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Belen Martinez Analista social

La violencia comienza allí donde se prohibe el discurso

La Ley de Partidos ha heredado de la Inquisición la figura de las «relapsa" (reincidentes), exigiendo el arrepentimiento público a quienes militaron en partidos de la izquierda abertzale

Son numerosas las razones por las que estoy en contra de la Ley de Partidos. Todas esas razones podrían resumirse en una. Pienso que la Ley Orgánica 6/2002, de 27 de junio, de Partidos Políticos constituye un límite estrechísimo a la capacidad de pensar, reflexionar y dialogar sobre cuestiones como la democracia, la justicia, la verdad o el bien común.

El artículo 9 de la citada ley dice: «Un partido político será declarado ilegal cuando su actividad vulnere los principios democráticos (...) mediante alguna de las siguientes conductas, realizadas de forma reiterada y grave (...) acompañar la acción de la violencia con programas y actuaciones que fomentan una cultura de enfrentamiento y confrontación civil ligada a la actividad de los terroristas, o que persiguen intimidar, hacer desistir, neutralizar o aislar socialmente a quienes se oponen a la misma, haciéndoles vivir cotidianamente en un ambiente de coacción, miedo, exclusión o privación básica de las libertades y, en particular, de la libertad para opinar y para participar libre y democráticamente en los asuntos públicos».

No se trata de prevenir y evitar la confrontación civil, implicando a partidos políticos, movimientos ciudadanos, medios de comunicación, etc., sino de «suprimir» a quienes no compartan la definición de un conflicto y caractericen a los agentes que intervienen en el mismo de forma diferente a la «nuestra» (incluidos los y las activistas de ETA: «gudaris» para una de las partes del conflicto, «terroristas» para la otra parte).

Parece ser que no bastaba con el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, de 16 de diciembre de 1966, que establece un único deber para los estados firmantes: la prohibición de toda propaganda a favor de la guerra (resulta irónico, conociendo al promotor de la ley). El artículo 20.2 del Pacto dice: «Toda apología del odio nacional, racial o religioso que constituya incitación a la discriminación, la hostilidad o la violencia estará prohibida por la ley».

La Ley de Partidos es la doctrina del Partido Popular, y sirve para reforzar su ideología y su discurso político, social y moral, que consiste en eliminar toda oposición y disidencia a su proyecto. Para ello, no dudó en suprimir la divergencia de opinión, controlando y restringiendo la libertad de expresión. El PSOE, otorgando su apoyo incondicional a esta ley, le proporcionó el consenso necesario, eliminando toda marca partidista (del PP) en la misma. De esta forma, cualquier alteridad o diferencia en la interpretación y resolución de un conflicto sería sacrificada.

La Ley de Partidos ha heredado de la Inquisición la figura de las «relapsa» (reincidentes), exigiendo el arrepentimiento público a quienes militaron en partidos pertenecientes a la izquierda abertzale. El Tribunal Supremo ha anulado 133 listas de ANV y todas las agrupaciones electorales de Abertzale Sozialistak. ¿Con las actuales reglas «válidas» del juego, podrá este pueblo decidir sobre su futuro?

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