Iñaki Lekuona Periodista
El de enfrente
Hay quien sostiene que es mucho mejor saber a quién se tiene enfrente, porque así es mucho más fácil saber contra qué se lucha. Teniendo delante a Ségolène Royal que cubre su cara burguesa con una máscara socialista y un mensaje difuso y contradictorio, es más complicado discernir qué se combate. Con el transparente Nicolás Sarkozy al timón de la República todo se vuelve nítido. Escalofriantemente nítido.
No es sólo que el nuevo presidente sea el representante francés del neoconservadurismo americano. No es sólo que parezca, como escribió un coresponsal del «Süddeutsche Zeitung», «un macho sin escrúpulos y brutal que juega con el miedo de la gente». No es sólo que sea el brazo ejecutor galo del proceso de desmantelamiento del Estado de bienestar que desertifica Europa. No es sólo que tenga el apoyo incondicional de la gran empresa francesa hasta el punto de controlar prácticamente todos los medios de comunicación. No es sólo que acceda a un cargo de poder omnímodo más propio del absolutismo que de una democracia parlamentaria. Es que, más allá de los intereses que representa, Nicolas Sarkozy es un ególatra cuya única ambición, incluso mas allá del Estado, es él mismo, su propia imagen.
Y no es que lo digan sus enemigos. En un pasaje de una biografía autorizada, el propio Nicolas Sarkozy se confiesa así a la autora, Catherine Nay: «Es cierto, era egoísta, carente de toda humanidad, nada atento con los demás, duro, brutal... ¡Pero he cambiado!». He cambiado, le dijo el zorro a la gallina antes de arrancarle las plumas del cuello. He cambiado, debió de decirle a su predecesor después de apuñalarlo por la espalda con el cuchillo que le proporcionó Édouard Balladur, adversario de Jacques Chirac en las presidenciales de 1995.
Este es el hombre que dirigirá durante los próximos años los designios de Francia. Un hombre que gozará de completa inmunidad, que nombrará al Gobierno, que presidirá el consejo de la Magistatura, que será la máxima autoridad de la Policía y del Ejército, que no podrá ser tocado por el Parlamento...
Puestos a sacar elementos positivos de la segunda vuelta, hay quien ha subrayado la alta participación, signo de que la democracia funciona. Signo también de que el populismo financiado por la oligarquía y dirigido por control mediático, también. Por lo menos sabemos a quién tenemos enfrente.