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Joseba EGIA

Puente o no... ¡hay que estar!

Primero de mayo, fecha que mantiene su total vigencia, porque la clase trabajadora es la gran perdedora en esta sociedad capitalista en la que el neoliberalismo campa a sus anchas. Basta con ver que en 2006 se produjeron los mayores beneficios económicos de la historia empresarial, lo que no impide a la patronal seguir exigiendo moderación salarial para las y los trabajadores, como una necesidad -para sus intereses ¡claro!- y una rebaja en el Impuesto de Sociedades, a la que el PNV, demostrando a quién apoya, está dispuesto contra viento y marea. Según un estudio del Banco de España, la pérdida continuada de poder adquisitivo de las y los trabajadores tiene como consecuencia directa que el empresariado esté logrando unos beneficios sin parangón.

Pero como la avaricia es insaciable, la patronal no está dispuesta a repartir sus beneficios con quienes son parte importante de los mismos, y así lo demuestra en la negociación colectiva. A ella, y a los gobiernos, les importa un bledo la enorme brecha que existe en esta sociedad capitalista, donde unos pocos ganan lo que millones de trabajadores y trabajadoras no podrán tener en toda su vida laboral. Ejemplo cercano, el de Francisco González (BBVA), quien gana en menos de media jornada el salario que la mitad de las y los asalariados vascos obtienen en un año.

Si la calidad del empleo ha de evaluarse con indicadores como el salarial, la estabilidad en el puesto de trabajo, las expectativas laborales, la flexibilidad horaria, las relaciones organizativas, la seguridad laboral... está claro que, aunque toda la clase trabajadora está lejos de contar con un empleo de calidad, el género, encima, determina una peor calidad para las mujeres.

Nosotras seguimos enfrentándonos a tasas de desempleo superior a las de los hombres, mayor precariedad laboral e inestabilidad, discriminación salarial, somos campeonas en la subcontratación y en la economía sumergida, pero... nuestra presencia es más que escasa en los puestos de responsabilidad. Para colmo, a falta de servicios públicos suficientes, seguimos cargando con el trabajo de cuidado y atención a las personas dependientes. Sobran datos que avalan estas afirmaciones.

Y todo esto referido a las que trabajan por cuenta ajena. Porque si vamos a ver la situación laboral de las empleadas de hogar -donde las inmigrantes son ya mayoría- el panorama es, aún, más desolador. Este colectivo es el más infravalorado y desprotegido. Los porcentajes de economía sumergida son muy altos, no existen contratos ni tareas concretas a realizar, salarios ínfimos, y la jornada en función de las «necesidades» de las y los empleadores. Para más inri, la discriminación laboral de estas mujeres está legalizada. Su régimen especial, discriminatorio, es el que permite la desprotección de estas trabajadoras.

Primero de mayo. Los sindicatos nos llaman a manifestarnos para reivindicar nuestros derechos de clase. ¡Allá voy!

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