PRESIDENCIALES FRANCESAS
Sarkozy vence también en la segunda vuelta y ocupará el Elíseo
Nicolas Sarkozy es el nombre del nuevo presidente de la República francesa. En la segunda vuelta volvió a imponerse sin problemas a la candidata del PS, Ségolène Royal. En su primer discurso tras conocerse los primeros resultados oficiales, Sarkozy confirmó que su gestión seguirá los principios que ha defendido en la campaña: «autoridad», control de la inmigración y «volver a los valores del trabajo y a la identidad nacional francesa». Sarkozy se eleva todavía a más altura de la que ya le separaba del suelo que pisa el ciudadano medio y se consagra como el asceta a la conservación del Elíseo. Con su victoria gana la visión más corta y reduccionista del país, esa que transforma a los ciudadanos en compatriotas a los que se inocula el miedo permanente al cambio y a la diferencia La victoria de Nicolas Sarkozy en el Estado francés no fue tal en Euskal Herria, donde, de confirmarse los datos provisionales de ayer por la noche, el ya presidente aventajaría a la aspirante del PS, Ségolène Royal, en algo más de un punto. Royal confirmó su supremacía en Baiona.
PARÍS
Sin sorpresas. Tal y como avanzaron las encuestas, en esta ocasión venció el favorito. Nicolas Sarkozy, el candidato de la derechista UMP, venció a la socialdemócrata Ségolène Royal (PS) y será el nuevo presidente de la República francesa durante los próximos cinco años.
Antes de que se conocieran oficialmente los datos, en las sedes parisinas de la UMP y del PS ya se sabía lo que habían publicado los medios belgas y suizos en base a los colegios electorales que habían cerrado a las 18.00, dos horas antes que en las grandes ciudades.
Así, los seguidores de Sarkozy, reunidos en el teatro Gaveau, cerca de la sede de la UMP de la calle Boétie, comenzaron a corear «Sarko, presidente» poco después de las 19.00. Lo mismo hicieron los derechistas congregados en la Plaza de la Concordia. Mientras, entre los simpatizantes del PS, reunidos en la Casa de América Latina, en el boulevard Saint-Germain, comenzaba a cundir el desánimo. Pese a ello, los más exaltados gritaban «Ségolène, presidenta», con la esperanza de darle la vuelta a los resultados que se avanzaban.
Nada más dar las ocho de la tarde, la televisión francesa TF1 dio a conocer sus estimaciones. Sarkozy vencía a Royal por un 53% frente a un 46%. Las imágenes de la sede de la UMP y de las del PS eran completamente opuestas. Mientras unos vitoreaban al nuevo presidente, los perdedores acogían el dato con cara de circunstancias.
La participación llegó hasta el 86%, siendo más alta que en la primera vuelta. Pese a ello, no se superó el 87,3% que se registró en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 1974, cuando Valéry Giscard d'Estaing venció con un raspado 50,8% a François Mitterrand.
En lo que sí ganó Royal a Sarkozy fue en rapidez en comparecer ante los medios de comunicación. Lo hizo con semblante serio, mientras sus seguidores coreaban «Gracias, Ségolène».
«El sufragio universal ha hablado», dijo Royal, sin mencionar expresamente su derrota, declaró que se daba cuenta «de la decepción y la pena» entre los suyos por el resultado.
En su discurso en la Casa de América Latina de París, Royal dio las gracias «desde el fondo del corazón» a todos que han votado por ella y prometió guardar «intacta la energía y la alegría" que le ha transmitido la gente durante estos últimos meses en mítines «vibrantes de fervor».
«He iniciado una renovación de la vida política», subrayó Royal, quien dijo a sus seguidores que pueden contar con ella «para profundizar en la renovación de la izquierda más allá de sus fronteras naturales».
Pidió a sus seguidores que se mantengan movilizados «porque otras citas nos esperan» y se mostró convencida de que «lo que hemos empezado a dar a Francia dará sus frutos».
UMP: «De todos los franceses»
Sarkozy compareció pasadas las 20.30 y en su discurso se mantuvo fiel a las líneas ideológicas que ha mantenido en la campaña. «Quiero devolver a Francia parte de lo que me ha dado», destacó antes de reclamar la «vuelta a la identidad nacional francesa» y «respeto a la autoridad y al trabajo».
El líder de la UMP mostró «su respeto» a Royal, unas palabras que fueron contestadas con silbidos por sus seguidores.
El nuevo presidente francés hizo un llamamiento a distintos agentes mundiales. Así, se dirigió a los socios europeos para destacar que «Francia ha vuelto a Europa» y que impulsará la construcción europea. «Siempre he sido un europeo», reclamó entusiásticamente.
También recordó a «los amigos americanos», en referencia a EEUU, anunciando una nueva etapa de colaboración con Wa-shington y reclamando profundizar en la lucha contra el cambio climático «porque está en juego el futuro de la Humanidad».
A la hora de dirigirse a los países africanos, prometió ayuda para superar la pobreza existente en el continente, pero subrayó que mantendrá políticas de control riguroso de la inmigración hacia el Estado francés. A su juicio, esta medida será beneficiosa para los países africanos.
También mostró su adhesión a la creación de una «Unión Mediterránea» entre Europa y la orilla sur, con el objetivo de promover «un sueño de paz y de civilización».
«Hace 50 años fue el momento de la Unión Europea, ahora ha llegado la hora de la Unión Mediterránea», añadió.
Ya lanzado en la defensa de «los valores tradicionales de Francia», Sarkozy anunció que desde la Presidencia de la República defenderá «a todos los niños y mujeres oprimidas del mundo», entre las que citó a «aquellas que se ven obligadas a llevar el burka», a Ingrid Be-thancourt y a las enfermeras de Libia.Con los gritos de «¡Viva Francia!» y «¡Viva la República!» concluyó el discurso del nuevo inquilino del Palacio del Elíseo.
Maite UBIRIA
Con la mirada en el horizonte de Saint-Malo, el todavía aspirante a la Presidencia Nicolas Sarkozy hizo ya su profesión de fe. Se rebautizó como asceta y entre flash y click de las cámaras se ofreció en cuerpo y alma a esos ciudadanos a los que ha trasmutado en compatriotas. La ciudadanía es un cuerpo igual en derechos, demasiado para un líder para el que sólo merecen respeto los que aman a su Francia. Al hijo de aristócratas húngaros, a los que no causaban miedo los nazis pero sí el Ejército Rojo, se lo debe todo a Francia. Repite una y otra vez que sólo aspira a devolver una parte de todo lo que le ha dado ese país que asimila con naturalidad su ascendencia foránea. El no es un extranjero, es un compatriota, para más señas un rico compatriota.
A la vista está que la clase social es capaz de disipar muchas barreras, pero los viejos muros prometen elevarse más y más bajo el reinado de Sarkozy para aquellos que no alcanzan la pureza de sangre y la solvencia económica que atesora el nuevo presidente de Francia. Sarkozy se coloca todavía a más altura de la que ya le separaba del suelo que pisa el ciudadano medio y se consagra al Elíseo como si de un asciterio se tratara.
El Abbé Pierre, allá donde esté, no tiene motivos para temer por su liderato en las encuestas de opinión. Nada apunta a que el nuevo presidente, por ardiente que sea su fe y abnegada su vocación de poder, vaya a destacar por valores como la solidaridad. Su programa destila medidas de orden, acciones de firmeza, gestos de solvencia y, por descontado, un modelo económico que consagrará la Francia de las dos velocidades. En el vagón de cabeza marchan, bien acomodadas, las élites a las que representa Sarkozy. Las poderosas compañías que se han asegurado de que su caballo ganador goce de una omnipresencia en los medios que luego se trata de vestir de capacidad de comunicación y de atracción personal. Los activos lobbies que se sienten seguros de la mano de un presidente con una contrastada lealtad hacia EEUU, su aliado Israel, la Alianza Atlántica y la Unión Europea que se retrató en la Constitución Europea a la que dijeron «no» una mayoría de ¿malos compatriotas?
Sarkozy lleva toda la vida preparándose para el gran puesto. También repite sin cesar esa cantinela del político sobradamente preparado para representar a la República. Afirma sin complejos que ha hecho los deberes, que es un buen alumno, que él se levanta cuando entra en el aula el profesor -pronto lo harán los escolares de verdad, de hacer buena su promesa de reforma educativa...- que no copia. Y los votantes, guste o no, le han dado el diploma.
La vida en el monasterio puede cambiar, bien es cierto, al asceta. Basta echar la vista atrás y mirar a predecesores como el ya desaparecido presidente François Mitterrand. Ségolène Royal apenas ha explotado la figura de su predecesor en la campaña que le ha llevado hasta la escalinata exterior del Elíseo. Y eso que fue Mitterrand su descubridor, y más concretamente quien le regaló una circunscripción en la que presentarse como «paracaidista» en su bautizo electoral.
La biografía de Mitterrand retrata a un presidente obsesionado con la trascendencia, con ocupar un hueco en la Historia, a un político al que sus asesores íntimos de la primera etapa en el Elíseo recuerdan ver sentado con orgullo indisimulado en la silla que ocupara su alter ego, el generalísimo.
Sarkozy, con permiso de los puristas, tiene línea directa con De Gaulle. Y su ambición política alcanza un punto tal de exhibicionismo que no cabe esperar grandes dosis de modestia, de discreción, de contención. Esa silla que provocaba una íntima atracción a Mitterrand, el ex alcalde de la selecta Neully la considera una parte más de su mobiliario particular.
La victoria de Sarkozy provoca, antes que nada, un temor más que justificado a que los intereses particulares, los mismos que llevaron a Chirac a engancharse al cargo para eludir a los tribunales, se impongan de forma todavía más clara sobre el interés público. Ese miedo se acrecienta ante la perspectiva de que, por la cercanía de fechas, la victoria de la derecha se extienda a las Legislativas. El modelo electoral y de configuración institucional favorece enormemente la acumulación de poder, y la sola perspectiva de que la UMP haga doble podium es del todo inquietante.
Pero el dilema prevalece: ¿el monje se amoldará al asceterio y, con su conocida arrogancia, tratará de convertir en un traje a la medida el nuevo cargo? Poco ha aclarado Sarkozy sobre cómo será de presidente. Sin embargo, es conocido que el líder de la UMP no comparte la idea de enterrar la V República, es decir, de proceder a una revisión a fondo del modelo institucional que rige en el país y hacia el que los ciudadanos de un modo u otro mostraron su desagrado en estas elecciones, aunque fuera votando a François Bayrou.
Sarkozy sí ha abogado por dar mayor chance a la oposición, aun sin cuestionar el modelo mayoritario que convierte la Asamblea Nacional en un club de acceso restringido. No es de descartar que dé algunos pasos en ese sentido, cara a marcar un perfil algo más ecuánime, más ajustado a la figura de un presidente al que, no obstante, le costará deshacerse de su anterior traje, el de político-policía.
La seguridad será sin duda un estandarte de la nueva era presidencial. Ni siquiera en el giro al centro que escenificó entre la primera y la segunda vuelta se privó Sarkozy de blandir el espantajo de los muchos peligros que acechan a Francia. Ya desde los bautizados eufemísticamente como «barrios sensibles», ya desde el flanco exterior, pongamos con la futura entrada de Turquía en la Unión Europea.
Las banlieu han votado más que otras veces y una parte de esa activación de voto, tan buscada por los captadores del ¿voto útil? a Ségolène, se ha centrado en tratar de cerrar el paso a Sarkozy. Pero el aborrecido «Sarko» es presidente y con él se instaura en el Elíseo una visión egoísta del país. La misión del asceta es proteger el templo, no abrir sus puertas. La agenda social puede esperar, y si me apuran los ciudadanos también. Sarkozy se debe por encima de todo a los compatriotas.
Arantxa AIZPURUA-Iñaki ALTUNA | BAIONA
Cuando los ecos de la victoria de Nicolas Sarkozy en el Estado francés retumbaban ya con fuerza, el primer dato que apuntaba a que en Euskal Herria el candidato de la derecha no había logrado esa holgada diferencia lo daba la capital de Lapurdi. En Baiona, Ségolène Royal confirmó con claridad su victoria de la primera vuelta y logró nada menos que el 54,4% de los votos, frente al 45,6 del candidato de la derecha. Casi nueve puntos de diferencia.
Royal obtuvo importantes resultados en sus tradicionales feudos, como en Hendaia, donde alcanzó el 62,61%. Además, la aspirante consiguió pasar al ya presidente de la República francesa en algunas localidades donde éste había logrado el primer puesto en la primera vuelta, hace quince días.
Fue llamativo, por ejemplo, el caso de Urruña, donde se supone que el diputado de UMP Daniel Poulou cuenta con un importante ascendente. Sin em- bargo, Royal ganó ayer con el 51,2% de los sufragios.
En la primera vuelta, con mayor incidencia que en el Estado, François Bayrou logró una muy significativa bolsa de votos, con un 25,2%, por delante de Ségolène Royal (24,37) y a menos de cinco puntos de Sarkozy (29,43). El botín en esa bolsa de votos era, por tanto, aún mayor en el caso vasco. Al parecer, Royal, además de atraer el sufragio de izquierda de las opciones más pequeñas de la primera ronda, también pescó ayer en esa bolsa del «centro», pese a que la gran mayoría de los representantes locales de la UDF de Bayrou había adelantado su predilección por el aspirante de la derecha.
Las legislativas, a la vista
En términos generales, y en espera de hacer el recuento definitivo de los territorios vascos, Royal, con un 49,38%, se quedó a menos de punto y medio de Sarkozy (50,72). Después de estas elecciones y las regionales de hace tres años, donde ganó el PS, ya no se puede decir con tanta rotundidad como hasta ahora que los territorios vascos votan, de forma inequívoca, a la derecha.
De cara a las próximas elecciones legislativas, a celebrar en junio, los resultados de ayer ofrecieron otros aspectos interesantes, pues el PS se alzó con la victoria en dos de las tres circunscripciones en las que se divide el territorio vasco: la quinta (norte de Lapurdi) y la cuarta (interior), aunque esta última es compartida con muchas localidades del Béarn. Probablemente, en la parte vasca de esa circunscripción, ayer ganó Sarkozy, quien también lo hizo en la sexta (sur de Lapurdi).
Al igual que en el Estado, la abstención fue realmente pequeña en Lapurdi, Nafarroa Beherea y Zuberoa. Por ejemplo, en las castigadas Azkaine y Sara, donde la crecida del río provocó graves daños el viernes, votó el 90,08 y el 82,45% de los inscritos, respectivamente. En ambas localidades ganó el ya presidente de la República con unos quince puntos de diferencia.
La alegría de los simpatizantes de la UMP reunidos en Baiona y en Donibane Lohizune era manifiesta y no dudaban en expresarla con frases como «Sarkozy va a ayudarnos a salir adelante» o «cumplirá lo prometi- do». El eurodiputado Alain Lamassoure confesó sentir un «rejuvenecimiento formidable» y saludó la importante participación que, según él, «refleja la movilización del espíritu ciudadano».
Philippe Cazenave, concejal socialista de Baiona, no negó su decepción, pero se mostró convencido de que deben seguir en la misma línea y desarrollar una «campaña de proximidad también para las legislativas», en especial para «poner un dique» a Sarkozy, al que acusó de representar a la «derecha más dura».
El todavía presidente de la República francesa, Jacques Chirac, expresó ayer sus condolencias a los familiares de las ocho militares que murieron en un accidente aéreo registrado ayer en la península egipcia del Sinaí, junto a un canadiense.
Una vez más la prohibición de difundir sondeos electorales hasta el cierre de los colegios se vio superada por la difusión de encuestas en países francófonos limítrofes. La agencia Belga y ATS de Suiza adelantaron la victoria de Sarkozy a media tarde.
Un total de 34 coches resultaron quemados en diversas zonas de París en la víspera de la jornada electoral. Ayer hubo marchas contra Sarkozy y cargas de la Policía en la plaza de la Bastilla, Saint-Denis, Nantes, Rennes y Lyon.
Una de las primeras labores de Sarkozy será la de nombrar a un primer ministro y rodearle de un equipo paritario de catorce ministros, preparar las elecciones legislativas del 10 y 17 de junio, y plasmar su primeras medidas.
Entre los mejores situados para ejercer la jefatura del Ejecutivo están, según los analistas, su consejero político François Fillon y los ministros de Cohesión Social, Jean-Louis Borloo, y de Defensa, Michele Alliot-Marie.
En el caso de que los franceses le den una mayoría parlamentaria en las elecciones legislativas del 10 y 17 de junio, Sarkozy ha dicho que inmediatamente propondrá cuatro conferencias para septiembre: sobre la igualdad salarial, contrato de trabajo único, mejora de las condiciones de trabajo y la democracia social.
El segundo día en el cargo lo dedicará al medio ambiente y el tercero hará dos viajes a Bruselas y Berlín.
Además, convocará una sesión extraordinaria del Parlamento en el verano para aprobar una ley que establezca servicios mínimos en los transportes en caso de huelga y otra que endurezca las penas contra los delincuentes reincidentes.
A nivel de representatividad del Estado francés en el exterior, la primera responsabilidad que tendrá que afrontar el nuevo jefe de Estado será la cumbre del G-8 en Heiligendamm (Alemania), del 6 al 8 de junio, y el Consejo Europeo de Bruselas del 21 al 23 de junio.
Sarkozy desea hacer reformas en Francia, especialmente económicas, y subraya la necesidad de «liquidar» el espíritu de Mayo del 68 para acabar con los «bloqueos» y la «impotencia pública» y relanzar «la moral, la autoridad, el trabajo y la nación».
En materia laboral, Sarkozy ya ha anunciado que en sus primeros cien días de gestión ya quiere dar pasos hacia la superación de las 35 horas semanales, liberalizando las horas extras.
En materia de inmigración, el nuevo presidente de la República francesa tiene previsto endurecer el acceso de los inmigrantes y prohibir el reagrupamiento familiar, profundizando aún más en la línea de la política que ya llevó a cabo durante su etapa al frente del Ministerio del Interior.
Oficialmente, Jacques Chirac cesará en sus funciones de presidente de la República el 16 de mayo. Para entonces, deberá abandonar el palacio del Elíseo para trasladarse a un apartamento de 180 metros cuadrados en el centro de París.