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Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Lula

Se citan derechos internacionales de patentes como quien habla de la bolsa, porque vivimos en un sistema capitalista cruel, en el que la vida de los menos afortunados vale menos que la marca de una aspirina

Mientras en los países garantes del sistema de las desigualdades y el neoliberalismo se callan los abusos y la situación desesperada de decenas de millones de personas viviendo con el VIH, en Brasil, Lula se ha atrevido a romper la patente de las farmacéuticas en unos tratamientos contra el sida, y se han desatado todos los demonios judiciales que defienden, una vez más, las ganancias multimillonarias de las mismas, por encima del derecho a ser tratado y optar a una mejora en la calidad de vida de millones de personas viviendo con VIH/SIDA.

A pocos se les ocurre pensar el por qué un político de izquierdas lucha contra una multinacional como es la Merck, que durante muchos años ha acumulado muchos millones de euros y que desde luego, por más que digan lo contrario, no ha invertido el equivalente a sus ganancias en facilitar en un precio asequible los tratamientos a los que los necesitan. Aún hoy esta demanda es prioritaria en los países pobres que inútilmente intentan parar el avance de la pandemia.

Una vez más, son los jueces y unas leyes que hablan poco de derecho a la vida y mucho de ganancias económicas a defender, quienes pretenden imponerse a nuestras necesidades mas básicas para vivir. Se citan derechos internacionales de patentes como quien habla de la bolsa, claro, repito, porque vivimos en un sistema capitalista cruel, en el que la vida de los menos afortunados vale menos que la marca de una aspirina, un sistema que algunos aún defienden con su pasividad o complicidad y que día a día facilita la muerte de compañeros que viven con el VIH/ sida. Y luego hablan de ética y de derechos humanos en miles de foros cuyo gasto organizativo paliaría en parte la problemática de la desinformación de la situación que se vive.

Porque estas multinacionales se atreven a despreciarlos por no serles rentables económicamente. A ellos sólo les valen las cifras millonarias en ganancias, facilitadas por quienes pueden adquirir los medicamentos al coste abusivo que ellos imponen, a través de acuerdos políticos y a cambio de prebendas. Es como quien pretende vender el aire que respiramos a miles de euros. Así sólo se entiende que existan multinacionales farmacéuticas con ganancias superiores al producto interior bruto de muchos países.

Nadie se ofende por ello, y menos cuando estas multinacionales llegan incluso a organizarnos conferencias, pagar carpetas y viajes, subvencionando muchas ONG... si no de qué tanto silencio ante la crueldad que en estos momentos están demostrando enfrentándose a esta decisión tan vital, cómo es que se den genéricos a 0,33 euros y aún es mucho, en vez de 1,17 en Brasil (cifra más exagerada en Europa).

Y no es la primera vez que este tipo de denuncias solitarias se producen, porque fue un niño en Sudáfrica el que denunció esta situación absurda ante la mirada atónita de los congregados, en un congreso subvencionado y mantenido por las multinacionales. Tal vez por ello, una mente aún no trabajada y silenciada en sus reclamaciones fue la única capaz de usar el altavoz para la denuncia con tanta fuerza, de llamar al abuso por su nombre, sólo reclamaba el derecho a unos fármacos, una posibilidad más para vivir, aunque no fuera la única.

Difícil reto de este mundo, donde ya incluso el arzobispo impresentable y fascista Sebastián que junto a otros sectores de la Iglesia destacó en contra del uso del condón, ahora pide el voto para la extrema derecha Española (para la vasca de momento no, que ya está en el poder y cuida sus formas) y nadie se inmuta, siento vergüenza ajena. Y entre tanto adormecido y entidades controladas por el reclamo económico de las multinacionales farmacéuticas, espero oír por lo menos más a los que vivimos con el VIH/sida y que reclamamos nuestros derechos; espero la denuncia inteligente de los sectores que sólo sirven de besamanos y propagandistas de los fármacos a cambio de inyecciones económicas en forma de subvenciones.

Ojalá haya muchos Lulas en todo el mundo y muchos que reclamemos lo nuestro y denunciemos a las multinacionales que ya han matado millones de personas con su negativa a facilitar los fármacos a un precio razonable. El coste de lo perdido es incalculable ante la pasividad de quienes se mofan de nuestras demandas.

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