ANALISIS
El panorama político francés tras las elecciones presidenciales
Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional
Más allá del candidato que finalmente se haga con el ansiado premio, el panorama político y social del Estado francés, tanto en materia exterior como interna, tendrá una definición y una dirección u otra. El papel de Francia en el mundo, la propia identidad francesa, la inmigración, la regulación del mercado laboral y de los impuestos, las relaciones con Estados Unidos, el proyecto de Unión Europea o el acceso de Turquía a la misma, son temas que en algunos casos han sido tratados ligeramente en la campaña, pero que en el futuro serán el epicentro de la materialización de ese proyecto de Francia que los candidatos mejor colocados intentarán desarrollar.
La identidad de Francia parece sumida en una cierta crisis, de la que los candidatos mejor colocados abogan por salir. Para ello, con diferentes matices y barnizando sus propuestas, todos ellos abogan por recuperar de una manera u otra esa identidad tan ligada al chauvinismo de otros años y a determinados discursos de los intelectuales de gauche ou de droite. Cualquiera de los tres, Sego, Sarko o Bayrou se muestran como claros defensores de esa idea y no es previsible adivinar grandes diferencias entre ellos.
La política interna del Estado francés aventura importantes cambios tras los comicios.
Las propuestas en torno a la nueva regulación del mercado laboral, una forma metafórica para definir las alteraciones de las condiciones de trabajo, giran en torno a un claro abandono de la política de las 35 horas. La candidata socialdemócrata no duda en hablar de una «flexibilidad laboral» como seña de identidad de lo que ella presenta como una «modernización del país» y señala ese camino como solución a la situación creada tras la aprobación de la jornada de 35 horas, con la que se muestra muy crítica «porque concede demasiado poder» a la clase trabajadora. Si esta es la propuesta de la candidata menos conservadora, no es difícil anticipar por dónde pueden ir las propuestas de Sarko o Bayrou. Para el primero, la aprobación de aquella ley supone «el mayor error que ha cometido Francia nunca», y aboga abiertamente por una «liberalización» de la jornada laboral, es decir, un aumento significativo de la misma. Por su parte, el segundo, fiel a esa búsqueda por distanciarse de uno y otra (una reafirmación del estilo de «el centro soy yo») señala que esa ley tiene cosas buenas, pero que también contiene otras que se deberían cambiar.
El régimen de pensiones también estará sujeto a cambios. Los candidatos más conservadores ya han señalado su intención de buscar nuevas fórmulas (ligero incremento, pero con más años trabajados, o sea, una jubilación más tardía), mientras que las propuestas de Royal no se ven cómo se llevarían a la práctica (por lo que desprenden un claro tufillo electoralista).
Probablemente los tres candidatos sigan las líneas marcadas por la tónica liberalizadora, de privatizaciones y de la globalización del capital, que desde hace años se impone en el mundo. Algo similar ocurre en torno a los impuestos, la salud o la educación. Los tres candidatos apuestan por reducir los impuestos. En el caso de Bayrou (defensor de las Pymes) o de Sarkozy (una rebaja de la imposición fiscal del 4%) la letra pequeña nos muestra su clara apuesta por una maniobra de la que claramente salen beneficiadas las clases altas o de mayor capacidad económica. Ségolène Royal, por su parte, dice que no subirá los impuestos, al tiempo que también preconiza ventajas fiscales para los empresarios.
La inmigración ha sido una de las banderas del conservador Sarkozy, dispuesto a seguir con la política de endurecimiento y persecución de buena parte de la comunidad emigrante que ya ha desarrollado durante sus años como ministro del interior. Sus descalificaciones racistas y xenófobas hacia esas comunidades, junto a su puesta en práctica de una legislación reaccionaria en esa materia, se presentan como la tónica a seguir en caso de que finalmente gane las elecciones. Su propuesta de crear un ministerio de «inmigración e identidad nacional» se interpreta como un intento de atraer a los votantes del ultraderechista Partido Nacional de Le Pen, al tiempo que señala sus intenciones ideológicas. Tanto Sarko como Bayrou muestran una tendencia a «dividir» entre buenos y malos inmigrantes, en definitiva a seleccionar a éstos en función de las necesidades del Estado francés. La candidata del PSF también pone condiciones para adquirir la ciudadanía (contrato de trabajo y tiempo de residencia).
Las naciones sin estado deberán seguir con sus propios impulsos para poder ejercer algún día el derecho de autodeterminación dentro del Estado francés. Son conscientes que esa es la única vía para lograrlo, ya que de estos candidatos no se puede esperar nada que no vaya en clave de afianzamiento del centralismo de París.
La búsqueda de una nueva fórmula para articular nuevamente el proyecto de la UE está en las agendas de los tres candidatos, a pesar de que en campaña hayan pasado sobre este tema sin grandes explicaciones, tal vez por el temor a lograr que los votantes del «no» a la Constitución Europea (mayoría en aquél referéndum, para el que los tres solicitaron el sí), se organizaran y les resten apoyos electorales. La persona que ocupe la presidencia francesa defenderá un nuevo tratado, pero la diferencia estará en la fórmula para su aprobación. Sego y Bayrou defienden el referéndum, mientras Sarko, escaldado de la experiencia anterior, apuesta por una votación parlamentaria. Lo que no parece que deje lugar a muchas dudas es que la constitución europea como se nos ha presentado hasta ahora está «muerta» para el Estado francés, y que una especie de mini-tratado puede ser su alternativa. También, cualquiera de los tres, intentará recuperar el peso de Francia en el mundo, con especial atención a Africa, donde desde las llamadas zonas francófonas, pretenderá aumentar su influencia y su presencia.
Uno de los temas más espinosos lo encontraremos en torno al proceso de adhesión de Turquía a la UE. Sarkozy ya ha señalado que su rechazo es absoluto y que no piensa admitir a aquel país en el club europeo. La candidata socialdemócrata no pondría obstáculos «de momento», mientras que Bayrou no ve con buenos ojos su integración «porque debilitaría la Unión».
Paralelamente, apuestan los tres por la creación de entes de colaboración en el eje mediterráneo europeo y defienden también una eurozona central, otra forma de mostrar la existencia de miembros de primera y de segunda categoría.
También las relaciones con EEUU estarán en la agenda en los próximos meses. Al conservador Sarkozy se le ha definido como «el candidato de Washington», ya que públicamente ha mostrado su alineamiento con las tesis de Bush y sus recelos hacia sus vecinos alemanes. Es evidente que de resultar elegido optará por relanzar el eje París-Washington, muy deteriorado en los últimos años, sobre todo a partir del 11-s. En los otros dos candidatos, sobre todo en Royal, la tendencia se presume más en aras de una mayor colaboración europea, con algunos de los estados de este continente.
Más allá del devenir del proceso electoral, conviene resaltar también algunos aspectos que estarían configurando claramente el escenario, y que tras el 6 de mayo y las elecciones parlamentarias de junio puede acentuar esta tendencia. Algunos señalan que en los próximos años, en función de los resultados de unos y otros, la escena política francesa estará protagonizada por un partido socialdemócrata (una especie de alianza del PSF y sectores de la UDF de Bayrou), una izquierda «alternativa» que podría unir las potencialidades manifestadas por la ciudadanía en el rechazo a la Constitución europea y a la guerra contra Irak, y una derecha agrupada en torno al UMP de Sarkozy (entendiendo que dentro de ésta y su discurso tendría acomodo la llamada extrema derecha de Le Pen).
Es pronto para adelantar quién llegará al Elíseo, pero lo que está claro es que se está difundiendo lo que se ha llamado el espectro de 2002, donde a Sarkozy le tocaría desempeñar el papel de Le Pen (quien indirectamente puede ser el gran vencedor pese a salir derrotado, ya que ha logrado de facto una clara derechización de los tres candidatos mejor colocados), y contra el que se aliarían todas las demás fuerzas para evitar su triunfo. También está por ver el resurgir de maniobras y tensiones internas en los «derrotados» en la primera vuelta, lo que influirá en la configuración o no del escenario antes citado.