuales se encuentran los comisarios artísticos. ¿Pero sabemos realmente cuál es la labor que desempeñan? Siete comisarios aportan sus opiniones a GARA para acercar y hacer entender en qué consiste su trabajo.

Iñaki Larrimbe coordina el espacio independiente Zuloa de Gasteiz desde hace siete años. El gasteiztarra considera que la labor de comisariado es «un tanto difusa y amplia». Por eso busca su definición en un paralelismo con lo cinematográfico. «Muchas veces su labor se limita a ejercer de mediador entre los artistas, el espacio donde se desarrolla el proyecto (galería, museo, espacio independiente) y el público. Pero, otras veces, el comisario es el que `escribe el guión' del proyecto, el que lo crea, contactando con varios artistas que se ajustan a ese guión y, después, busca el apoyo de una institución para ponerlo en marcha -explica-. Y, así, muchas veces, la labor de comisario se asemeja a la de un artista, ya que el comisario `crea' proyectos y los artistas que participan en ellos son como los actores en una película. El comisario, por lo tanto, llega a ser algo parecido a un director de cine: hay unos productores, unos actores y un guión. Otras veces, es sólo un guionista».

Para Nekane Aramburu lo importante es la labor de investigación en torno al concepto, así como la relación del comisario con el artista. «Para mí ser comisaria es casi un activismo para defender las vías y conceptos en los que creo y los artistas con los que me compenetro. Intento ser una buena coach o sparring con mis compañeros de ruta. La complicidad es uno de los factores mas gratificantes -subraya Aramburu-. En general, los comisarios llevan trayectorias muy similares a la de los artistas con los que habitualmente trabajan, por lo cual es un camino que ambos recorren juntos durante años». Por eso, en su opinión, la figura del comisario se funde con la del artista o selector.

Influencia de ida y vuelta

La guipuzcoana Itxaso Mendiluze puntualiza que el trabajo que desempeñan los curadores o coordinadores de arte va más allá de la mera elección de los artistas. «En sus manos está el darle sentido y significado a una exposición, el hecho de que las obras escogidas se muestren de la mejor manera posible, tanto para explicar la propia obra como para explicar el sentido de la exposición», enfatiza Mendiluze.

«El comisario ha de estar al corriente de lo que sucede no sólo a su alrededor sino también en un ámbito más amplio», considera Mendiluze. Quizá sea esa una de las razones por la que los comisarios viajan tanto: para contactar y visitar in situ a artistas, críticos, otros comisarios, directores de museos o instituciones.

¿Pero hasta qué punto son independientes estos coordinadores artísticos?, ¿son ellos pioneros a la hora de marcar tendencias artísticas en sus lugares de trabajo? o, por el contrario, ¿es la moda del momento la que marca que se decanten por un proyecto o disciplina artística?

Rosa Olivares, experta en arte y reconocida comisaria, es clara, concisa y crítica a la hora de responder. «Esta es una influencia de ida y vuelta. En general, los comisarios recogemos ideas que están en el aire o, en el mejor de los casos, ideas que se adelantan al tiempo real, bien por intuición, por inteligencia o por suerte, convirtiéndolas en algo real y visible y, de esta forma, incidimos en la formación de los gustos y de las tendencias -aporta-. Pero sólo los comisarios más serios y profesionales llegan a influir en las tendencias. Por lo general es al revés, las modas y las tendencias dictan las formas de trabajo de los comisarios, que son, en su gran mayoría (y sobre todo últimamente), comisarios procedentes de cualquier territorio, sin experiencia expositiva y con muy poca formación práctica ni experiencia. Al final, cualquiera puede ser comisario, y así nos va», lamenta.

Fito Rodríguez, artista y comisario gasteiztarra, aporta que: «No es tanto el poder que ejerce el comisario con su trabajo como el sistema que perpetúa al aceptar ciertas reglas de juego». Rodríguez idea y promueve proyectos y debates de arte por medio de la Fundación Rodríguez que lidera junto a su hermano Natxo. «Las circunstancias de creación y de producción han variado en el mundo del arte y parece lógico pensar que las `prácticas comisariales' deban estar en sintonía con el arte y los artistas, y no al revés», subraya.

Poder vs. independencia

Existen comisarios independientes y otros que trabajan para una insitución. ¿Qué margen de maniobra tiene cada uno?, ¿significa que los primeros disponen de mayor libertad a la hora de elegir los proyectos artísticos? Daniel Castillejo es, en la actualidad, conservador de la Colección Permanente y Análisis Artísticos del museo de arte contemporáneo Artium, además de comisario de sus fondos. Según explica, se considera comisarios independientes a aquellos que no forman parte del staff de ningún museo, centro o institución, sino que están cerca o integrados en la figura de free-lance. Y puntualiza que: «A éstos se les supone independencia de cualquier política preestablecida y, como consecuencia, a aquellos que sí siguen las directrices de los organismos a los que pertenecen, se les debería llamar dependientes o institucionales».

Sin embargo, él discrepa de esta definición y se basa en dos razones: «En primer lugar, porque la mayor parte de las actividades que se comisarían se desarrollan en organismos y entidades con políticas determinadas, con idearios y misiones establecidas y con presupuestos públicos o corporativos, llegando a la conclusión de que es difícil una autonomía completa. Pero creo que la verdadera independencia está en la eficacia y en la eficiencia de lo planteado, la profundidad de visión crítica y la libertad de discurso, al margen de qué, quien o cómo se exprese». Castillejo concluye con una reflexión entorno a la independencia del comisario. «Una de las paradojas que más se han extendido en los últimos tiempos corresponde a la de muchos museos o centros que son capaces de asimilar obras, exposiciones u otra actividad que pone en cuestión su propia existencia, por lo que los objetivos de muchos comisarios denominados independientes consistiría en practicar este tipo de entrismo que ya, desde dentro, lo practican algunos comisarios dependientes», apostilla Castillejo.

Fernando Illana, artista, comisario y director de la gasteiztarra galería Trayecto cita las palabras de Harald Szeemann: «El curador tiene el poder de seleccionar, designar y poner en valor». Habría que poner en cuestión si ese poder es tal como para ir más allá de las tendencias que marque el dinero. «Si aceptamos esto, la tendencia, lo que sí o lo que no, depende exclusivamente del curador. En definitiva, depende de la entidad que lo financia -subraya Illana-. Actualmente, después de haber aceptado que la cultura es un recurso económico como cualquier otro, puede ser considerado como un mediador especializado entre la entidad cultural o económica (pública o privada) promotora y los públicos. Podría decirse que la función primera del curador desde esta perspectiva es la inclusión y la exclusión, o si se quiere, `ejercer poder'».

Iñaki Larrimbe también habla del poder , superior en su opinión, del comisario frente al artista. Pero en cualquier caso recalca que aún así la libertad del comisario a la hora de desarrollar sus ideas es «matizable». Larrimbe hace la siguiente lectura histórica sobre la potestad de los comisarios artísticos: «Podríamos decir que en los ochenta los artistas eran la parte fundamental del engranaje del sector del arte, la base de su pirámide. En los noventa esa labor pasa ya a los críticos. Ellos son los que vertebran el mundo del arte. Y en la década anterior y actual parecen ser los museos y los centros de arte los que han tomado el relevo junto a los comisarios o curators».

Se nace o se hace

Rosa Olivares habla de los pros y los contras del trabajo para una institución permanente y de la actividad del curador independiente. «Éste se lo guisa todo el/ella. Tiene las desventajas de que no siempre puede realizar sus ideas pero, a cambio, cuando puede hacerlo el trabajo suele ser mejor -opina-. El que no es independiente, lo tiene más fácil pero tiene que hacer lo que sea y, por lo general, se baja un poco el nivel. Personalmente creo que el personal de un centro o de un museo debe actuar como conservador y comisariar menos, dejando paso a los comisarios independientes, que ofrecen más ideas y sobre todo más variadas».

Para Mendiluze al funcionar por libre el comisario se expone a una incertidumbre profesional que, a pesar de que suponga más trabajo, bien merece la pena. «Tienes la labor de encontrar un centro-lugar al que le interese mostrar el trabajo y de alguna manera te conviertes en vendedor de proyectos», dice la joven de Andoain.

La de comisario y artista son figuras que beben una de la otra. Pero ¿cómo se da el paso de artista a comisario? «No hay manuales, ni `caminos de devoción', a pesar de los muchos `máster' que existen. Mi experiencia personal y también colectiva está ligada a todo lo anteriormente dicho: una noción de autor revisada, una nueva concepción de la producción, un concepto flexible de la idea de exposición que conecte de modo natural con la distribución, la circunstancia social... En definitiva, nunca he sabido explicar lo que hago a mis padres...», concluye el gasteiztarra Fito Rodríguez, irónicamente.

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