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Francisco Larrauri Psicólogo

¿Quién es el torturador?

Las formas de ser atroz con un cuerpo desangelado tienen componentes de agresión sexual, no necesariamente realizadas por enfermos mentales, aunque sí por funcionarios que practican actividades sexuales delictivas

Las prácticas que refieren a la tortura y la literatura que en estos años se ha movilizado con ellas, hasta lo que denuncian los detenidos en los últimos meses en Euskal Herria, constituye un fenómeno que ha despertado el interés del mundo científico y social. Sin embargo hay que avanzar que la tortura y el verdugo es una imagen que en la mayoría de casos es conocida gracias a los principales estereotipos transmitidos a través de los medios y no permite comprender la complejidad de los hechos que acaecen en las casernas de Irak, en las cárceles secretas o en las comisarías por donde pasan nuestros convecinos. Y es que la verdadera naturaleza de la tortura que se aplica hoy no resulta comparable a ningún otro momento histórico. Los relatos que refieren los torturados, hablaré de ahora en adelante de víctimas, recogidos por la prensa e incrustados en su inseparable contexto institucional constituyen un todo organizado, es decir una conducta sobre la víctima con intencionalidad en un espacio deter- minado y con una significación sexual evidente a la vista de lo descrito.

A pesar de la escasa producción científica acerca de la personalidad de los torturadores oficiales, se ha descubierto que las hazañas masculinas de valor, o las formas de ser atroz con un cuerpo desangelado, tienen componentes de agresión sexual, no necesariamente realizadas por enfermos mentales, aunque sí por funcionarios que practican actividades sexuales delictivas. Una revisión de relatos de víctimas de tortura nos permite agrupar las agresiones en conductas de ataque sexual: La penetración de cuerpos extraños, manosear el sexo de las mujeres y tocar lascivamente los pechos y el culo de las jóvenes, sobar el cuerpo del detenido sea hombre o mujer, agarrar los testículos de los hombres para presionarlos o estirarlos, obligar a manosear objetos como el vibrador o un condón, masajear las partes íntimas con gel y cremas corporales, obligar a las jóvenes a tocar el miembro sexual excitado del funcionario torturador, pinzar con herramientas metálicas partes sexuales, tirar del vello del pubis, etc.

La componente visual de la agresión sexual se prolonga con perturbaciones como: Ordenar el desnudo de los detenidos, obligarles a acariciarse su cuerpo desnudo ejerciendo el funcionario de voyeur, mofarse de la desnudez y de las características sexuales, obligar a realizar un strip-tease, exigir posiciones obscenas para ser violado...

Y por último la componente verbal, significativa en todas las agresiones sexuales: La verbalización de las excitaciones sexuales que le provoca la víctima, amenazas de violación y de prácticas sexuales aberrantes o de humillaciones con la menstruación de la mujer y amenazas de ataques sexuales a los familiares, también la implicación a familiares menores de edad en los juegos erótico-verbales o comentarios de burla homófobos.

La tortura definida como el trato más vergonzoso e inhumano de todos los tiempos, no sólo tiene por responsable al superior sino también al responsable político que prohibiendo la violencia del delito utiliza las manifestaciones sexuales delictivas del militar o policía convertido en leal secuaz o delincuente sexual oficial para perpetrar lesiones contra la víctima.

El tipo de agresión es un asunto profundamente personal del funcionario, si bien cualquier dolor infringido al otro se puede convertir en un sexualizado placer del operador (sadismo), en paralelo con la «huella» de sus traumas y frustraciones. Son evidentes pues las numerosas coincidencias contenidas en estas personalidades inadecuadas con la actividad del delincuente sexual.

Aunque el juez Garzón diserte, cuando mira sólo a Sudamérica, de verdugos de 5 a 9 de la noche y de torturados, víctimas de los profesionales de los cuerpos de seguridad, la realidad en la mayoría de las comisarías hoy pasa por la estrategia de la agresión sexual con hostilidad y por la venganza de todas las injusticias que ha vivenciado el yo, rol que ejercen perfectamente este tipo de personalidades desarrolladas en el marco de una socialización deficitaria.

El apoyo psicológico y emocional para avanzar en la intervención psicológica con víctimas debe incluir el dolor de la víctima y la figura del agresor que ha producido el daño, no como funcionario silencioso sino como perpetrador sexual. A través de una escucha activa, pasamos por una aclaración de lo que es una autoridad democrática y la permisividad de un poder que utiliza sus personalidades anómalas.

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