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El periodico Salvador Giner 2007/5/12. Catalunya.

La mundialización del genocidio

Parece como si no hubiera ningún rincón de nuestras vidas que no estuviera sujeto a la mundialización. En los países ricos preocupa la deslocalización de las industrias, el alud de inmigrantes -que tanta falta hacen-, la pérdida de mercados. A las personas con mayores preocupaciones morales les angustia también la presunta culpabilidad de los países opulentos en la miseria de los pobres, incapaces de desarrollarse. Y cuando se desarrollan, como China o India, resulta que se transforman por arte de birlibirloque en amenazas.

(...) Una de las dimensiones que solemos olvidar es la de la mundialización de ciertas responsabilidades morales. Por ejemplo, la que tenemos en los genocidios que se cometen en el mundo

La fecha en que se comenzó a tener conciencia de ello fue 1915. En aquel momento el Imperio Otomano se entregó a la destrucción física del pueblo armenio. El conocimiento paulatino de ese primer genocidio del siglo XX abrió paso a la noción de que todos, y no sólo un Gobierno determinado, somos responsables de semejantes catástrofes. Kemal Atatürk y sus herederos, al fundar el moderno estado turco, perdieron la gran oportunidad de condenar al régimen sultánico otomano por sus desmanes genocidas.

Sus herederos, hoy, pretenden entrar en la Unión Europea sin reconocer el genocidio armenio, ni tampoco los derechos del pueblo kurdo. Que no se sorprendan si los europeos no aceptamos tal desfachatez. No somos mucho mejores que ellos. Contemplamos no ha mucho las matanzas en Ruanda y Burundi sin saber mandar una fuerza expedicionaria para ponerle freno. (...)

Véase lo que sucede ahora en Afganistán. Pero entre eso y la arbitrariedad oportunista hay un abismo. O en Darfur, donde el genocidio que practica hoy el repugnante Gobierno sudanés alcanza proporciones de cataclismo antihumanitario, con ya cerca de medio millón de muertos sin que hagamos nada sustancial.

Tras el invento nazi de la producción industrial del genocidio, muchos se juraron que algo tan monstruoso no podía suceder nunca más. (...) Que, desde allí, únicamente podíamos ir hacia arriba; reconquistar paso a paso la dignidad de la persona humana; mundializar, efectiva y prácticamente, esa dignidad y respeto. De 1945 hasta el 2007 ha pasado ya más de medio siglo. Y no avanzamos. Recordamos Guernica, Auschwitz, Hiroshima para volver a ponerlas en práctica. (...)

Hay suficientes recursos para financiar y armar ejércitos de pacificación. Como los hay para acabar con la miseria del mundo. Gracias a nuestra estupidez, la desesperación, el fanatismo y la furia que se apoderan de los pueblos oprimidos repercutirán cada vez más sobre nosotros. El horror de las Torres Gemelas, de la estación de Atocha y del metro de Londres, lo han empezado ya a demostrar.

Para los cínicos -que suelen ser pragmáticos- tal vez convenga echar mano de ese argumento para que hagan algo decente. En Darfur, en el Tíbet violado y humillado, o donde sea. Para los que no lo son, baste recordar que nunca, en toda la historia de la humanidad, la moral, como la libertad y la decencia, había sido una sola para todos los humanos. Se ha mundializado. (...)

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