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Joxe Mari Olarra Agiriano Militante de la izquierda abertzale

El árbol de las elecciones

Sólo una izquierda abertzale fuerte es garantía de futuro en la configuración de un acuerdo político que contenga los mínimos democráticos que posibilitan la superación del conflicto

Que no se convierta en el árbol más famoso del mundo, ése que impide ver el bosque. Porque en estas últimas semanas andan todos muy interesados en convencernos de que es la izquierda abertzale quien tiene que solucionarse su problema de cómo estar en las elecciones.

Y no es ésa la cuestión, ni de lejos. Lo que está en juego es la viabilidad misma de un proceso de solución democrática a un conflicto de naturaleza política que dura ya demasiado. Está en juego la virtualidad de una oportunidad abierta, conviene hoy recordarlo, en un marco de exclusión, apartheid e ilegalización. Una oportunidad que encontró en la tregua de ETA su mejor aval para abrir las puertas al acuerdo político y las ventanas a la esperanza.

Zapatero pretende hacer de la angustia su principal arma de desgaste. Es su forma de intentar desviar la atención sobre lo fundamental: el acuerdo político a alcanzar entre los partidos para afianzar el proceso desde el compromiso mutuamente acordado y garantizado de posibilitar la creación de un marco democrático para la ciudadanía vasca.

La izquierda abertzale ya ha puesto su parte de recorrido con una propuesta que no es de parte, sino un acercamiento serio y comprometido a cómo hacer viable, desde el respeto también a las necesidades del otro, la posibilidad de que todos los proyectos políticos sean realizables en condiciones de igualdad.

Ese es el escenario con el que nos hemos comprometido públicamente: un marco político basado en un estatuto de cuatro territorios con derecho a decidir, que se creará a partir de la legalidad y los moldes existentes, sí, que será un marco autonómico dentro del estado español, sí, que necesitará del refrendo democrático ciudadano, cómo no, y de la adhesión mayoritaria también en el marco de Nafarroa, sí.

Pero el gran problema es que el PSOE se enroca en su no sistemático. Dice no a esta propuesta de hoja de ruta, a comprometerse con un proceso de creación de un marco democrático, mantiene sus armas de chantaje y represión activas. Y el PNV secunda su posición y actúa de avanzadilla en el intento de acoso y derribo de la izquierda abertzale.

El PNV dice que debemos estar en las elecciones, que le gustaría «derrotarnos» en las urnas, pero hace precisamente lo contrario. Se ha convertido en el profeta de la catástrofe y hace ya meses que lleva predicando en los círculos madrileños más selectos que no merece la pena seguir con eso del proceso, que hay que preparar desde ya la fase post con un pacto de Ajuria Enea renovado.

El PNV de Josu Jon, su discurso cada vez más antiproceso, oculta el acuerdo secreto que ya tienen acordado para retomar los verdaderos ejes de su proceso, que no son otros que seguir siendo el partido de Iberdrola, mantener su fidelidad fundamental en el sometimiento al reino de España y conseguir a cambio que sigan medrando cupos, TAV y demás grandes negocios.

El PNV necesita aparecer fuerte y desde esa posición, más estética que política, poder pactar con el PSE la gestión de las diputaciones y ayuntamientos y conjugar ese nuevo acuerdo de negocios con un espejismo de cambio político mediante el pacto de Nafarroa Bai con el PSN. Y es que el PNV junto a Aralar han fundado la nueva EE (Euskadiko Ezkerra) como muro de contención ante un posible acuerdo político que desate los nudos básicos del conflicto, el reconocimiento de Euskal Herria como nación y su derecho a decidir libremente.

Aralar se ha convertido en un apéndice estratégico del PNV para esta labor. En su doble versión, formato IU-Aralar vascongado, para poder reforzar el liderazgo jeltzale en el gobierno autonómico actual y futuro, sea éste con Ibarretxe o sin él, y versión NaBai, convirtiendo la oportunidad histórica de solución democrática en una simplona apuesta por una alternativa de gestión «progresista» del amejoramiento.

Esta es la nueva EE. Irán, cómo no, de la mano de quien manda y a la hora de la verdad unirán sus fuerzas a las del PNV para convertirse en el mejor aliado del PSOE y del Estado español cara a imposibilitar un acuerdo político democrático.

Por eso tenemos que reforzar el proyecto y la posición política de la izquierda abertzale. Por eso hoy, más que nunca, estas elecciones son mucho más que la elección de representantes políticos para gestionar tal o cual marco administrativo. Sólo una izquierda abertzale fuerte es garantía de futuro en la configuración de un acuerdo político que contenga los mínimos democráticos que posibilitan la superación del conflicto.

Cuando los tribunales españoles han puesto en marcha y validado el modelo mejorado de Ley de Partidos que el Gobierno de Zapatero ha impulsado, queda claro que éste apuesta definitivamente por convertir el proceso en una operación de acoso y derribo para seguir jugando con las cartas marcadas y acabar convenciendo a la base social de la izquierda abertzale de que ha de conformarse con lo que hay.

El PSOE pretende ocultar, su no al acuerdo político, su no al respeto de lo acordado y de los interlocutores mediante una operación de maquillaje para presentarse como víctima de su propia legalidad y para vender el nuevo formato de ilegalización como un intento a la desesperada de no cerrar todas las puertas.

Pero sobre todo defenderemos nuestros derechos civiles y políticos y estaremos en las elecciones. Y la opción de sacar adelante el proceso, su confirmación electoral aun en condiciones de flagrante conculcación de derechos básicos, confirmará la inutilidad de alargar el camino con trampas que no conducen a nada.

No todo va a ser blanco o negro. Pero debemos analizar las próximas semanas y los resultados electorales con perspectiva histórica. Ya nos vendieron grandes éxitos electorales como la victoria definitiva sobre la izquierda abertzale. Desactivemos la ansiedad. El futuro es un nuevo marco político democrático desde el respeto a la territorialidad y con derecho a decidir.

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