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Israel hace pagar a Olmert su impotencia militar en Líbano

Israel vive de y por la guerra con sus vecinos y precisa mantener el mito de la invulnerabilidad de su Ejército. Un mito que estalló en mil pedazos en su aventura de castigo de 2006 contra la población chiíta del País de los Cedros. Destituido el responsable militar de la campaña, el dedo acusador apunta al primer ministro, Ehud Olmert. Y su impopularidad y escándalos de corrupción le ponen a tiro.

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El primer ministro israelí, Ehud Olmert, ha sido acusado de un «grave fracaso» en la gestión de la agresión a Líbano por la comisión de investigación que investiga la campaña de verano de 2006 y tras la que el Ejército israelí no cumplió ninguno de sus objetivos militares.

Más graves que las reveladas por las filtraciones de la prensa, las conclusiones apuntan, además de a Olmert, al ministro de Defensa, Amir Peretz y al dimitido jefe del Estado Mayor del Tsahal, Dan Halutz.

Formada por juristas, militares y universitarios, y tras haber interrogado a 70 responsables políticos y militares, el presidente de la comisión, el juez Eliahu Winograd, acusa al primer ministro de precipitarse en declarar la guerra pese a no contar con planes militares detallados. Le responsabiliza asimismo de no definir claramente los objetivos y de no adaptar sobre la marcha la campaña a las circunstancias del momento.

Le reprocha asimismo no haber procedido «a necesarias consultas» fuera del Ejército. Acusación esta última harto peregrina cuando de todos es conocido el ascendiente del Ejército (Tsahal) en un Estado que vive en guerra permanente para garantizar su supervivencia y, por tanto, la desaparición de todo un pueblo, el palestino».

Un fiasco de campaña

Similares son las críticas a Peretz y a Halutz de un informe con el que el Estado israelí busca poner rostro a un fracaso militar tan rotundo que acabó, por segunda vez en suelo libanés, con el mito de la invencibilidad del Tsahal. Iniciada tras la captura por la milicia de Hizbula de dos soldados israelíes en un operativo de resistencia, ni estos fueron rescatados ni la brutal campaña de bombardeos (un millar largo de civiles muertos y barrios y pueblos enteros destruidos) dañó el potencial militar de Hizbula, que contraatacó y respondió al terror sembrando el terror con sus cohetes en el norte de Israel.

El fiasco se completó con una ofensiva terrestre hacia el río Litani (sur de Líbano) que acabó en retirada vergonzosa. 117 y 41 civiles con nacionalidad israelí murieron en un mes de guerra.

Olmert, quien como Peretz no es militar -fáciles cabezas de turco- se niega a dimitir y recuerda que la decisión de atacar Líbano fue tomada por unanimidad en su Gobierno y apoyada por una entusiasta y amplísima mayoría parlamentaria.

Hay, sin embargo, antecedentes y los escándalos de corrupción que salpican a Olmert acentúan su debilidad.

Los «errores» de la guerra de Yom Kippur (1973) costaron la cabeza a la cúpula militar. La primera ministra, Golda Meir, absuelta en el informe, tuvo que dimitir por presión popular. La que le espera ahora a Olmert.

enmienda

Tras recibir en mano el informe, Olmert hizo propósito de enmienda. «Vamos a examinar el informe, sacaremos las enseñanzas y rectificaremos todos los errores. Debemos asegurar que en el futuro de Israel todos estos fallos quedan subsanados», añadió.

SOSTÉN

La Casa Blanca aseguró que Olmert «es esencial para los esfuerzos en favor a una solución de dos estados», en referencia a su supuesta iniciativa de paz. Bush «colabora extrechamente con el primer ministro Olmert», añadió.

Un animal político que bate records de impopularidad

Poco carismático pero hábil estratega político conocido por su mordiente y corrosivo verbo, Ehud Olmert no logra en las encuestas más de un 2% de opiniones favorables.

Las imágenes de estos días muestran a un primer ministro inquieto, con los rasgos tensos y el aire ausente. Y es que este hombre de 61 años, que sucedió a un Ariel Sharon, en coma desde enero de 2006, lucha por su supervivencia política. Y es objeto de duros ataques desde la prensa. «Qué le vamos a hacer si Olmert no es precisamente Churchill», señala un editorialista del diario ``Yediot Aharonot''. «Olmert ha fracasado y debe irse', sentencia ``Haaretz''. ``Maariv'' sentencia con que «Ehud Olmert lucha en la batalla de su vida».

Una batalla en la que la opinión pública tendrá su peso. Para el próximo jueves se anuncia una multitudinaria manifestación exigiendo su cabeza.

Olmert se ganó ya enemigos en la derecha a la que siempre ha pertenecido al liderar el plan de «desconexión» de Gaza, iniciativa que la valió las iras de los colonos y de los ultrasionistas.

Su gestión, y he ahí otro de sus Talones de Aquiles, ha estado salpicada de acusaciones de corrupción. Tráfico de influencias, venta de un apartamento en Jerusalén y nominación de próximos en empresas públicas.

Un mal, el de la corrupción, que es endémico y hasta estructural en el Estado de Israel, donde todos sus responsables acaban, tarde o temprano, salpicados. Tan estructural como las necesidad de ese Estado de librar, y de ganar, continuas guerras. En Líbano mordió hueso. Y alguien tiene que pagar. Dabid LAZKANOITURBURU

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