Maite SOROA
Vaya paliza le han dado a Garzón
Ayer le tocó el turno a Garzón, que es ahora el pim-pam-pum de los fachosos nerviosos. Isabel San Sebastián, en «El Mundo» no se cortaba al denunciar las irregulari- dades que en su día callaba: «Cuando el PP llegó al poder en 1996 y Jaime Mayor era ministro del Interior, el director general de la Policía, Juan Cotino, invitaba en su casa a paellas a Baltasar Garzón, mientras el comisario Jesús de la Morena esperaba a que estuviera de guardia en la Audiencia Nacional para judicializar las operaciones antiterroristas que el Ejecutivo tenía especial interés en encauzar en una determinada dirección». Entonces lo negaban con vehemencia. Y hay más: «Vino luego la tregua trampa del 98 y el juez se apresuró a invitar a un curso de verano en El Escorial a Xabier Arzalluz, quien le pidió que encabezara el movimiento de repliegue de la Justicia ante la `mano tendida' de ETA. Unas cuantas causas fueron hibernadas en el cajón donde el magistrado archiva los papeles que puedan serle útiles en algún momento futuro (por ejemplo, la declaración de Míchel Domínguez sobre los GAL que le sirvió para reabrir el caso tras su regreso de la política en 1994, frustrado por las promesas incumplidas del PSOE), hasta que la banda volvió a matar y la Policía reanudó la aportación de documentación que el fiscal Enrique Molina, con el respaldo de Eduardo Fungairiño, convertía en sumario inapelable para conseguir la ilegalización de todas las tramas parale- las y complementarias de la organización asesina. El juez amante de las cámaras no tenía más que firmar, salir en la foto... y todos contentos». O sea, Garzón no hacía más que conspirar con políticos -también del PP- y policías que encauzaban los asuntos, y se limitaba a poner sello judicial a informes policiales. Ahora que están reñidos... sale el pastel.
No le iba a la zaga Carlos Dávila en «La Razón». Lean, lean: «Como lo de Garzón estaba cantado, como es ahora mismo un palmero del poder socialista al que festeja y alienta, sin saber, porque Garzón, en su ambición, es más bien un zote, que Zapatero, mientras pueda, que le queda poco, no le dará al juez ni agua de grifo, no vale la pena gastar una línea más en este pobre superjuez de antaño al que detesta su propia carrera, y le jalean únicamente los que se están aprovechando de él. Garzón es un residuo que valida a los que persi- guió, o sea, a la ETA, y que besa a los que consideró asesinos y corruptos. Un pobre hombre, en definitiva». Ya ven, Roma no paga traidores. Y España, tampoco.