Angeles Maestro Portavoz de Corriente Roja
Joaquín Navarro: Un pensamiento libre, un compañero
Atreverse a actuar al lado de las luchas y proyectos que se atrevían a cuestionar la ideología dominante, por alguien que podía desmontar con brillantez las mentiras del poder, no podía perdonarse. La persecución más feroz se desencadenó contra él
Escribo esto sobreponiéndome a la náusea de las necrológicas habituales, las que se hacen sobre los muertos desde el poder. Escribo con el dolor de la pérdida de un hombre íntegro, de un luchador, de un amigo, y desde el deber de dar a conocer la parte de historia que conozco de un hombre que se lo jugó todo, como pocos, en este tiempo de pesebre y de sometimientos al poder.
Cuando alguien de esta talla muere, se siente el estremecimiento y la impotencia de no haber sabido lo suficiente de él, de no haber aprovechado más el tiempo a su lado, de no haberle preguntado tantas cosas.
Joaquín Navarro ha sido, junto a Joan Garcés, y -más recientemente- junto a Alfredo Grimaldos, uno de los grandes demoledores del mito de la transición. Con su vida y sus libros; pagando el precio de los procesamientos, las multas y el aislamiento.
El habló de lo que nadie hablaba. Rompió el pacto de silencio sobre todas y cada una de las mezquindades y de los avasallamientos sobre los que se edificó el régimen de la transición.
Joaquín Navarro fue diputado por el PSOE en las elecciones de 1977 y formó parte de la Ponencia Constitucional. El contaba, y fue el único en hacerlo, dos hechos trascendentales en la Ponencia de elaboración de la Constitución. Uno fue el relativo al papel de las Fuerzas Armadas establecido en el artículo 8. Cuando este asunto se debatía en la Ponencia, se les pasó, como incuestionable, por parte del Estado Mayor del Ejército su texto: «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». El otro fue el relativo a la prelación de los varones en la sucesión en la Corona, impuesto desde La Zarzuela y que no tenía que ver con ninguna Ley Sálica, debido a la incapacidad de la hija mayor del rey para ejercer cualquier función pública.
Fue elegido senador por Almería en 1979 en una lista apoyada por el PCE. Fue miembro de la Comisión de Justicia y abandonó su cargo en la tramitación de la Ley Antiterrorista de 1980 por entender que vulneraba los más elementales principios de la democracia. Fue el único que lo hizo. Contribuyó decisivamente a la causa republicana de la forma más eficaz: negando la legitimidad del régimen de la supuesta democracia. Su libro «25 años sin constitución» es el argumento más demoledor contra todo el engranaje institucional que se estructura sobre el mantenimiento de los poderes de la dictadura para sojuzgar la libertad del pueblo. Desmonta con datos incuestionables el «consenso» de los poderes legislativo, ejecutivo, judicial y el de los medios de comunicación (yo siempre le decía que le faltaba el sindical), todos erigidos sobre la clave de bóveda de la monarquía, para desvelar un aparato de estado al servicio de la oligarquía económica y del imperialismo, mantenido sobre la alternancia en el poder de élites cooptadas del PP y del PSOE.
Con la claridad y la contundencia que le ha caracterizado, con la clarividencia de quien conoce todos los mecanismos del poder, planteó: «Abundan en nuestro país políticos e intelectuales que defienden el discurso de la resignación oligárquica. Que entienden que el sistema no es lo suficientemente democrático y que no hay que `tocarlo'. Que piensan que es preciso asimilar la corrupción de las oligarquías y tragarse el triste fantasma de la monarquía que las integra y las alienta. Y que siente un verdadero pavor a que la libertad política, el gobierno representativo de las leyes y el control del poder exijan una reforma total de la Constitución, presupuesto indispensable para la regeneración de las instituciones y la convivencia. Es el miedo a la libertad del ciudadano acostumbrado a la servidumbre voluntaria».
La vida le llevó a ejercer como juez en Euzkadi. El, un andaluz libre de pensamiento y de acción, conoció, entendió y amó al pueblo vasco. Escribió su «Homenaje a Euskal Herria» y mantuvo - pese a condenas y criminalizaciones- el compromiso con su lucha y frente al poder. En él escribe: «Ahí va mi homenaje de amor y admiración a Euskal Herria, la patria de todos los vascos. Homenaje sin aromas feudales, sin espadas ni castillos. Homenaje de reverencia y respeto a un pueblo que nunca cede, que conoce cada día la aventura de sobrevivir como nación en medio de tanta hostilidad y de una represión cruel y sostenida. Esa fuerza, esa tenacidad y esa resistencia harán posible el gran parto de Euskal Herria. La pasión por la rebeldía y la libertad nunca es inútil. La pasión por la servidumbre conduce a la ignominia y a la opresión. La rebelión contra el crimen y la arbitrariedad de la razón de Estado han hecho avanzar a la humanidad por caminos de seguridad, esperanza y libertad. Es la verdadera revolución. Euskal Herria es, en este momento, la única esperanza revolucionaria que existe en el Estado español, en la UE y en todo este Occidente degradado por las grandes mentiras del imperio usaco».
Atreverse a decir esto en 2003, y a actuar antes y después, en defensa de todo lo que se enfrentaba con el orden establecido, al lado de las luchas y los proyectos que se atrevían a cuestionar en Euskadi y en el resto del Estado la ideología dominante, por alguien que sabía tanto y que podía desmontar con tanta brillantez las mentiras del poder, no podía perdonarse. La persecución más feroz se desencadenó contra él. Una de las plumas y de los discursos más brillantes fueron censurados en los medios de comunicación y su autor sufrió innumerables condenas.
Lejos de amilanarse, se alineó con la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas y fue el compañero más cercano y más dispuesto a participar en todo tipo de actos con organizaciones repu- blicanas, con Corriente Roja, con la izquierda abertzale, etc.
Se nos ha ido un compañero de la estatura de los más grandes, de los que exhiben, con todo el orgullo de formar parte del pueblo rebelde e incorruptible, su independencia de pensamiento y su dignidad de hombre libre.
Otros y otras sabrán añadir a estas líneas otros recuerdos, ayudar a impedir que su historia de compromiso y de lucha se desvanezca. Sabremos erigir en nuestras conciencias, como murallas imbatibles, el recuerdo de quienes como él, han luchado, frente a todo, a nuestro lado.
Joaquín Navarro forma parte de nuestros héroes, de nuestra doctrina, de quienes las clases dominantes quieren borrar para que no tengamos memoria y para que, con cada lucha, tengamos que empezar de nuevo. No lo lograrán, mientras existan personas y organizaciones dispuestas a mantener bien altos los objetivos por los que de tantos y tantas, como Joaquín Navarro han luchado.
Seguramente Joaquín, como otros luchadores, nos querría decir hoy algo así: «Mis manos son las que van/ en otras manos tirando,/ mi voz la que va gritando/ mi sueño el que sigue entero/ y sepan que sólo muero/ si ustedes van aflojando/ porque el que murió peleando/ vive en cada compañero».