Francesc Arnau i Arias Abogado catalán
Mumia Abu-Jamal: No a la pena de muerte
Alas nueve y media de la mañana de hoy (hora de Filadelfia, estado de Pennsylvania) habrá una vista oral y pública delante del Tribunal de apelaciones del Distrito Tercero de los Estados Unidos de América, en Filadelfia. Esta vista constituye uno de los puntos más críticos del caso Mumia Abu-Jamal, este preso político afroamericano, periodista, que lleva más de 25 años en el corredor de la muerte de la prisión State Correctional Institution Greene.
Mumia fue condenado a muerte, bajo la falsa acusación de haber matado a un policía blanco, en 1981, durante un confuso tiroteo. El policía muerto, Daniel Faulkner, había sido enviado por las autoridades federales norteamericanas, en el marco de una investigación contra la corrupción interna de la Policía de Filadelfia, considerada una de las más mafiosas de EEUU.
Por esto, el juicio realizado en 1982 siempre ha estado bajo sospecha, en el sentido de que fue la propia Policía o gente pagada por ella quien hizo acudir a Mumia (que trabajaba de taxista) a un punto concreto de la ciudad, donde provocaron un incidente que involucraba a un hermano suyo y desencadenaron el tiroteo. Así, con la posterior condena a muerte de Mumia, los policías corruptos esperaban poder matar dos pájaros de un tiro. Hacía tiempo que iban en pos de Mumia, que en su tarea radiofónica se había destacado como militante del partido de los Black Panthers y solidario con la lucha de la organización revolucionaria MOVE.
Aministía Internacional y otros muchos colectivos defensores de los Derechos Humanos han calificado el juicio de 1982 de racista e injusto. Y algunas de estas organizaciones participarán también en el juicio, para coadyuvar en la defensa, junto a los abogados de Mumia, Robert Bryan y Judith L. Ritter.
Hoy mismo habrá una gran manifestación en Filadelfia, con fuerte presencia internacional. También se han realizado muchas acciones a todos los niveles, en torno al 24 de abril, que es el día que cumplió 53 años. Al mismo tiempo, continúa, más fuerte que nunca, la campaña para ponerle su nombre a una avenida del barrio de Harlem, en pleno Manhattan.
En la vista oral se debatirá el derecho de Mumia a un juicio imparcial, en el contexto de la lucha contra la pena de muerte, frente a la represión política contra un periodista que era considerado por el poder como demasiado atrevido. Los hilos del racismo y la política recorren este caso, desde el primer momento de su detención, en 1981. Y algunas de las vulneraciones constitucionales que se denunciarán son las siguientes:
Al señor Abu-Jamal le fue denegado el derecho a un juicio justo, debido a la actuación de la Fiscalía, que aconsejó, literalmente, a los miembros del Jurado, que prescindieran de principios como la presunción de inocencia o la existencia de cualquier duda razonable, de forma que hizo que los miembros del jurado se equivocaran flagrantemente y declararan a Mumia culpable de asesinato, sin ninguna prueba objetiva.
La utilización, por parte de la Fiscalía, de impugnaciones in extremis, para excluir a los ciudadanos afroamericanos del Jurado, ha violado el derecho del señor Abu-Jamal a un proceso adecuado y a la igualdad ante la ley.
Las instrucciones que el Juez dio al jurado, en el sentido de prohibir aplicar cualquier circunstancia atenuante (buen carácter, etc...) salvo que todos los integrantes del jurado estuvieran de acuerdo, dieron como resultado igualmente una discriminación flagrante de los derechos del acusado, que tuvo como consecuencia la condena a muerte.
Al señor Abu-Jamal le fue denegado su derecho a un juicio justo, a causa de los prejuicios y el racismo de que hacía gala el juez Albert F. Sabo, que en los pasillos del Palacio de Justicia comentó a todo el mundo que lo quiso escuchar: «Les ayudaré a freír este negro...».
En momentos como estos, en que se acerca un hito histórico más en el caso Mumia, me vienen a la cabeza algunas de las vivencias que tuve durante las visitas que estos últimos años he hecho a la prisión de SCI Greene. Por ejemplo, la del día 18 de agosto del año pasado: «Hoy hemos tenido suerte de que no hayan sacado a los perros. Ni en el aparcamiento ni en el control de entrada a la prisión de SCI Greene. Ya me habían avisado que este año encontraría alguna innovación represiva. Por esto, nuestros amigos de los MOVE de Filadelfia, mientras preparábamos la visita, me habían preguntado si tenía algún problema con los perros, alguna clase de alergia. Resulta que desde el pasado mes de marzo se han instalado controles especiales para la entrada de los carceleros, porque hay sospechas de que ellos mismos entran la droga en la prisión. Y no podía endurecerse la situación para los carceleros, sin que al mismo tiempo se endureciera para los abogados, amigos y familiares, de forma que ahora, al llegar a la prisión donde está Mumia, puedes encontrarte con que te hagan pasar a una habitación, que te sienten en una silla y te paseen un perro por delante y por detrás. Si el perro es de los grandes y levanta algo la cabeza, sus dientes pueden quedar a la altura de tu nariz. Hoy no nos lo han hecho. Quizás porque Pam Africa y yo vamos acompañados de tres miembros de la Pennsylvania Prison Society, una organización humanitaria de amigos de las personas presas que son muy respetados aquí. Pero lo que sí hay son los carteles fijos, donde advierten y explican a los visitantes -con dibujitos y todo- en qué consiste la prueba, para ver si alguien tiene demasiado miedo y así renuncia a la visita. En fin, una razón más para entender las palabras de bienvenida que Mumia nos dirige al entrar: «Welcome to Hell!» (Bienvenidos al infierno).
Mumia critica el mensaje que, desde el Pentágono, los militares propagan por los suburbios de las grandes ciudades y por la Norteamérica rural y profunda. Se dirigen a los jóvenes que no saben qué hacer, que todavía no están enganchados a la heroína: «ve a la guerra, mata a unos cuantos iraquíes y procura volver vivo. Sólo así podrás ser alguien en la vida. Sólo así podrás estudiar. Sacarte un título, aunque sólo sea de grado medio; para poder acceder a un puesto de trabajo que te permita explotar a los demás, vivir bien, porque de lo que se trata es de vivir bien. Vivir mejor que la gente que ya conoces en tu barrio, la gente del gueto... Si no, ya sabes lo que te espera: el paro, la droga dura, la prisión o la muerte, directamente...».
Mumia está leyendo ahora cosas sobre las guerras imperialistas anteriores que también habían provocado los Estados Unidos. Me dice que todo esto empezó con la invasión de California, Colorado, Tejas, Nuevo México, territorios que antes eran de México, pero que, más tarde, serían anexionados por los yanquis, guerra tras guerra. Y esto continuó cuando su voracidad los llevó en 1898 a atacar las Filipinas, en Asia.
Es curioso que el presidente de los EEUU de entonces, un tal McKinley, ya explicaba a sus conciudadanos, a sus electores, que había ordenado la invasión de las Filipinas por mandato divino. Que Dios le había hecho saber que en aquella época ésta era la misión que los EEUU tenían encomendada. Y que por esto había enviado las tropas hacia allá, a llevar la democracia y la palabra de Dios a aquellos indígenas, que todavía no eran lo suficientemente felices. Y estas palabras son las que le hemos oído, más o menos, al presidente Bush. Y no hace demasiado tiempo, en relación a Afganistán y Irak: «¡Este dios que tienen estos tíos de Washington debe ser un dios muy belicoso, muy sanguinario! Un dios que no tiene nada que le guste más que una buena guerra. Una guerra en sesión continua, en ésta o en aquella parte del mundo».
Así se explica este hombre detrás de los barrotes de la prisión donde no para de escribir artículos y libros que ya le han valido varios premios literarios. Si ahora perdiera la apelación, el gobernador de Pennsylvania posiblemente no tardaría ni un minuto en fijar día y hora para la ejecución de Mumia. Sus enemigos de la llamada «Orden Fraternal de la Policía» están enfurecidos ante la posibilidad de una victoria de Mumia y por esto han incrementado su campaña de sobornos, mentiras mediáticas, difamaciones, intimidación y acoso. Su objetivo más reciente ha sido el señor Donald Payne, congresista por Nueva York, que se ha atrevido a votar en contra de la resolución del Congreso de los Diputados en Washington DC, que exigía al municipio de Saint Denis, de la República Francesa, que suprimiera el nombre de Mumia Abu-Jamal de los rótulos de la avenida que lleva al estadio Nelson Mandela.
Debido al espaldarazo masivo internacional que el caso Mumia suscita desde principios de los años noventa, su caso se ha convertido en símbolo emblemático de la lucha mundial para la liberación de todos nuestros presos y presas políticas.