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efectos colaterales de la apuesta biocombustible en el mundo

La cerveza, penúltima víctima del etanol

El etanol no compite con la necesidad de alimentos, se ha defendido Lula da Silva, presidente del mayor productor mundial de este biocombustible derivado de la caña de azúcar o el grano de cereal. Pero son cada vez más los que opinan lo contrario. Los últimos, los fabricantes de cerveza, ante la reducción de hectáreas para cultivo de cebada cervecera.

Las fábricas de cerveza europeas pueden encontrarse con una escasez de malta a finales de este año como consecuencia de que los agricultores están cambiando sus plantaciones de cebada para plantar los granos necesarios para utilizar como biofuel. Lo advertía a sus socios en su último boletín el Club de las Grandes Cervezas del Mundo. Los granjeros europeos planean plantar al menos un 2% menos de cebada de primavera, la destinada a malta de cerveza, y eso que la cosecha del año pasado no fue nada buena. Pero el «dorado» de los biocombustibles parece haber podido más, sobre todo porque instituciones como la propia Unión Europea lo subvencionan y, además, el agricultor no debe estar pendiente de la calidad de la cosecha, como ocurre con la cebada cervecera. Y es que el biofuel no sabe de calidades del grano.

En Alemania, el país que primero ha adviertido de las futuras subidas de precio en su bebida nacional, la plantación disminuirá un 5%; de los 12 millones de hectáreas de tierras cultivables alemanas, unos dos millones están consagradas hoy a cultivos `energéticos'. En Dinamarca se calcula que la tierra destinada a malta caerá este año un 11% y en Austria hasta un 14%. La bajada en el país nórdico es especialmente significativa ya que es el mayor exportador de cebada hacia el resto de la Unión Europea.

Los cerveceros se están encontrando ya con subidas de hasta un 50% en el precio de la malta desde el año pasado, mientras que las grandes cadenas de venta y compradores de cerveza se resisten a pagar más por esa cerveza cuya elaboración cada vez es más cara. El año pasado se pagaba a 200 euros la tonelada de malta; ahora ronda los 400. Pero parece inevitable que al final repercuta en el consumidor. El presidente de la Asociación de Fabricantes de Cerveza de Baviera, Gerhard Ilfgenfritz, ha aventurado que como muy tarde en otoño o en invierno, la caja de cerveza subirá entre 20 y 30 céntimos. La empresa belga productora de marcas tan conocidas como Beck o Franziskaner, ya ha confirmado que aumentará «moderadamente» los precios de sus bebidas.

la Onu alerta en un informe

La industria alimentaria deberá habituarse a competir con los fabricantes de biocombustibles. Eso parece empezar a estar claro. El problema es que no sólo de cerveza vive el ser humano, y lo que en lugares del planeta como es Europa, estas apuestas de los agricultores por un cereal destinado a los biocombustibles pueden suponer un alza en los precios de la caña de cerveza o la barra de pan, en otros lugares del planeta se debate ya sobre el riesgo al que se puede poner a la seguridad alimentaria.

La ONU, a través de su agencia de Energía, acaba de hacer público un informe en el que advierte de que si introducimos biocombustibles en el mundo de forma acelerada, se podría dañar el sustento de muchos seres humanos y el propio medio ambiente. El mismo documento admite que si se dedican las tierras cultivables a cosechas para bioenergía, los precios de los alimentos y materias primas agrícolas podrían dispararse.

Los ejemplos más recientes se han constatado en países como México -la última guerras de la tortilla- y Colombia, donde el precio del maíz se disparó debido a la creciente demanda del grano para la producción de etanol con destino a países desarrollados como EEUU o Japón. Esos efectos se han visto también en los precios del azúcar y del aceite de palma.

«Los biocombustibles están de moda. En todo el mundo, desde Estados Unidos hasta Indonesia, se sustituyen campos de cultivo de alimentos por `desiertos verdes'. Pequeños cultivos y bosques por extensos monocultivos de oleaginosas para producir bioetanol y biodiésel biocombustibles», escribía hace poco David Llistar i Bosch, coordinador del Observatorio de la Deuda de la Globalización. Algunos de los principales productores de cereal como Brasil, EEUU o Argentina dedican ya la mitad de su ese cultivo al revalorizado etanol.

La apuesta de los países ricos

La ONU llamaba la atención hace sólo unos días sobre el riesgo de hambruna que corren miles de campesinos guatemaltecos sin tierras por los cada vez más altos precios del maíz. Su precio en Guatemala se ha situado en el más alto de la última década debido, en gran parte, a la demanda para su transformación en etanol. En lugares tan alejados como Sudáfrica el problema está alcanzado tal gravedad que el Parlamento va a debatir una estrategia sobre los biocombustibles, dado el temor a una escasez de alimentos en un país donde el 80% de su población tiene el maíz en su dieta básica.

El mismo David Llistar i Bosch explica la confrontación entre el «voraz consumo energético del Norte y la seguridad alimentaria del Sur». Y señala: «Se confronta el derecho, por ejemplo, a utilizar aires acondicionados o manejar automóviles 4x4 en España, frente al derecho a alimentarse con tortillas de maíz de los que están en la retaguardia de la globalización».

El principal detonante de esta nueva «colonización verde», como algunos ya la denominan, está en la estrategia del Gobierno de George Bush de reemplazar un 20% el uso del petróleo por combustibles alternativos durante la próxima década. En su propio país, la crisis ya están acechando a los productores ganaderos, que están viendo cómo en estados como el de Arkansas, el precio del maíz se ha duplicado en un año.

La estrategia de la Unión Europea contempla que para 2020 el 10% del combustible del transporte proceda de biocarburantes.

En Alemania, el caso más emblemático, hay más de mil estaciones de servicio que venden biodiesel. La primera biorefinería alemana se construirá en Emden con financiación de una asociación holandesa. El objetivo de la fábrica es convertir 430.000 toneladas de aceite de palma, probablemente de origen indonesio -Malasia, por ejemplo, ha perdido ya casi todo su bosque primario sustituido por los cultivos energéticos como la palma africana-, en más de 400 millones de litros de biodiesel anuales. En Holanda, la demanda de aceite de palma crudo para generación de electricidad aumentó este año 400.000 toneladas.

La Unión Europea parece también haberse percatado de que esta apuesta bioenergética acarrea serios problemas colaterales. Para garantizar que el aumento del uso de biocarburantes no provoque deforestación o más hambre en los países en desarrollo, el Ejecutivo comunitario lanzó el pasado 1 de mayo una consulta pública, que durará hasta el próximo 4 de junio, cuyo objetivo es que las autoridades públicas, las empresas y las ONG expresen sus puntos de vista sobre cómo potenciar los biocarburantes de forma sostenible. Bruselas, asegura, tendrá en cuenta todas las opiniones a la hora de elaborar la nueva norma sobre energías renovables que tiene que estar lista antes de que acabe el año.

Los precios del cereal se disparan

El problema parece más que evidente. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) acaba de reunir en Roma a su Comité de Seguridad Alimentaria Mundial. En su informe evaluador constata que «la característica más destacada de los mercados de alimentos y piensos en 2006 fue el aumento de los precios de los cereales, en particular del maíz y del trigo, que para noviembre habían alcanzado niveles que no se registraban desde hace un decenio». La razón que apunta es que «el dinamismo de los mercados de grano se debió principalmente a las malas cosechas en algunos grandes países productores, unidas a una demanda para la producción de biocombustible en rápido crecimiento».

La FAO advierte, además, de que el encarecimieno del cereal puede hacer que muchos agricultores se decanten por esta opción y descarten cultivar semillas oleaginosas, algo que afectaría a la producción de aceites vegetales. Ese mismo fortalecimiento del mercado del grano incidirá directamente, prevé, en los sectores de la carne y la leche a través de los piensos.

Estas consecuencias derivadas de esta nueva apuesta mundial por los biocombustibles de origen vegetal suceden cuando la propia FAO en su balance da cuenta de que en 2003 había 854 millones de personas subnutridas en el mundo.

Joseba VIVANCO

El etanol representa el 90% del biocombustible mundial producido

El etanol es un alcohol que puede utilizarse como combustible para los automóviles o puede mezclarse con gasolina en cantidades variables para reducir el consumo de derivados del petróleo. Representa un 90% del biocombustible a nivel mundial; el 10%, el biodiésel. La producción de etanol, hecho de azúcar y almidón, se ha duplicado desde el año 2000. Pero también puede obtenerse de los granos de cereales del trigo, la cebada y el maíz. El problema es si los métodos de producción usan una cantidad significativa de energía comparada al valor de la energía del combustible producido. J.V.

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