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Propaganda contra verdad

Antes de hacer un acto de recuerdo y homenaje a las víctimas de un conflicto es preciso restablecer la verdad sobre todos los aspectos de ese conflicto, y para ello no sólo es necesario tener voluntad de hacerlo sino que deben darse las condiciones necesarias. Unas condiciones -entre ellas la superación del enfrentamiento violento- que en la actualidad no se dan. Lo de hoy es propaganda.¿Debe el pueblo vasco pedir perdón a Carrero o debiera ser Carrero quien pidiera perdón al pueblo vasco? ¿Quién merece un homenaje, Gurutze Iantzi o el agente que la torturó hasta la muerte? ¿Y en la hipótesis de que ETA hubiese matado a ese torturador, el agente merecería un homenaje?

Iñaki IRIONDO

N o es fácil acercarse a la cuestión de las víctimas de un conflicto. El tema levanta ampollas, según si las víctimas han sufrido las acciones de ETA o de los GAL u otro tipo de acciones por parte de grupos antiterroristas más o menos amparados por los Cuerpos de Seguridad del Estado o incluso como consecuencia de acciones de ellos mismos. Para conocer la realidad de los hechos se hace imprescindible una verdad que satisfaga a las víctimas; sin embargo, para conocer la verdad del conflicto es necesario conocer el contexto en el que nos movemos. La búsqueda de la verdad lleva siempre a las raíces de la realidad que suponen una situación de violencia. Éste es el único camino para superar el conflicto, y para hablar de esa verdad hay que recabar el mayor número de datos posibles sobre opciones políticas, las violaciones de los derechos humanos, el comportamiento bélico criminal y sus patrones de actuación. Las comisiones de investigación son importantes en sociedades donde muchos hechos de violencia no son reconocidos o son tergiversados, pero también como una manera de reconocer un sufrimiento colectivo en distintos grupos sociales y bandos enfrentados. Para que un trabajo así pueda realizarse se necesita un contexto de finalización de la violencia que permita una actitud más abierta en el examen del pasado, una mejora del clima social y una liberación de energías para el proceso de reconstrucción.

Lo escrito hasta aquí y que tan sensato suena no son reflesiones personales sino un conjunto de extractos del «Informe sobre la situación de todas las víctimas de la violencia generada en nuestro país» redactado en 2000 por la Ponencia correspondiente del Parlamento de Gasteiz, creada en 1998 durante la tregua de ETA. Un trabajo profundo, realizado durante dos años por miembros del PNV, EH, EA y EB en ausencia de PP y PSE. El texto no se aprobó finalmente porque la equivocada decisión de EH de abandonar la Cámara autonómica impidió que sumara los votos necesarios. Pero en su redacción, en sus 170 folios de apretada y diminuta letra, se aborda la cuestión desde todos los puntos de vista, desde el de las víctimas de ETA y desde el de las víctimas de la brutalidad policial, desde el de los afectados por acciones de kale borroka y desde quien sufrió un atentado de los GAL.

Esta aproximación seria a un problema tan complejo contrasta con la unilateralidad con la que actúa la actual Ponencia de Víctimas del Terrorismo del mismo Parlamento de Gasteiz, creada en julio de 2002, en un contexto político y de enfrentamiento muy distinto al de 1998. El trabajo de la primera se centró en la ya mencionada búsqueda de la verdad. La segunda, cuando alude a la búsqueda de la verdad, ya ni siquiera menciona la necesidad de ir a «las raíces de la realidad». La sustituye por frases como «la palabra de las víctimas (de unas víctimas, más exactamente) nos representa a todos». Se ha pasado del análisis de los hechos (2000) a la propaganda (2005). Y fruto de ese paso es el acto de hoy en el Euskalduna.

Un acto basado en la corrupción de la memoria y su sustitución por el maniqueísmo. Se acabó la historia. Olviden sus propios recuerdos. Como Telesforo de Monzón escribió con la ironía que le caracterizaba: «Jamás la sangre había enrojecido el suelo de este planeta. El mundo había venido siendo hasta hoy un campo de perfumadas violetas y mariposas nupciales. Ha sido el nacimiento de ETA -producido por generación espontánea y culpa propia, sin la menor responsabilidad ajena- la que por primera vez ha hecho conocer al hombre el horror de la violencia, de las lágrimas y de la sangre» («El jarrón roto», Egin, 24 de agosto de 1980).

Y puestas así las cosas, repartidas las culpas desde el inicio, ya no hay que pensar más. Pero siempre surgen dudas. ¿Debe el pueblo vasco pedir perdón a Carrero Blanco o debiera haber sido Carrero Blanco quien rogara perdón al pueblo vasco? ¿Quién merece un homenaje: Gurutze Iantzi o los guardias civiles que la torturaron hasta la muerte? ¿Y en la hipótesis de que ETA hubiera matado a uno de esos torturadores, merecería nuestro homenaje? Cuando la aprobación de la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo supuso la condecoración de Melitón Manzanas muchos pusieron el grito en el cielo y, como consecuencia de ello, se aprobó una enmienda que señala que dichas medallas «en ningún caso podrán ser concedidas a quienes, en su trayectoria personal o profesional, hayan mostrado comportamientos contrarios a los valores representados en la Constitución y en la presente Ley y a los Derechos Humanos reconocidos en los tratados internacionales». ¿Se ha examinado de esta asignatura a todos los hoy homenajeados? ¿La han aprobado todos?

Algún día habrá que hacer un verdadero acto de desagravio a todas las víctimas -civiles y combatientes- que han padecido las consecuencias más duras de este conflicto. Pero habrá de ser un acto de encuentro, en el que se reconozcan todas las conculcaciones de derechos cometidas por todas las partes. Y habrá de hacerse sobre la restitución de la verdad. El Estado español, por ejemplo, habrá de reconocer que los manifestantes no vuelan y que si mueren no es porque la Policía disparase al aire, sino porque tiraba a matar. Y que Joxe Arregi no murió de una neumonía, sino por las torturas infligidas en comisaría. Habrá que aclarar quién dirigía los GAL y también el BVE. Habrá que hablar de todo y de todos. Desgraciadamente todavía no estamos en condiciones de hacerlo.

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