Martin Garitano Periodista
Los infectados
La peculiar democracia a la española, guardiacivilesca y chocolatuna, que decía Bergamín, ha generado un nuevo tipo de ciudadano, a saber, el vasco contaminado. Se trata de individuos -hombres y mujeres- que han obrado en la vida política por elección. Y a los tales vascos contaminados, la democracia a la española les impone un cordón sanitario, no vaya a ser que, como en el dicho, la manzana podrida, pudra el cesto.
Los vascos contaminados son, además, multitud. Dicen los policías, jueces y fiscales españoles que los afectados bien pudieran alcanzar la sorprendente cifra de 11.702, lo que en términos médicos empieza a parecerse a una epidemia.
Los síntomas son claros: haber representado a sus conciudadanos en las instituciones elegidas mediante sufragio universal, haber defendido fielmente el proyecto que presentaron como oferta electoral y, sobre todo, negarse a renunciar a sus ideas. Todo ello infecta a los ciudadanos en la peculiar democracia a la española y para los infectados se dispone de un severo tratamiento y un antídoto.
El tratamiento de choque consiste en su estricto aislamiento, en su alejamiento de instituciones y bolsas de población que pudieran resultar infectadas por los feroces virus que portan. Y, al mismo tiempo, se presenta la posibilidad de autosuministrarse el antídoto. Se trata en este caso de abandonar la compañía de los que ya parecen casos irrecuperables y alistarse en los grupos limpios, impecables, sanos como peras, que concurren a las elecciones con listas impolutas. ¡Qué más da que algunas se encuentren trufadas de individuos implicados en escandalosos casos de corrupción que están a la vista de todos! ¡Qué más da que los impulsores del terrorismo de Estado encuentren acomodo de lujo en otras! ¿Qué decir de la cuadrilla de lacayos de la dictadura que pululan en las listas de aquella formación? Nada. Lo grave es el virus del vasco contaminado. Lo demás... pelillos a la mar.
Y ahora veremos cómo Zapatero y sus inestimables aliados del PNV nos explican que hay que tener paciencia, que no todos los infectados lo están en el mismo grado, que algunos se curarán y podrán concurrir a las elecciones. El resto, no. Ya se sabe que para la democracia a la española, la salud es lo primero. Sólo queda repetirles que no. Que no cuela. Que aquí nos conocemos todos y que en un arranque de sinceridad, Azkuna lo dejó todo bien clarito. Allá ellos.