Raimundo Fitero
Lo normal
Es una adivinanza metabólica saber diferenciar sin instrumentos de laboratorio lo normal de lo anormal. Por ejemplo: para mí es normal que «House» se emita en ciento veintisiete cadenas de todo el globo terráqueo. Pero cuando aparecen los señores del aznarismo etílico dando denominación de normalidad, entonces empieza mi calvario conceptual. Claro, lo normal es que Imaz diga que si gana Rajoy pactaría con el PP. Mucho se adelantan los deseos de Josu Jon. ¡Tranquilo fiera!, que primero tenéis que cometer el atropello de «los contaminados», esa vejación democrática, esa liquidación del Estado de derecho. Espera un poco, ¿o das por hechos los resultados y repartición de prebendas? Esto, en cienciología es lo normal. Imaz y sus ideas siempre acaban convirtiéndose en cemento, es decir en dinero, con lo cual encontramos una vía de paralelismo con Acebes, Zaplana y todos sus compinches del ladrillo y los trazados de alta velocidad.
Otro ejemplo experimental de lo normal es que el obispo de Iruñea recomiende el voto a los falangistas y a la extrema derecha. Confiesa a Miguel Sanz, que sabe mucho de montañas nevadas y de flechas en campamentos de la OJE. La jerarquía eclesiástica está cada día más feliz con Jiménez Losantos, con el pecador Pedro José, con los líderes de la rebelión civil, o sea, de la turba negativista de la verdad histórica, de los revisionistas históricos que acabarán haciendo santo a Francisco Franco Bahamonde, caudillo.
Pero mirando la televisión con detenimiento, con mucho detenimiento, uno se pregunta de manera reiterativa: ¿es normal Rajoy? ¿Es normal Acebes? En la televisión pública portuguesa hay un programa calcado a «¡Mira quién baila!» y no sé decir qué fue antes, el huevo o la gallina, pero me pregunto: ¿es normal que las televisiones públicas ofrezcan estos espectáculos? Lo anormal es que el programa portugués no lo presente Igartiburu.