A algunos políticos vascos les pasa que, cuando pisan moqueta madrileña, les entra la necesidad de quedar bien, de imitar a aquellos secretarios y escribanos vascongados que administraban con celo los dineros y las cosas de la Corte. A Imaz le viene a suceder algo así, y en Madrid le pagan con halagos.

Ayer, en «El Mundo», cofre de las esencias hispanas, ensalzaban al personaje porque «constituye una seria amenaza para ETA y Batasuna». Y acto seguido se explicaban: «el lider nacionalista ha sido capaz de aunar el discurso más ortodoxo de su partido con el respeto hacia todas las formaciones democráticas». Si te adula así el de Pedro J., deberías ponerte a pensar algo serio, ¿no creen?

Hablaba el editorialista del «discurso nacionalista pero abierto y consciente» de Imaz, y concluía que «su frase, elevada por todos a la categoría de gran titular, abre un camino hacia la normalidad política rota desde que el PSOE aplicó con desmedida un achique de espacios destinado a estrangular al PP. Con todos en el juego, Imaz quiere jugar sus bazas». Con todos no, Pedro J. Con los independentistas, no.

Y también en «Abc» guardaban flores y loas para el presidente peneuvista. Según los del periódico que financió el avión de Franco, «conocida la capacidad de los nacionalistas vascos de adaptarse a todas las coyunturas políticas a fin de mantenerse en el poder, la hipótesis de Imaz responde a un análisis puramente táctico, y no por esto es menos importante, ni debe ser rechazada, sin más, por el PP». Y ahora lo explica mejor: «Desde hace tiempo, el PNV considera posible una pinza formada por el PSOE y la izquierda abertzale para menoscabar su hegemonía en el País Vasco, objetivo al que podría servir la pasividad del Gobierno ante Acción Nacionalista Vasca. El lanzamiento a la opinión pública del mensaje de que su partido estaría dispuesto a pactar con el PP es una forma de avisar al PSOE de los riesgos que corre la estabilidad de su Gobierno si emprende una política de alianzas con el entramado batasuno». O sea, que se trata de juegos de manos por deba- jo de la mesa. Y nosotras sin enterarnos.