Hace cuatro años los bilbotarras vivieron varios días de alarma por la contaminación bacteriológica del agua potable destinada a más de la mitad de sus hogares. Afortunadamente las causas de dicha alarma no tuvieron las consecuencias catastróficas que podían haber tenido, pero no resulta tranquilizador saber que cuatro años después a lo largo del canal de Ordunte se concentran numerosos focos de contaminación debido a la falta de control del mismo por parte del Ayuntamiento. A todas las situaciones irregulares que esa falta de control permiten y al evidente peligro que crean, ha de añadirse la dejadez a la hora de reparar los dispositivos de control existentes o que las arquetas que deben evitar posibles captaciones en ciertos sifones permanezcan abiertas. Dejadez es asimismo el hecho de anunciar repetidamente planes de reformas en la red de aguas y al cabo de muchos años no haberlos ejecutado. A cualquier Ayuntamiento, y más a ése cuyo alcalde da lecciones a los demás, se le debe exigir una gestión transparente y eficaz, muy especialmente en cuestiones que afectan directamente a la salud de los ciudadanos.