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Nerea Riesco: «La inquisición atacó la sociedad matriarcal»

Nerea Riesco (Bilbo, 1974) ha vuelto la mirada al siglo XVII para ambientar su segunda novela, «Ars magica», que transporta al lector a los tiempos de la inquisición. Personajes reales, como Alonso de Salazar, se mezclan con otros ficticios, como Mayo, hija del Diablo.

Izaskun LABEAGA | BILBO

El relato arranca en Doneztebe. Corre el año 1610. Varias personas han sido condenadas a la hoguera, acusadas de brujería. El Santo Oficio envía a la zona al inquisidor Alonso de Salazar y Frías. Mayo de Labastida, la otra protagonista de la novela, busca a su compañera de viaje, que se encuentra detenida.

Nerea Riesco fue Premio Ateneo Joven de Novela con ``El país de las mariposas''. En su segunda incursión en la narrativa de corte histórico propone un texto «basado en hechos reales, en un proceso de brujería de comienzos del siglo XVII que se llevó a cabo en Logroño porque en aquel momento el tribunal inquisitorial estaba allí, aunque la mayoría de las personas que fueron condenadas pertenecían a Urdax y Zugarramurdi».

La figura de Alonso de Salazar

Comenta Riesco que «la inquisición en España no se preocupó mucho por la brujería, a diferencia de lo que ocurrió en otros lugares de Europa. Las pocas personas que murieron por brujería precisamente fueron éstas de Urdax y Zugarramurdi».

A la escritora le llamó la atención la figura de Alonso de Salazar, uno de los inquisidores que se encargó del proceso. «Alonso de Salazar no creyó que pudieran existir gentes que tuvieran el poder de volar, conjurar una tormenta o hacer daño a sus vecinos simplemente con hechizos». Para fundamentar sus sospechas, Salazar y Frías recorrió toda Euskal Herria, recopiló información y realizó un estudio, «que nunca salió a la luz. Quedó encerrado en los sótanos del Santo Oficio y no apareció hasta principios del siglo XX, cuando un inglés vino a estudiar la inquisición española».

Al final del libro, Riesco plantea una teoría que ofrece una explicación al hecho de que las conclusiones del inquisidor quedaran archivadas y no salieran a la luz, aunque prefiere no desvelarlo. En cualquier caso, sostiene que le movió la falta de fe. «En realidad, buscó al diablo porque si lo encontraba iba a significar que existía Dios, en el que había dejado de creer», sostiene la escritora.

Por otra parte, la autora ha querido recoger en el libro aspectos relativos a las creencias y tradiciones culturales ancestrales. Riesco cuenta dos historias paralelas: una protagonizada por Salazar y Frías, y la otra basada en la trayectoria de Mayo de Labastide, «que es hija del diablo».

Según Riesco, se persiguió a las brujas en Euskal Herria porque «al poder central no le interesaba que existiera una sociedad matriarcal como la que existía en el País Vasco y Navarra, ni una deidad distinta al Jesucristo que se adoraba en lo que era el centro».

Cada capítulo comienza con la transcripción de un hechizo. «Todo ese tipo de tradiciones han quedado impresas en la novela -explica- y así el lector tiene dos opciones: quedarse con la realidad de Salazar, que hace disecciones, utiliza estudios anatómicos de Leonardo, se basa en los boticarios para investigar por qué determinado ungüento hace volar a una bruja; o hacerlo con la de Mayo, que es una hechicera, con un mundo, también real, en el que la diosa Mari lo domina todo y ella puede volverse invisible si hace determinadas cosas».

Le gusta la novela histórica porque le permite comprobar que «el ser humano ha cambiado muy poco con el paso de los siglos: creemos en las mismas cosas, demonizamos las mismas cosas y nos mueven las mismas pasiones. En esta novela hablo de cómo buscamos chivos expiratorios ante las cosas negativas que ocurren y cómo los poderes centrales nos manejan para hacernos creer cosas que a lo mejor no son poniendo cortinas de humo que buscan tapar otras».

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