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Especie en peligro

Enigmática desaparición de abejas en todo el mundo

La desaparición de millones de abejas sin dejar rastro no afecta sólo a Estados Unidos, sino que es un fenómeno generalizado en casi todo el mundo. En Euskal Herria comenzó a detectarse en el invierno de 2000-2001. Desde entonces han desaparecido miles y miles de colmenas. Los laboratorios europeos que investigan este enigma no se ponen de acuerdo sobre las causas de este preocupante fenómeno.

Iñaki VIGOR

Todavía no se sabe si se trata o no de una enfermedad, por lo que es más correcto llamarle síndrome a esta masiva desaparición de abejas en todo el planeta. Tampoco se conocen sus causas, a pesar de que científicos de todo el mundo llevan años investigándolas. A falta de certezas, se están barajando varias hipótesis. Unos piensan que se trata de un parásito intestinal, el nosema ceranae, que provoca una enfermedad conocida como varroa o varroasis. Este parásito no afecta a la abeja asiática, pero sí a la abeja europea, que es más pequeña. Uno de los primeros síntomas es que las abejas parasitadas tienen las alas deformes, lo que les impide volar, y tanto su absomen como su tamaño general se queda reducido a un tercio del normal. La falta de vitalidad hace que vayan muriendo lentamente, hasta que la colmena desaparece por completo. Desde el continente asiático, la varroa fue extendiéndose por los países europeos, hasta que en 1985 se detectó en la Península Ibérica. Cinco años después se producían las primeras mortandades en las colmenas de Euskal Herria, concretamente en Nafarroa.

Pero hay más hipótesis sobre esta misteriosa mortandad. Hay quienes sostienen que la continua desaparición de millones de abejas en los últimos años es debido a la utilización de plaguicidas y pesticidas en el campo, sobre todo los neurotóxicos, que se utilizan bastante en semillas. Otros científicos aseguran que la culpa es del cambio climático. Esta opinión es compartida por Maurice Chaudière, autor del libro «Aprovechar los recursos silvestres. Del bosque frutal a la ecología en la mesa».

«Hace muchos años que no cojo miel -relató a GARA durante una visita a Iruñea-. Donde yo vivo, en el sureste del Estado francés, la sequía es tan grande en verano que muchas plantas no florecen por exceso de calor. Hay apicultores que han perdido hasta el 80% de sus abejas, y yo creo que puede ser debido al cambio climático».

El tiempo está demostrando que es complicado establecer la causa o causas de este fenómeno, e incluso hay quienes culpan de este mal a las ondas de los teléfonos móviles. Eduardo Pérez de Obanos, veterinario de la Asociación de Apicultores de Nafarroa, opina que el conjunto de todas esas hipótesis puede ser el responsable del debilitamiento de las abejas. «Lo que me extraña -comenta- es que desde América hayan dado la voz de alarma ahora, porque es un problema que se viene sufriendo en todo el mundo desde hace varios años. Es el mismo síndrome que tenemos aquí. Lo que ocurre es que EEUU es un país inmenso y la apicultura tiene una gran importancia. Quizás este año han tenido más mortalidad que en años anteriores, y por eso ha salido la noticia en los medios de comunicación».

De momento, están afectados unos 30 de los 50 estados de EEUU, que han perdido en conjunto más de medio millón de colonias, con una población de alrededor de 50.000 abejas cada una. Los enjambres del país han mermado en un 25%.

Este veterinario navarro recuerda que el «síndrome de despoblamiento de colmenas», como se le denomina en el sector, se detectó por primera vez en Nafarroa en el invierno de 2000-01. Ese año hubo algunos agricultores que se quejaron de que se les habían muerto las abejas de muchas colmenas, muy por encima de la mortandad habitual de años precedentes.

La mortandad que entra dentro de los límites normales suele alcanzar durante los inviernos hasta un 10% de las abejas, pero en el invierno de 2000-01 llegó a haber bajas en algunos colmenares de hasta el 90%. «A algunos apicultores que tenían veinte colmenas se les llegaron a morir dieciocho», recuerda Eduardo Pérez de Obanos.

Los cálculos posteriores han permitido determinar que la media de colmenares afectados aquel año fue de un 57%. Al ver que era una mortandad muy superior a la normal, comenzaron a enviar muestras de abejas de Nafarroa a laboratorios de Guadalajara y, desde el pasado año, también a los de Granada. Ambos cuentan con subvenciones europeas para la investigación de este enigmático síndrome. En Araba la situación también es muy preocupante, a pesar de que hasta hace pocos años no se habían detectado muchos casos, y parece ser que afecta algo menos a los demás territorios vascos.

No aparecen los restos mortales

Uno de los aspectos más curiosos de este fenómeno es que no se encuentran los restos mortales de las abejas, ni de las adultas ni de las crías, y tampoco se conocen los motivos. «En un primer momento, cuando no se sabía nada de esto -apunta Pérez de Obanos- se especuló con que fueran enfermedades víricas, y de hecho le llamaban el virus de la enjambrazón, porque parecía que toda la colmena había enjambrado, había desaparecido. No quedaban restos de las abejas ni en las colmenas ni en las proximidades. Nosotros estamos viendo que la colmena muerta se queda con abundante miel y polen, pero las abejas no aparecen».

Además de colaborar con los centros de investigación, la Asociación de Apicultores de Nafarroa intenta combatir el parásito intestinal que afecta a las abejas mediante tratamientos a base de antibióticos, pero sólo en las colmenas que dan positivo a la existencia del nosema ceranae. De todas formas, sigue habiendo bajas tanto en colmenas que dan positivo a este parásito como en otras donde no se ha detectado, lo que incrementa todavía más el enigma.

En Nafarroa el porcentaje de positividad al nosema cenanae es aproximadamente del 37%, si bien parece ser que este año ha habido menos mortandad que en años anteriores. De hecho, este invierno han muerto menos de mil colmenas, mientras que en el de 2000-01 murieron unas 1.100. La Asociación de Apicultores de Nafarroa tiene censadas alrededor de 14.000 colmenas en todo el herrialde, lo que significa que están afectadas en torno al 7% del total.

El porcentaje es similar en el resto de Euskal Herria, con pequeñas diferencias entre unos herrialdes y otros según los años. Sin embargo, en lugares como Extremadura y Andalucía los apicultores están hablando de «auténtico desastre», ya que están muriendo decenas de miles de colmenas.

«Se les quitan las ganas de seguir»

«Aquí no está siendo tan alarmante en términos generales, pero en el colmenar que ha sufrido el problema la alarma es total, porque las medias de baja oscilan entre el 50 y el 60%. En estos casos -agrega este veterinario navarro-, a los apicultores se les quitan las ganas de seguir».

Este síndrome está afectando por igual a las diversas zonas de Nafarroa. En el año 2005 el propio Eduardo Pérez de Obanos comprobó que había una mayor incidencia del síndrome en el eje de la carretera Iruñea-Zangoza, tanto a un lado como a otro de la misma, pero en años anteriores ha habido casos de forma generalizada. «Unos años está teniendo más incidencia en unas zonas que en otras. Es un proceso que está ocurriendo en toda Europa, no se escapa nadie», constata este veterinario.

Se estima que en Nafarroa existen en la actualidad unos 600 apicultores, de los que 375 están integrados en la Asociación de Apicultores. De todos ellos, se estima que sólo 12 ó 14 son profesionales que pueden vivir de esta actividad. Hay que tener en cuenta que Nafarroa es un territorio en el que prima el cereal, y no hay grandes extensiones de terreno propicio como para que haya apicultores que puedan tener 400 ó 500 colmenas y poder vivir de ellas, como ocurre en Extremadura o en Andalucía.

A pesar de que son importantes, las pérdidas económicas en este sector no han sido contabilizadas. De momento, el Departamento de Ganadería del Gobierno de Nafarroa está subvencionando la recogida y envío de las muestras a los laboratorios para realizar análisis, y este último año también ha incluido ayudas para la reposición de enjambres. «Estamos pidiendo ayudas, pero no encontramos las mismas subvenciones que se conceden para otros sectores», lamenta Pérez de Obanos.

Isabel Telleria, apicultora y propietaria de la Casa Museo de la Miel-Ezti Etxea, en la localidad de Eltso (Valle de Ultzama), comparte la sensación de abandono en que se encuentra el sector. «La apicultura es un sector muy conformista. La gente que tiene abejas no considera que es una ganadería. Además, hay muy pocos profesionales y la mayoría de los apicultores no tienen muchas colmenas. A nivel institucional no se ha hecho nada. Los apicultores se conforman mucho con las desgracias que les vienen, y ya están acostumbrados a que muchos años no tengan miel. El dinero que se obtiene de las abejas es como un plus, no es lo mismo que tener ovejas o vacas», comentaba tras una visita guiada por Ezti-Etxea.

Este museo se abrió en 2001 y por él han pasado miles de personas, sobre todo alumnos de ikastolas y colegios. En él se puede conocer la historia de la apicultura desde el Paleolítico, la apicultura tradicional, las diferentes tipologías de colmenas rústicas según las zonas, los utensilios que se utilizan, las prensas, la elaboración de cera y argizaiolas e incluso la importancia que tenían en la sociedad tradicional vasca.

De hecho, cuando una persona se moría, era costumbre que algún familiar fuese a dar la noticia del fallecimiento a las abejas, tal como lo refleja una antigua fotografía que se conserva en el museo. Además de explicar las visitas guiadas, Isabel Telleria tiene casi 300 colmenas en diversas zonas de Nafarroa, desde Baztan hasta las Bardenas, y un laboratorio en Ezti-Etxea para analizar y mejorar los productos de las abejas.

No sólo miel, también veneno

En Nafarroa están contabilizadas unas 20.000 colmenas, que producen en conjunto unos 200.000 kilos de miel al año, ya que la media suele ser de diez kilos por colmena. La Asociación de Apicultores controla unas 14.000 colmenas, con una producción anual de unos 140.000 kilos.

Aunque las abejas producen varios productos, la mayoría de los apicultores navarros sólo se dedican a la miel. Durante el año 2006 también produjeron desde la Asociación de Apicultores unos 2.700 kilos de cera, pero no la ponen en el mercado, sino que la envían a la fábrica para que la vuelvan a fundir. De esta forma, siempre trabajan con sus propias ceras, sin tener que adquirirlas fuera de Nafarroa.

Además de miel, las abejas producen cera, jalea real, polen, propóleos y apitoxina, el veneno del aguijón, que se utiliza para combatir artritis, artrosis, reúmas, problemas de cervicales, lumbalgias, dolores... La apitoxina suele ser empleada sobre todo por la medicina alternativa.

A falta de certezas, sólo hay hipótesis

Varroa

Se trata de una enfermedad provocada por un parásito, el «nosema ceranae», que se extendió desde el continente asiático y llegó en el año 2000 a Euskal Herria.

plaguicidas

El masivo uso de plaguicidas y pesticidas en el campo se apunta como otra posible causa. Se achaca sobre todo a los neurotóxicos, utilizados en semillas.

Cambio climático

Esta hipótesis la apoyan muchos científicos y es ratificada por apicultores. Hay plantas que no florecen por exceso de calor y las abejas no encuentran alimento.

ondas telefónicas

En EEUU han advertido de que puede deberse a las ondas electromagnéticas de las antenas de telefonía móvil, tesis que encuentra adeptos en Euskal Herria.

todas juntas

El conjunto de todas esas posibles causas también podría explicar la misteriosa desaparición de las abejas, que afecta sobre todo a Europa y EEUU.

investigación

Laboratorios de todo el mundo llevan varios años investigando este enigma, pero todavía no han llegado a ninguna conclusión aceptada de forma general.

Einstein predijo que «Sin ellas el mundo sería distinto"

Albert Einstein ya advirtió de que, sin abejas, la humanidad desaparecería en cinco años. Aquella conocida frase del genio de la física es un poco exagerada, pero ponía de manifiesto la importancia de estos insectos para el mantenimiento de los hábitats naturales tal como hoy los conocemos. En la actualidad, muchos expertos coinciden en que quizás la especie humana no desaparecería en unos pocos años, pero sí asumen que la vida en la Tierra cambiaría de forma drástica.

La importancia de las abejas en la polinización y en la renovación vegetal no tiene comparación con ninguna otra especie. De hecho, el 80% de la polinización de las plantas que necesitan de insectos para poder polinizarse los realizan las abejas. Hay mariposas, escarabajos y otros insectos que también realizan este proceso pero, si las abejas desaparecen, el mundo vegetal se transformaría por completo. «Donde no hay abejas, como desgraciadamente también suelen faltar otros insectos debido al uso de insecticidas, esta polinización puede ir poco a poco mermándose, tal como ya está ocurriendo -advierte Isabel Telleria-. Sin apicultores, las abejas podrían ir a un roble viejo, por ejemplo, pero la varroa iría con ellas y acabaría con la colmena, a no ser que la propia abeja se haga resistente a la enfermedad o que haya alguna cepa de abejas, como la asiática, que sepa convivir con este parásito».

«Si no fuera por las abejas, la desertización de los ecosistemas sería casi total», afirma Eduardo Pérez de Obanos, al tiempo que lamenta el hecho de que muchos agricultores no aprecien la importancia de la polinización. Desde su experiencia, Isabel Telleria corrobora que «es muchísimo mayor la producción de almendras, manzanas o de otras frutas con abejas que sin abejas».

«En países como Estados Unidos, donde la apicultura sí tiene importancia, los agricultores pagan el servicio de polinización. Sin embargo -matiza este veterinario-, aquí hay veces en que los agricultores te dicen: `Oye, ¿me puedes bajar diez colmenas a polinizar los endrinos?'. Y encima te lo preguntan como diciendo `¿cuánto me vas a pagar?'. Muchos no entienden la importancia de la polinización o la de utilizar pesticidas y plaguicidas menos tóxicos para las abejas. La apicultura es un sector muy pequeño y, además, su actividad no está valorada ni por parte de los apicultores ni por parte de la Administración».

También destaca la importancia de entender que el beneficio de las abejas no es sólo la producción de miel. «Para el medio natural, el beneficio es incalculable, y no se le da toda la importancia que tiene», afirma, al tiempo que se muestra convencido de si no hubiera apicultores, tampoco habría abejas.

Y lo argumenta: «Nuestra abeja no ha aprendido de momento a convivir con la varroa. Hasta el año 1985, cuando se escapaban las abejas podías encontrar enjambres silvestres en el monte, en troncos del bosque o en cavidades, y aguantaban allí muchos años. Ahora no. Ahora, si no se tratan, se mueren. Es cierto que puedes pasear por el campo y ver un enjambre en un árbol, pero ese enjambre no va a durar más de dos años si no recibe un tratamiento contra el parásito. Si no fuera por los apicultores, que tenemos las abejas y las cuidamos, estos animales desaparecerían por completo». I.V.

La vuelta al mundo para producir 100 gramos de miel

Para producir cien gramos de miel, una abeja necesita volar una distancia equivalente a la vuelta a la Tierra, es decir, 40.000 kilómetros y recorrer nada menos que un millón de flores, pero sólo necesitan consumir 25 gramos de miel para producir esa cantidad. Este trabajo les resulta agotador y, quizás, por ello viven tan poco tiempo. En primavera, cuando hay buenas floraciones, una abeja suele vivir unos 35-40 días, mientras que en invierno, época en la que no salen a trabajar, viven entre cuatro y cinco meses.

«La reina suele llegar a vivir hasta cinco años, pero normalmente los apicultores intentamos cambiar las reinas cada tres años, como máximo, porque si no lo haces, te van a enjambrar seguro. Tampoco interesa que cuando llega la floración se te vaya la reina con la mitad de las abejas de la colmena y te quedes sin las obreras», explica Eduardo Pérez de Obanos, que además de veterinario posee tres colmenares en distintas zonas de Nafarroa.

Otro dato curioso es que la reina se aparea sólo una vez en su vida, con unos cuantos zánganos, en un vuelo de fecundación que sirve para seleccionar a los más fuertes. «Gracias a que tiene un espermateca en el interior del abdomen, puede mantener el esperma de los distintos zánganos e ir poniendo huevos poco a poco. Es decir, la misma reina va fecundando sus huevos a medida que lo necesita», explica Isabel Telleria, quien recuerda que «genéticamente el huevo de una obrera y de una reina son el mismo, pero la reina vive mucho más gracias a que las abejas se alimentan exclusivamente de jalea real». I.V.

colmenas

están contabilizadas, aproximadamente, en Nafarroa. Producen en conjunto unos 200.000 kilos de miel cada año. También se obtienen 2.700 kilos de cera, que son reutilizados por los propios apicultores.

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